Tengo un nuevo héroe: Theodore Dalrymple. No recuerdo como supe de él; debió de ser curioseando por Amazon. El caso es que hace unos días eché un vistazo a Our culture, what’s left of it, y no he podido parar hasta terminarlo. Hacía tiempo que no me enganchaba así un libro, y tratándose de una recopilación de artículos, que no es a priori el género más adictivo, el mérito es doble.
Theodore Dalrymple es en realidad el pseudónimo de un médico inglés, recientemente retirado, y lo que escribe está en buena parte extraído de la experiencia con sus pacientes. Lo interesante es que son lo más bajo de la sociedad británica: internos en una cárcel y miembros de esa infraclase, abocada al paro y a las drogas, que aquí hemos visto en las películas de Ken Loach.
Darlymple conoce la miseria humana de primera mano, y no solo la británica: pasó muchos años en varios países de África. Sabe de lo que habla, y al leerle uno cae en la cuenta de que esto, que debería ser la norma, hoy es más bien una excepción: hay tanta corrección política, hay tanto Lipovetsky pontificando desde su cátedra, tanta ideología antepuesta a lo obvio, que uno tiene una sensación extraña al respirar aire fresco.
Dalrymple cuenta, y muy bien, historias terribles que conoce de primera mano, pero no se limita a impresionarnos. Como un Tocqueville en el inframundo, trasciende las anécdotas para abrirnos los ojos a su significado, a lo que dicen para nosotros. Y dicen mucho, porque el pavoroso panorama de la infraclase británica tiene para él relación directa con unas fuerzas culturales e ideológicas que están en pleno vigor en todo occidente.
Si algo ha demostrado el siglo XX es que la linde que separa la civilización de la barbarie es no es precisamente una muralla muy sólida, sino una tapia que requiere un mantenimiento continuo. Pero tenemos unos intelectuales que, lejos de comprometerse en esa tarea, desprecian las normas sociales tradicionales, y consideran que la palabra “transgresor” es el mayor elogio concebible. El resultado, cuando esta actitud sale de su jaula dorada al mundo real de la gente común, es “la miseria moral, espiritual y emocional; placeres fugaces y sufrimiento duradero”.
No hay ningún libro de Dalrymple traducido al español, pero la mayor parte de los artículos de este libro, si no todos, se encuentran en la red: han sido publicados en City Journal, New English Review, New Criterion y The Social Affairs Unit.
En el próximo post traduzco uno.
Bienvenido al “club de admiradores” de Dalrymple.
¡Ya la has tomado con Lipovetsky! ¡Total, por ser un simple impostor intelectual! 🙂
Una página enteramente dedicada a este autor, con enlace a sus artículos:
http://blog.skepticaldoctor.com/
Wonka, podías haberlo dicho antes, que he tardado bastante en descubrirlo… la primera vez que lo vi mencionado fue a finales del año pasado, y este verano leí un artículo interesante sobre él en Revista de Libros (lo han copiado en este blog) que me decidió a leerlo. Me parece que en España es muy poco conocido y es una pena.
Clodoveo, de verdad que no me cae tan mal Lipovetsky. Hasta podría gustarme si no fuera porque (1) es un optimista antropológico (2) hace libros diez veces más largos que sus ideas. Bueno, y añadiré que (3) es francés.
Joaquín, no conocía esa página y es una mina: gracias.
El problema no es ser optimista (¡a ver qué voy a decir…!), sino el carecer de bases para serlo, que es lo que le pasa al franchute, dejándolo todo a la buena de Dios y confiándose en una “autorregulación” moral aceptada en clave relativista y laxa hasta el extremo. Pero hay que reivindicar el optimismo, que para pesimismo no hay más que enchufar la tele o abrir el periódico: ahora sí, proponiendo soluciones y alternativas a esto. Quizá lo que comentábamos por otro lado en cuanto a mínimos consensuados podría ser un punto de partida. Y desde ahí articular vías éticas compatibles y no excluyentes que pudieran solucionar este embrollo humano en el que nos movemos.
Clodoveo, ya sabía yo que te ibas a picar con lo del optimismo antropológico 😉 Pero en esto en el fondo creo nos podemos poner de acuerdo citando a Gramsci: “Cultivemos el pesimismo de la razon y el optimismo de la voluntad”. Gramsci no es santo de mi devoción, pero con esto estoy totalmente de acuerdo.
Ya me he acordado de por qué me sonaba Dalrymple: lo cita mucho Laudator temporis acti, blog de los que sigo con más interés (es el mejor blog que conozco sobre temas literarios grecolatinos, pero no sólo).
Puedes echarle un vistazo:
http://laudatortemporisacti.blogspot.com/search?q=dalrymple
Yo veía el nombre de Dalrymple repetidas veces, pero nunca llegué a leer nada. Me animaré ahora.
Vaya, veo que el club de fans es amplio… gracias por la referencia, Ángel.