Optimismo antropológico (antes y ahora)

Si uno levanta la vista de los acontecimientos pedestres de cada día (nuestra rastrera política, nuestra anémica –y anómica– vida cultural…) e intenta hacerse una idea de conjunto de qué nos pasa, acaba llegando, por muchas vías diferentes, a una misma conclusión: lo que nos pasa es que estamos viviendo el fracaso del proyecto de la Ilustración.

Aquellos philosophes de peluca empolvada y cajita de rapé tenían fe en el hombre. Creían que no era ni un niño desvalido ni un ángel caído. Y había llegado el momento de que alcanzase la mayoría de edad, para convertirse en un adulto civilizado y razonable. Bastaba para ello que se atreviera a saber: ¡sapere aude!, proclamó Kant, y los ecos de su proclama resuenan hasta hoy.

Los barbudos victorianos, con su inquebrantable fe en el progreso, fueron sus herederos. Europa conquistó el mundo, el saber trajo el poder, y el poder la riqueza. Pero el hombre del siglo XIX, ese optimista antropológico, en realidad no se atrevía a saberlo todo. Había una mitad oscura en su interior a la que no se atrevía a mirar. Así, el siglo de los imperios coloniales, del vapor y de la electricidad fue también el siglo de la hipocresía. Ante todo lo turbio, ante todo lo instintivo y sobre todo, ante el innombrable sexo, el barbudo sólo sabía mirar a otro lado. Precisamente su optimismo, su ilimitada fe en la luz de la razón, tenían la contrapartida de negar todo lo que fuera opaco a ella. No tenía nada que hacer con lo que quedaba a la sombra, sólo negar su existencia y esperar que así desapareciera

Hasta que llegó Freud. En palabras de Stefan Zweig:

Durante todo un largo y horrible siglo esta cobarde conjura de silencio “moral” domina Europa. Entonces, de repente, una voz lo rompe. Un día, sin ningún propósito revolucionario, un joven médico se levanta en el círculo de sus colegas y, partiendo de sus investigaciones, habla de la naturaleza de la histeria, de los trastornos, las inhibiciones de los instintos y de su posible liberación. No le hacen falta grandes gestos ampulosos (…) pero la naturalidad serena con la que constata que muchas neurosis, en realidad todas, tienen su origen en la represión del deseo sexual, provoca un miedo cerval en sus colegas.

Freud triunfó, finalmente, pero ocurrió algo curioso. Al sacar a la luz nuestra mitad oscura, lo lógico habría sido abandonar el optimismo victoriano. Si el yo consciente es sólo la punta del iceberg, si nuestro yo más real está hecho de la materia del mito y de los sueños, poco podemos esperar de la razón. No nos salvarán la luz eléctrica ni el telégrafo, ni siquiera la enseñanza universal y gratuita. Si nuestra esencia es más afín al mito que al silogismo, lo razonable es creer que sólo un mito, sólo un dios podrá salvarnos.

Sin embargo, no ocurrió eso. Más de cien años después de los Estudios sobre la histeria, la confianza en la razón se ha mantenido. La diferencia está en que ahora el sapere aude se extiende al reino subterráneo que era antes tabú. Nos hemos convencido de que si en aquellos sótanos entra ya la luz, ningún monstruo va a surgir de ellos. Así, el sexo innombrable para los victorianos puede ser una saludable diversión, que se hace (o por lo menos se cuenta) a la luz pública. A la luz, nada puede tener un lado oscuro, nada puede tener efectos secundarios, todo tiene que ser buen rollito. En definitiva, la culminación de la ilustración, que por algo se llamaba también iluminismo.

Pero, bien pensado, es una idea muy ingenua. Hemos descubierto que nuestra casa está construida sobre unos vastos subterráneos habitados por ogros y cíclopes, pero seguimos creyendo, como los barbudos victorianos, que la solución está en la luz eléctrica: basta instalarla para que salgan huyendo y no vuelvan.

El propio Freud fue el abanderado de esa actitud. Proclamó la supremacía de los instintos y el inconsciente, pero en su terapia recurrió exclusivamente a la razón. Esto, obviamente, era una contradicción, y las contradicciones se pagan: por eso el psicoanálisis es soberanamente ineficaz en la práctica (ineficacia que resulta, paradójicamente, un signo de su acierto teórico…)

En todos estos años hemos seguido profundizando en esa contradicción inicial. Hemos querido extender a lo social, donde todo se complica con imprevisibles efectos colectivos, un enfoque que ya era ineficaz en lo individual. Del optimismo victoriano hemos pasado a un optimismo que parece muy distinto, pero que está igualmente equivocado: el optimismo socialdemócrata, podríamos llamarlo.

Y así nos va.

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33 respuestas a Optimismo antropológico (antes y ahora)

  1. Agus dijo:

    Im pre sio nan te. Gracias.

  2. Sergio dijo:

    O yo no he estado al loro hasta hace pocos años, o se generalizan los ataques contra la socialdemocracia bobalicona.

    Yo soy el primero que considero que ser optimista es una aberración, pero no estoy seguro de que sea una buena idea esto de evaluar las ideologías en términos relativos. Nos sacamos de la manga que la socialdemocracia promete la felicidad para todos y el progreso perpetuo y la descalificamos porque solo consiga un cierto bienestar más o menos generalizado.

    Evidentemente hay monstruos escondidos, y está claro que no van a derrotarse con una linterna. Pero no sé si eso justifica apagar la linterna y empezar a montar aquelarres. No, la razón es solo una modesta herramienta y no puede sustituír a nuestras supersticiones. Pero mientras no tengamos algo mejor no me parece que esté de más ser razonable.

  3. josempelaez dijo:

    ¿Podrán educarse mejor durante la infancia los hábitos afectivos y las pulsiones genéticas para que la razón alumbre mejor nuestro inconsciente social?

  4. smakant dijo:

    amigo Pseudópodo, la ironía de tu comentario resalta, porque tus «razones» parecen «razonables».

  5. Javier dijo:

    Un tema que no estáis tocando es la diferencia entre una visión optimista y una actitud positiva.

    El optimismo, como visión, tiene mejor o peor prensa según la parte del mundo occidental que visitemos. En general suele ser un optimismo bobalicón como el que apuntáis en post y comentarios, pero es puramente superficial. En la acción, en muchos países occidentales predomina el derrotismo (lo que en Aragón se dice «todo esto se va a quedar en agua de borrajas») y el optimismo es pasivo: las cosas irán a mejor, pero yo no tengo que hacer nada para conseguirlo. En España esto lo padece un porcentaje muy alto de la población.

    El pesimismo pasivo (que aún es peor) es la ideología predominante entre los adolescentes, porque el cinismo y el «estar de vuelta de todo» es lo que se transmite a la generación más joven y porque, como siempre, nadie se molesta en decir que el cinismo es un defecto y no una virtud.

    El paso a la madurez en España conlleva pasar en la superficie a un optimismo un tanto escéptico, donde está simplemente mal visto dar la matraca con el pesimismo (esto lo hemos importando de los Estados Unidos), pero con un trasfondo del derrotismo nacional que tan malos resultados nos da.

    Las dos posibilidades restantes son las que parece llevar al éxito y,
    posiblemente, a la felicidad. Con éxito, me refiero al éxito como sociedad: perdurabilidad de la estructura social, firmeza ante los intentos de conquista de culturas menores, riqueza económica, etc.

    En Alemania, por un decir, la actitud sería un pesimismo activo, donde se espera poco del futuro, pero se hace un esfuerzo por aprender de los errores y planificar un futuro esperanzador. En los países anglosajones se lleva el optimismo activo, que ve un futuro relativamente claro, siempre que vaya acompañado del esfuerzo individual colectivo (esto parece un pleonasmo, pero creo que se entiende qué significa).

  6. Mari Pili dijo:

    Javier, supongo que cuando hablas de «culturas menores» te refieres a Andorra.

  7. Javier dijo:

    O a los Yanomami.

  8. pseudopodo dijo:

    Gracias, Agus 🙂

    Sergio, no seré yo quien abomine de la razón (entre otras cosas, como dice smakant, cuando escribo esto intento convencer con la razón). Lo que quiero decir es que es muy ingenuo pensar que la razón va a bastar para hacernos mejores y más felices; no basta a nivel individual y menos va a bastar a nivel colectivo. Lo que necesitamos es estar en paz con nuestros demonios interiores, y, pidiendo un poco más, que la vida tenga sentido. Cuando digo “optimismo socialdemócrata” no me refiero a la vieja socialdemocracia, que era un empeño bastante honorable, sino a los “socialdemócratas” que tenemos ahora por aquí, precisamente los que se sienten “optimistas antropológicos”, y uno tiene la impresión de que lo que les pasa es que no saben nada de la vida.

    josempelaez, precisamente uno de los dogmas de esa “socialdemocracia” (vamos a ponerla entre comillas) es que la educación es la solución a todos los problemas. Yo no lo veo así, o por lo menos, no en el sentido restringido que suele darse a la “educación”: la del colegio. La generación de mis padres, y no digamos la de mis abuelos, casi no tuvieron nada de esa educación, y sin embargo, creo que estaban mucho mejor preparados para la vida en el sentido que importa, que no es el de estar instruidos. Soportaron adversidades, fueron capaces de sacar adelante un proyecto propio y fundar una familia que funcionaba, y encontraron un sentido en todo eso.

    Yo creo que lo que nos falta es lo que tenían todas las sociedades tradicionales: un conjunto de creencias coherente en el que todo tenía un lugar y un significado; cada etapa de la vida un papel y un valor no meramente económico. O sea, la estructura social capaz de evitar la anomia, que no por casualidad enlazaba la palabreja en el post.

    Lo malo del optimismo “socialdemócrata” es que lo que propugna son derechos y libertades formales, meros contenedores en los que se supone que cada uno tiene que poner algo que dé sentido. Pero la mayoría de la gente no es capaz de encontrar un sentido por sí mismos, y la razón no sirve para nada aquí. De modo que tenemos dinero (bueno, ahora no tanto) y comodidades, pero por dentro no sabemos que hacer con nosotros mismos, y por fuera no encontramos nada que nos ilusione… pero en fin, que me estoy poniendo muy mustio. Mejor pongo dos enlaces a posts en los que traté algo de esto: uno sobre el folklore moravo y otro sobre el juego de los abalorios.

    Javier, no se me había ocurrido considerarlo desde ese punto de vista, yo estaba en el optimismo antropológico y tú has sacado a relucir el (llamémosle) caracteriológico… Probablemente al final, en el día a día es mas importante este último (lo que tú llamas la “actitud” positiva) pero yo creo que a la larga (en el “década a década”) todo se acaba tiñendo del color que pone la “visión”. Que no es el optimista, en realidad, porque al ser un optimismo bobalicón lo que deja es una desilusión de fondo. Por lo menos, aquí, no sé en Andorra 😉

  9. Instan dijo:

    Un tema muy interesante. En primer lugar estoy de acuerdo con que lo que vivimos ahora es un fracaso del programa de la Ilustración, es algo de lo que estoy convencido desde hace tiempo, y lo expresaría de la misma manera. Me alegra mucho encontrar un post en un blog que plantee el tema en esos términos.

    Sin embargo no comparto algunas de las conclusiones, aunque sí que creo que apuntas las claves del problema. En primer lugar creo que la crítica al optimismo socialdemócrata (que yo prefiero denominar progrepijismo posmoderno) no puede sostenerse si no se considera también una crítica igual de destructiva contra el conservadurismo posibilista.

    Las dos grandes familias de ideologías herederas de la Ilustración, que son los liberalismos y socialismos, parten de los mismos principios «metafísicos» básicos. Las ideas de razón y progreso, y la concepción del conocimiento científico son las mismas en ambos casos. Incluso las ideas sobre lo que son los individuos o la sociedad son las mismas.

    Creo que lo que hace que uno se defina como liberal o socialista, si realmente sabe qué significan esos términos, es algo irracional que no procede de la aceptación de unos principios básicos, sino de un componente irracional. Es decir, la elección viene dada por sentimientos, intuiciones, por la forma de ser, por aquello que subjetivamente consideramos más importante en nuestras vidas.

    Se percibe en la sociedad una crítica de sólo uno de esos ámbitos, el socialista, y se obvia sistemáticamente la crítica al otro, el liberal, cuando ambos han de considerarse igualmente desfasados. Esto en la medida en que uno u otro se correspondan con una sociedad capitalista. Y esa crítica no se basa en al razón, sino en ese componente irracional del insconsciente que los optimistas del progreso han ignorado.

    Por tanto a mí sí que me parece un fracaso de la Ilustración este estado, y que ciertamente nos negamos a reconocer esa realidad irracional.

  10. Instan dijo:

    Pero también creo que habría que matizar el concepto de la razón y que el concepto que se nos vende como ilustrado es una caricatura del romanticismo (movimiento que como sugería Berlin es la semilla de muchos de los males del siglo XX). Para hacerlo hay que tener muy en cuenta todo lo que la ciencia nos ha enseñado sobre la infinita capacidad de autoengaño del ser humano. Lo que me lleva a lo que creo que es una de las claves de la situación que comentas:

    «Yo creo que lo que nos falta es lo que tenían todas las sociedades tradicionales: un conjunto de creencias coherente en el que todo tenía un lugar y un significado; cada etapa de la vida un papel y un valor no meramente económico. O sea, la estructura social capaz de evitar la anomia, que no por casualidad enlazaba la palabreja en el post.»

    El conocimiento científico ha contribuido a dinamitar precisamente el sistema de valores tradicionales, y hay que sustituirlo con algo. Personalmente creo que lo que hemos es de convencernos de que no todo tiene un lugar y significado, y que la evidencia de ello es muy grande, pero también que la parte más irracional que llevamos dentro nos impide reconocerlo.

    Pero en cualquier caso hay que presentar ese nuevo sistema de creencias y que ese conservadurismo posibilista que tiene un origen en esa faceta irracional nuestra, como el optimismo socialdemócrata, se opone frontalmente a todo nuevo sistema alternativo. Y por supuesto lo que no se puede es sustituir las creencias en el significado profundo de las cosas por la idolotaría del mercado, como bien comentas.

    Yo soy bastante pesimista sobre lo que nos depara el futuro, porque también creo que la educación como tal no es antídoto de nada. Me estremezco sólo de pensar en hacer estadísticas a los graduados en ciencias o matemáticas y ver cuántos afirmarían que los ovnis y las psicofonías existen, cuando va en contra de todo lo que han estudiado, y todo aquello que en muchos casos aplican en su entorno laboral o profesional (tenga este que ver o no con la ciencia).

    Al final la parte más irracional que llevamos dentro, ese fantasma interior que Freud tan bien supo describir, es el que nos domina, y la única solución que veo para enfrentarnos a él es el ejercicio desapasionado de la razón mediante la ciencia. Pero cuando la sociedad se fundamenta en una ausencia de valores y en una instauración de un relativismo cínico poco se puede avanzar en esa dirección. Aquí sí que creo que el fracaso de la Ilustración es absoluto, que esto no es bueno, y que no veo solución a esta problemática.

    Espero haberme explicado bien, pero tenía muchas cosas en la cabeza y esto de escribir en la ventanita me cansa mucho últimamente porque tengo las neuronas en otro lugar.

  11. Alex dijo:

    «Recuerdo cómo, al salir de la adolescencia, abismado en lo fúnebre, vasallo de un solo pensamiento, entré al servicio de todas las fuerzas que me invalidaban. Mis otros pensamientos no me interesaban: demasiado bien sabía yo a dónde me llevaban, hacia dónde convergían. Desde el punto en que no tenía más que un problema, ¿para qué detenerme en los problemas? Como dejaba de vivir en función de un yo, dejaba a la muerte campo libre para avasallarme; de este modo, yo ya no me pertenecía. Mis terrores, mi mismo nombre, eran llevados por ella y, sustituyendo a mis miradas, me hacía ver en todas las cosas las huellas de su soberanía. En cada transeúnte discernía yo el fiambre, en cada olor, la podredumbre, en cada alegría, la última mueca. Tropezaba en todo lugar con futuros ahorcados, con sus sombras inminentes: el futuro de los otros no comportaba misterio alguno para la que los miraba a través de mis ojos. ¿Estaba yo embrujado? Así me gustaba creer. Además, ¿contra qué reaccionar? La nada era mi hostia: todo en mí y fuera de mí se transubstanciaba en espectro. Irresponsable, en las antípodas de la conciencia acabé por entregarme al anonimato de los elementos, a la embriaguez de la indivisión, completamente decidido a no reasumir de nuevo mi ser ni a convertirme otra vez en un civilizado del caos.
    Incapaz de ver en la muerte la expresión positiva de la vacuidad, el agente que despierta a la criatura, la llamada que resuena en la ubicuidad de los sueños, me sabía la nada de memoria y aceptaba mi saber. Incluso ahora, ¿cómo podría yo desconocer la autosugestión de la que surgió el universo? Protesto, empero, contra mi lucidez. Necesito realidad a cualquier precio. Sólo por cobardía experimento sentimientos; quiero, sin embargo, ser cobarde, imponerme un «alma», dejarme devorar por la sed de lo inmediato, zaherir a mis evidencias, encontrarme un mundo cueste lo que cueste. Si no lo encontrase, me contentaría con una brizna de ser, con la ilusión de que algo existe ante mis ojos o en otra parte. Seré el conquistador de un continente de mentiras. Estar engañado o perecer: no hay otra elección. Al igual que ésos que han descubierto la vida dando un rodeo por la muerte, me precipitaré sobre la primera engañifa, sobre todo lo que pueda recordarme la realidad perdida.»

    Cioran. La tentación de existir

    Ama el arte. De todas las mentiras es la menos falaz…

  12. Alex dijo:

    Estoo también me gusta:

    «Vivir significa: creer y esperar, mentir y mentirse. Por eso la imagen más verídica que se ha creado nunca del hombre sigue siendo la del caballero de la Triste Figura, ese caballero que se encuentra incluso en el sabio más cumplido. El episodio penoso en torno a la Cruz o ese otro más majestuoso coronado por el Nirvana participan de la misma irrealidad, aunque se les haya reconocido una calidad simbólica que fue rehusada después a las aventuras del pobre hidalgo. No todos los hombres pueden tener éxito: la fecundidad de sus mentiras varía… Tal engaño triunfa: resulta una rebelión, una doctrina o un mito y una muchedumbre de fieles; tal otro fracasa: no es entonces más que una divagación, una teoría o una ficción. Sólo las cosas inertes no añaden nada a lo que son: una piedra no miente: no interesa a nadie, mientras que la vida inventa sin cesar: la vida es la novela de la materia.
    Polvo prendado de fantasmas, tal es el hombre: su imagen absoluta, de parecido ideal, se encarnaría en un Don Quijote visto por Esquilo…»

  13. Ni! dijo:

    Creo que la gran diferencia entre la sociedad que surgió tras esa iluminación cultural a la que te refieres en el artículo y la actual, es que en nuestro camino hacia la conquista de plazas importantes en los aspectos sociales, culturales y científicos hemos perdido nuestro referente – los valores -, o más aún, estamos cayendo más allá del relativismo hacia el nihilismo. Creo que es a eso a lo que te refieres con «la educación» que recibieron nuestros padres, escasa en datos objetivos comparada con la actual, pero rica en experiencia de la vida, con esa información no verbal que un niño interioriza: que todas las cosas tienen un valor y hay que esforzarse para conseguirlas, que no todo está permitido, que la vida social es necesaria, que el respeto es importante… formando el pegamento con el que la estructura social que la organizaba podía resistir cualquier embestida.

    Hoy día, en la sociedad occidental, el sentido de la vida se reduce a «ser más, tener más», la escala de valores se ajusta a esos principios, ya no quedan monstruos en el armario con los que amenazarnos para que no comamos del árbol de la sabiduría (científica)… y aún así seguimos necesitando esa oscuridad, inventando fuerzas ocultas, otros mundos, civilizaciones lejanas, reencarnaciones, una vida posterior… quizá para no pensar en ello o (¡instintivamente!) evitar ese nihilismo que nos llevaría al caos si todos nos enfrentáramos a la mortalidad con la crudeza de Cioran (gran cita la de Alex).

    Me ha venido a la mente un libro de Enrique Rojas que leí hace tiempo, «El Hombre Light» en el que expresaba muy bien las características de esta sociedad vacía y desprovista de ideales. Algunas de sus frases me impactaron mucho y me gustaría compartir algunas:

    «El hombre light es sumamente vulnerable (…), vacío de valores, siempre centrado en el dinero y en el pasarlo bien, huérfano de espiritualidad, centrado en la evasión y lleno de contradicciones. (…) no se interroga por nada trascendente, que le obligue a replantearse la existencia de otro modo. (…) nada vale la pena seriamente salvo esas notas que lo definen: hedonismo-consumismo-permisividad-relativismo. (…) La enfermedad de occidente es la de la abundancia: tener todo lo material y haber reducido al mínimo lo espiritual».

    Pensar que este «hombre light» va a salir adelante por sí solo sin un cambio de perspectiva es el auténtico optimismo.

    • martin marin dijo:

      NI DÉJATE, DE JODER, ESE HOMBRE DEL QUE HABLAS, ES UN HIJO DE PUTA CON LA CABEZA LLENA DE PORQUERÍA, SI TIENE QUE APRETAR EL TIRABOMBA, NI SIQUIERA LE IMPORTA LOS NIÑOS, ES MAS , CUANDO FORNICA NO SE HACE CARGO DEL PRODUCTO FINAL. DEMOSLE GRACIA A LA CIVILISACION PEDERASTRA
      QUE NOS UNGIO CON LA ANESTECIA DE LA TV Y SUS SECUELAS.-

  14. josempelaez dijo:

    Pseudópodo, no creo que los parroquianos de por aquí pensamos que la educación se adquiere básicamente en el colegio.

    Precisado ese punto, si los de ¿más de 35-40? no tuvimos la educación actual, y ejercemos bastante influencia en la sociedad, ¿por qué estamos donde estamos? ¿Dónde nos ha llevado la educación que nos dieron nuestros esforzados padres y abuelos? ¿Quién ha traído el «optimismo socialdemócrata» que a muchos nos desagrada?

    Apuntas a que quizá falte ahora un sistema de creencias, pero a nosotros nos «encasquetaron» por activa y por pasiva uno muy completo, en lo material y en lo espiritual. ¿Será que no eran las creencias correctas? ¿Será que la ciencia no se lleva bien con muchas de éstas?

  15. Javier dijo:

    Josempelaez, planteas un tema que creo que muchos de nuestro grupo de edad (yo paso levemente de los 40) hemos pensado. Nosotros recibimos en el fondo la educación tradicional, pero la generación intermedia anterior (no nuestros, padres; digamos, nuestros «hermanos mayores») y nosotros ya estuvimos expuestos al relativismo y al nihilismo, aunque fuera solo en la forma y no nos afectara al fondo. Lo que había que aprender, lo aprendimos, pero…

    Creo que estábamos (estamos) bien preparados, pero carecemos de la creencia firme en nuestra estructura social y cuando tenemos que aplicarnos a transferir nuestra experiencia a la siguiente generación nos adherimos al sistema relativista. En resumen, aprendimos también que está mal lo que sabemos y que «hay que cambiar», pero no sabemos a qué.

    Yo esto lo vivo como profesor (no soy padre) y creo que, además de nuestra propia falta de convicciones, hay una presión clara, que no es social sino gubernamental/política. En España el problema es más grave que en otros sitios porque al pasar de la dictadura a la democracia sin molestarnos en crear sociedad civil, hemos dejado todo el proceso de decisión en manos de los más indeseables (obsérvese el Ministerio de Educación, las correspondientes consejerías y, sobre todo, las Universidades).

    Para inundar una sociedad de «malos pensamientos» (tipo «optimismo socialdemócrata») no hace falta tanta gente. Hace falta gente convencida con poder político y una sociedad desprovista de contrapesos morales que no tiene capacidad de combatir o carece de la convicción para hacerlo. Hitler y cuatro gatos convirtieron a la disciplinada burguesía alemana en nazis en menos de diez años, con muy escasa oposición interna.

    Sitios como este blog, son un desahogo y permiten por lo menos encontrarnos transversalmente y saber que no estamos solos en la catacumba aunque solo nos veamos virtualmente. El siguiente paso es más difícil: convertir estas convicciones compartidas en sociedad civil y conseguir ser un grupo de presión.

    ¿Por qué esto no ocurre? Complicado, pero los que tienen (detentan, realmente) el poder, sabían que no les interesaba la oposición y por eso la sociedad política gobernante tiene muy poco interés en la existencia de sociedad civil y quema a las siguientes generaciones con los cómodos mitos de «papá estado» y con el objetivo del «tener sin esforzarse» (nótese aquí la diferencia con la sociedad anglosajona: tener es el premio por esforzarse). A fin de cuentas, todos los españoles lectores de este blog recordaréis a nuestro infausto presidente del gobierno, nominalmente socialista de ideología, terminando una arenga a su partido con un «¡a consumir!». Sin comentarios.

  16. Alex dijo:

    No sé si el tono de lamento deba ser inevitable… Retomo a Cioran:

    «Incapaz de ver en la muerte la expresión positiva de la vacuidad, el agente que despierta a la criatura, la llamada que resuena en la ubicuidad de los sueños…»

    Incapaz. Tal vez nosotros seamos capaces.
    Tal vez podamos aprovechar este impasse donde Nada aparece; tal vez los frutos del vacío no sean tan amargos; tal vez (tomando palabras de NI!) «ese nihilismo NO nos lleve al caos si todos nos enfrentáramos a la mortalidad [a la verdad] con la crudeza de Cioran».

  17. pseudopodo dijo:

    Está tan interesante el debate que me encantaría meter baza, pero no me da tiempo. Voy a tener que imprimirme los comentarios para leerlos de vuelta a casa.

    Sólo muy rápido: instan, cierto que también los liberalismos se merecen la misma crítica de fondo (incluso se les puede aplicar con más justicia lo de que sólo te dan libertades formales pero nada que las llene con un sentido). Critico más a la «socialdemocracia» porque es lo que padecemos aquí, en la forma bobalicona de «progrepijismo» como tú dices. Precisamente por eso, porque veo muchos vicios en común a ambos lados, me temo que soy tan pesimista como tú.

    josempelaez, muy oportuna la pregunta… la he tenido en la cabeza de background desde que la he leído, pero veo que Javier me ha ahorrado bastante de la respuesta. Yo añadiría que en el caso de la paternidad, transmitir los valores en los que fuiste educado es más difícl aún que cuando se trata de la enseñanza, porque hay una presión ambiente brutal de los compañeros del colegio, los media, etc (en realidad, a tu hijo le educa toda la sociedad).

    En fin, esto era porque no me podía aguantar las ganas. A ver si luego puedo escribir algo más pensado…

  18. Sergio dijo:

    Javier, a ver si me explica eso de la cultura del esfuerzo, que yo sólo se lo había oído a Aguirre y Sarkozy y pensaba que era una excusa barata para predicar la insolidaridad. Yo pensaba que la gente en general trabaja duro si le compensa el beneficio que obtienen a cambio. ¿O es que los anglosajones se esfuerzan por amor al arte, como quien corre maratones?

  19. Javier dijo:

    Sergio, la cultura del esfuerzo no es ninguna tontería. Tanto que en España no existe: en España nos hacen gracia los pícaros, esta feo «chivarse» de que un compañero hace trampas, nadie se atreve a decir que quiere sacar buenas notas en clase (es insolidario o muestra un exceso de ambición) y, en el fondo, estamos tan acostumbrados a que gana más el que más roba que casi nadie cree de veras que si te esfuerzas te verás recompensado.

    Lo de los anglosajones a mi me tiene perplejo y no sé bien por qué lo hacen. Un colega me dio una vez una explicación bastante razonable. Los protestantes creen que si te portas bien y te esfuerzas, Dios te lo paga en esta vida dándote riquezas. En España y en general en el mundo latino, se espera que trabajes duro sin obtener beneficio inmediato ni siquiera a medio plazo (o te lo dicen, pero luego ves que no ocurre). Por eso la cultura es la del escaqueo: yo hago lo mínimo, porque para lo que me pagan…

    Respecto de lo que dices de que la cultura del esfuerzo predica la insolidaridad, pues bueno, se puede discutir de esto, pero si crees lo que dices, no hay nada que te pueda decir que te vaya a convencer. Mi punto de vista es que la mayoría de lo que en nuestra sociedad se llama solidario es simplemente bienpensante o ingenuo (wishful thinking, dicen los anglosajones) y en el fondo escapismo egoísta, pero esto es solo una opinión.

  20. pseudopodo dijo:

    Tengo que matizar lo que digo en el comentario anterior, instan. Hay otra razón por la que creo que el liberalismo es menos criticable en este aspecto (subrayo en este aspecto): que pone menos énfasis en el “progreso” que los “progresistas”, y que se mete menos en “mejorar” la sociedad desde el estado. Pero es cierto que tanto liberalismo como socialdemocracia son herederos de la Ilustración, y por eso los dos son partícipes de su fracaso. Quienes no estarían tocados por ese fracaso serían los conservadores en el sentido tradicional, como Edmund Burke, que rechazó la Ilustración –o por lo menos la Revolución Francesa- desde el principio. Pero no veo ningún partido político sensato que vaya en esa dirección. Y además creo que cuando se ha deshilachado el tejido tradicional no es nada fácil volver a tejerlo.

    ¿Qué podemos hacer? Tú apuntas al “ejercicio desapasionado de la razón mediante la ciencia”, pero también que la ciencia “ha contribuido a dinamitar el sistema de valores tradicionales”, que precisamente daba sentido a la vida. Si la ciencia quita sentido pero sólo nos queda aferrarnos a ella… pues no me extraña tu pesimismo.

    Tu postura me recuerda a la de Weinberg en un artículo que publicó hace cosa de un año en el New York Review of Books, y que se titulaba “Without God”. Lo tradujeron en el blog de Arcadi Espada, aunque bastante mal. (Por ejemplo, ponía “la visión que el mundo tiene de la ciencia es bastante escalofriante” cuando el original hablaba de “la visión que del el mundo tiene la ciencia”: “the worldview of science is rather chilling”). Copio por eso del original:

    Worse, the worldview of science is rather chilling. Not only do we not find any point to life laid out for us in nature, no objective basis for our moral principles, no correspondence between what we think is the moral law and the laws of nature, of the sort imagined by philosophers from Anaximander and Plato to Emerson. We even learn that the emotions that we most treasure, our love for our wives and husbands and children, are made possible by chemical processes in our brains that are what they are as a result of natural selection acting on chance mutations over millions of years. And yet we must not sink into nihilism or stifle our emotions.

    Weiberg sólo encuentra un pequeño consuelo en tomarse las cosas con humor, y desprecia incluso los argumentos de los estoicos como Cicerón. Al final, dice:

    Vivir sin Dios no es fácil. Pero su propia dificultad le ofrece a uno otro consuelo –que hay un cierto honor, o quizá sólo una enferma [no: dice grim, que es severa, adusta] satisfacción, de enfrentarnos a nuestra condición sin desesperarnos y sin falsas ilusiones– con humor, pero sin Dios.

    Esta visión trágica no tiene nada que ver con la superficialidad del bus ateo de los dawkinsianos. Pero es que Weinberg juega en otra división intelectual.

    Sin embargo, creo su postura, con toda su honradez, es incoherente en el fondo. Quiere afrontar el vacío con dignidad, pero ¿qué es la dignidad? En el mundo de la ciencia, que él ha adoptado como único mundo y le ha llevado a esa visión trágica, no hay tal cosa. Es una más de esas emociones que no son más que “procesos químicos en el cerebro” (Steven Pinker está escribiendo ya artículos diciendo que “la dignidad es una estupidez”). Así que lo más inteligente sería disfrutar de lo que pillemos mientras dure: lo del “hombre light” que citaba Ni!. O “precipitarse sobre la primera engañifa”, creer cualquier cosa para no perecer, como decía Cioran en la cita de Alex.

    Por mi parte, vistas las opciones, prefiero creer, pero no cualquier cosa. Desconfío de una razón que nos lleva a estas conclusiones. Si estuviéramos equivocados (y sabemos que nos equivocamos constantemente en asuntos mucho más triviales), estaríamos perdiendo mucho. Así que prefiero creer que la vida tiene sentido, a la manera de la apuesta de Pascal. También porque mi olfato me dice que no tiene sentido que la vida no tenga sentido (y como es absurdo, no puede ser: reductio ad absurdum). Me da confianza para pensar así que sé que la ciencia no implica lo que dice Weinberg. Sería muy largo explicar por qué aquí, y además ya lo hecho desde diversos puntos de vista en los posts “contra el mundo chato”, pero os recomiendo un artículo que me ha señalado JuanPablo y que se refiere, en particular, a por qué la evolución no desmiente que haya un creador ni un propósito en la creación.

    Sobre esta base, creo que tenemos derecho a creer, como diría William James, y ese es el punto de partida. Otra cosa es el contenido detallado de esas creencias. Pero ya es muy largo este comentario, y no he comentado nada sobre el tema del que hablaban antes Javier y josempelaez… a ver si mañana.

  21. Instan dijo:

    Con respecto a la primera cuestión creo que la idea de progreso subyacente es la misma en ambos casos, creo que un ejemplo claro es el de Herbert Spencer. De todos modos para mí la prueba más evidente es que un marxista como Haldane y un liberal como Dyson tengan una idea tan similar sobre el futuro de la vida en el universo. Y la verdad, me gusta más la idea de Dyson de un infinito en todas las direcciones y un futuro eterno de la vida, que la tétrica visión de Weinberg con ese universo absurdo, pero hay buenas razones para ser escéptico.

    Pero bueno, a mí Weinberg no me estimula especialmente en estas cuestiones, para eso prefiero a Bertrand Russell que es mucho más consecuente a la hora de hablar de las implicaciones morales de un universo impersonal. Además su reduccionismo es patológico. Es una chorrada afirmar, diga quien lo diga, que los sentimientos o emociones son meras reacciones químicas. Lo que la ciencia cada vez nos deja más claro es que estamos ante fenómenos emergentes en el sentido que anticipaba John Stuart Mill y que ahora defiende físicos como Anderson o Laughlin. Creo que un poco más de rigor intelectual por parte de algunos afamados científicos sobre estas cuestiones no vendría mal.

    A mí lo que me inquieta no es que todo tenga un sentido, sino que de tenerlo ese sentido no existirá en términos humanos, y que no sería una experiencia agradable el conocerlo. Lo mismo puede decirse de la idea de Dios, la cuestión no es que no exista, sino que exista y no sea lo que nosotros deseamos que sea, sino todo lo contrario. Ese es el pilar del pensamiento de Russell sobre el tema, pero como era muy astuto, pasaba de largo por la cuestión, pero estoy convencido de que era lo que pensaba realmente.

    Para resumir y terminar de exponer mi punto de vista, creo que lo que tenemos en frente es una fuerte evidencia en contra de todo antropocentrismo, y creo que todo lo que descubramos sobre nosotros mismos no nos hará mucha gracia. Creo que hemos sustituido el «Dios creó al hombre a su imagen y semejanza» por «el hombre es la medida de todas las cosas», y es algo que de forma inconsciente sabemos que no es cierto, de ahí que vivamos en una sociedad falta de ideas, valores, aspiraciones, etc.

    Por cierto, no creo que la sociedad actual sea nihilista sino solipsita, que es mucho peor.

  22. Alex dijo:

    Si ni el dogmatismo (religioso o científico o ideológico) ni el nihilismo son aceptables (¿o lo son?), ¿cuál es la alternativa? ¿en qué dirección apuntamos? ¿hay un «camino medio»? ¿cuál sería su funadmento? ¿puede una cultura sostenerse sobre bases no dogmáticas?

  23. Sergio dijo:

    Javier, muchas gracias por responder. Solo aclarar que yo no defiendo que la cultura del esfuerzo predique la insolidaridad. Lo que digo es que la cultura del esfuerzo no existe en ninguna parte del mundo (salvo si se quiere en algunos individuos fanáticos que a mí también me dejan perplejo) y que el discurso de la cultura del esfuerzo (que sí existe) simplemente se utiliza para justificar las desigualdades sociales.

  24. Héctor M dijo:

    Me ha costado entender un poco el post (a mi el término razón me parece un poco esquivo) pero los comentarios me lo han aclarado un poco. Creo.

    La idea tan cara a Dawkins o Sagan de que dios no existe y aquí no pasa nada, más bien todo lo contrario, ahora estamos mejor; siempre me ha parecido extraña, como si alguien me dijera que toda su felicidad radica en ir diariamente a trabajar en una oficina rellenando informes.

    Lo que me extraña es el apunte de Weinberg, por lo poco que le he leído le había clasificado como aún más sectario, en el sentido de reconcoroso con los religiosos, que el propio Dawkins.

    No sé si compartida la idea pero para mi el sentido de la vida está muy relacionado con el concepto de vocación de un catolicismo que, no obstante, y, aprovechando que el río pasa por Pisuerga, se ha excedido en racionalizar todo el ámbito religioso (pensemos en el tomismo) al punto de que es ya una doctrina que, a ratos, parece pretenderse omnicomprensiva.

    Ahora bien, yo, en general, más que una crisis, efectivamente, veo un optimismo entendido en un «tirar palante y que sea lo dios quiera» y esto se ve, especialmente, en los valores que más que en crisis, los veo en un proceso inflacionario. Ejemplo, ya no sólo los humanos deben tener derechos, sino que también deben tenerlos los grandes simios, los ya veremos, etc.

    Con las minorías, pasa lo mismo. Al principio se las empieza a promocionar coactiva (gesto típicamente socialdemócrata) pero tímidamente para facilitar su inclusión en la sociedad pero para final y realmente privilegiarlos en todo tipo de ámbitos triviales (como la dirección de cine) y a todo tipo de minorías arbitraria y sectariamente escogidas (como las mujeres) que a fuerza de tutelarlas lo que realmente se hace es infantilizarlos, o sea, tratarlos como a seres dependientes.

    Y sobre todo, que todo esto es un no parar: ¿dónde está el límite de la extensión de derechos humanos? ¿y de las tutelas vía subvención? Etc.

    Se ha perdido una brújula, tengo la sensación, y lo sensato, cuando menos, es hacer entonces como los marineros de antaño: No alejarse demasiado de la empírica costa

    Espero no haberme desviado mucho del asunto…

  25. josempelaez dijo:

    Sobre la existencia de la cultura del esfuerzo me gustaría referirme a un escenario pasado que, siendo simple para que se «autoexplique», creo que está relacionado significativamente (teoría de la lenta evolución de las especies) con nuestro presente como para que las conclusiones que extraigamos nos sean también aplicables (me formé como ingeniero 🙂 Hace 15.000 años, en una tribu de cazadores y recolectores, el que no se esforzaba para correr, esconderse, etc. terminaba siendo devorado por las fieras. ¿Existía entonces la «cultura del esfuerzo»? ¿Se daba de leches con la solidaridad? ¿A quién se ayudaba?, ¿a los que no podían correr, a los que no querían correr o a todos los semejantes?

    Sobre la ilustración científica y los valores que dotan de sentido a la vida quiero apuntar otra cosa. Cuando leí la Ética para náufragos de JA.Marina me gustó el paralelismo que establecía entre las sensaciones, que aportaban evidencias para la ciencia, y los sentimientos, que aportaban evidencias para la ética. Este autor distinguía bien entre las morales (relativismo cultural o individual) y la ética (valores fundamentados en la raíz de nuestra naturaleza). Creo que el método científico (objetividad, inteligibilidad y dialéctica) también puede servir para avanzar en la catalogación de los valores. Diferentes esquemas de éstos conducen a resultados distintos, pero unos nos aproximan a las metas humanas más que otros.

    Una de mis conclusiones de lo que llevo leído en esta entrada es que el conocimiento y pensamiento actuales nos permiten ir más allá del legado de los ilustrados que sembraron el socialismo y el liberalismo. ¿Sólo tenemos ahora dos opciones / visiones? ¿Qué hemos aprendido de la globalización en tiempo cuasi real? ¿Se nos ha olvidado el mezclar y remezclar lo mejor, lo más útil, lo más valioso… de los criterios, valores, creencias… de cada lugar?

    En la línea apuntada por Javier, y tratando de encontrar una salida, ¿podremos los parroquianos de Pseudópodo enrolarnos en una especie de ilustración emocional? (que no reduzco a reacciones químicas cerebrales, aunque algunos sean capaces de describirlas en estos términos 😉

  26. pseudopodo dijo:

    instan, es cierto que pudiera ser que existiera Dios y que resultara ser algo muy distinto de lo que queremos que sea; es una posibilidad que no sé por qué casi nunca se plantea… por lo menos fuera de la ciencia ficción (el debate público siempre es entre creyentes ortodoxos y ateos igualmente ortodoxos). Realmente, pensar que a Dios le importamos es una cuestión de fe, no hay mucho que decir sobre ello excepto que te resulte más o menos convincente o atractivo el testimonio de quienes lo dicen.

    Y en realidad lo que nos importa es eso, que a ese Dios le importemos, porque si se trata de un dios impersonal, panteísta por ejemplo, pues bueno, es más bonito que el mecanicismo reseco pero al final tampoco hay tanta diferencia: es como si te dijeran que en la muerte tu yo se funde con el océano universal en vez de de-sa-pa-re-cer; suena bien, pero si te fundes, en realidad desapareces. Yo, como Unamuno, lo que quiero es seguir siendo de alguna manera yo.

    Es un poco lo mismo con lo de los pensamientos como “meras reacciones químicas” o como fenómenos emergentes. Lo segundo es mucho más interesante y mucho más correcto, seguramente, pero al final no hay tanta diferencia. He leído varias cosas de Fritjof Capra, por ejemplo, en esta línea, y todo parece muy interesante, pero al final, por muy sutiles que sean los procesos emergentes, el “holismo” no me resulta muy consolador. Aunque quizá no lo he pensado lo suficiente.

    Héctor, a lo mejor era demasiado literario el post, pero la idea se resume en que seguimos siendo unos ingenuos que no hemos digerido el gran descubrimiento de Freud: que la razón no es quien está al mando en nosotros cuando se trata las cuestiones más importantes, las “existenciales”, podríamos decir. Por eso hay mucho de ese optimismo inmaduro de “tirar palante”, pero eso no quita que no esté agotada el proyecto de la Ilustración, sólo que la gente no se ha dado cuenta.

    Se me ocurre que somos como unos ricos venidos a menos que siguen viviendo en su gran caserón sin darse cuenta de que están en la ruina. Como una de esas familias de la nobleza rusa en Guerra y paz. Organizan bailes y cenas de caridad, invitan a la alta sociedad y gastan lo que no tienen. No saben nada de economía, no entienden que se les ha acabado el patrimonio y el dinero no se puede crear porque sí, sólo por quererlo. Nosotros seguimos viviendo en el caserón lujoso pero decrépito de la ilustración. En vez de invitar a fiestas, invitamos a todo el mundo a nuevos derechos, porque somos muy generosos y tenemos un gran corazón. Pero el problema es que no tenemos un capital moral con el que pagar esos derechos. No sabemos nada de ética (de la economía del espíritu), no entendemos que no se pueden crear nuevos derechos porque sí, con sólo quererlo.

    josempelaez, yo también leí ese libro de Marina y me gustó. Creo recordar que defendía que la ética era la mayor empresa creativa de la humanidad, y la dignidad (eso que Pinker dice que es una estupidez) es nuestro mayor invento. Marina es muy listo y escribe muy bien (demasiado bien, para mi gusto, como le pasaba a Ortega), y su postura tiene la virtud de subrayar que todo lo que más valoramos, la civilización, en definitiva, es un logro que no se nos ha dado gratis y que hay que esforzarse por mantener y renovar.

    Pero en el fondo, recuerdo que le veía un defecto: la dignidad debería ser un descubrimiento, no un invento. Es decir, debería ser algo objetivo. Si no, cualquiera puede decir que no compra nuestro invento, y la hemos fastidiado. Esto me parece que lo deja de lado Marina, y es un punto esencial en este mundo posmoderno, muticultural, etc. Creer en una dignidad objetiva es creer en algo sobrenatural, y en el fondo, para mí, es creer en lo esencial del cristianismo. En este punto, en definitiva estoy de acuerdo con el análisis que hace Ratzinger en “La crisis de las culturas” (un ensayo publicado con otros dos en “El cristiano en la crisis de Europa”, un librito de 100 páginas muy legible). Viene a decir que la Ilustración quiso definir unas normas morales válidas “aun en el caso de que Dios no existiera”. Pero “ni siquiera el esfuerzo sobrehumano de Kant pudo crear la necesaria certeza compartida”. ¿Qué hacer entonces? Ratzinger propone dar la vuelta al planteamiento ilustrado: ya que ha fracasado el intento de hacer una moral como si Dios no existiera, intentemos vivir como si Dios existiera aunque no seamos creyentes. Que es lo que proponía Pascal después de decir lo de la apuesta, y en este contexto es una solución pragmática: si echamos de menos la norma moral, quedémonos con la norma moral, aunque no nos quedemos con la religión.

    Por cierto, que lo que dices de que la “objetividad, inteligibilidad y dialéctica” científicas nos pueden ayudar para reconstruirnos moralmente me parece muy cierto. En particular: casi todas las tonterías del “progrepijismo posmoderno” se caen por tierra leyendo La tabla rasa de Steven Pinker (sí, del que tan mal he hablado antes…)

    Otra cosa: sigo quedándome con las ganas de hablar de lo de la “transmisión cultural” del sistema de valores y por qué fracasamos en ello, etc. Pero me parece que no me va a dar tiempo nunca.

    Y, oye, lo de la ilustración emocional… pues un poco para eso venimos a este bar, no 😉

  27. Vicente dijo:

    Muy interesantes el post y los comentarios. Sin embargo, lo último que ha escrito pseudópodo «…ya que ha fracasado el intento de hacer una moral como si Dios no existiera, intentemos vivir como si Dios existiera aunque no seamos creyentes…» no me parece posible. Si no tenemos la fe ¿Qué nos impedirá cuestionar una norma moral si, en el fondo, sabemos que es autoimpuesta y no emana de lo absoluto?

    Por otro lado, no he leído el libro de Pinker pero tengo otro suyo (Cómo funciona la mente) que creo expone en esencia lo mismo por las referencias que tengo y parece bastante cuestionable cuando se lee antropología cultural -básicamente, Marvin Harris. No creo tampoco que los antropólogos culturales que defienden una extrema moldeabilidad de la conducta tengan la razón absoluta, pero creo que Pinker está en el extremo opuesto y al compararlos chirríam ambos.

  28. Pingback: La caja del problema de los políticos « Blog de JoseMPelaez

  29. martin marin dijo:

    Lamentablemente, para nuestra humanidad, ellos existen. Le puedo asegurar, pues, soy testigo, de echo, He visto en diferentes oportunidades,
    en diferentes épocas:3 de enero de 1993 y hace 3 invierno atrás, Vi perderse entre las brumas uno de mas de 20 metros. Su silueta vestida de Gladiador sobresalía del fondo iluminado de la ciudad, que todavía dormía , por ser la 5 de la mañana, yo iba de espalda a la proa, para contrarrestar, el viento frío salpicado por las rompientes olas en el casco del semirigido, en que viajaba rumbo a la pesca diaria.No bebo, ni me drogo. ni me gusta decir mentiras. Soy un Hombre grande (mas de 50 años) y me queda poco carretel, Ya que estoy muy enfermo. Si le interesa mas información. mi email es: viunciclope@hotmail.com

    • martin marin dijo:

      EN UNOS DÍAS VA A SER UN AÑO DE MI COMENTARIO, LE PIDO DISCULPA AL DUEÑO DEL BLOG POR HABERLO IRRUMPIDO. PERO EL ME DIO LUGAR. CUANDO SE EXPRESO DE LA SOCIEDAD QUE VIVE ARRIBA DE UNOS GIGANTES Y CICLOPES.
      YO NO PODÍA DEJAR PASAR POR ALTO ESTE COMENTARIO, SIN TENER QUE HACER UNA ADVERTENCIA. LA HUMANIDAD, IGNORA MUCHAS COSAS, ESTAMOS DOMINADOS,POR UN PODER ABSOLUTISTA, QUE NO PERMITE, QUE LA VERDAD SALGA A LUZ. QUE EL HUMANO TENGA EL DERECHO DE SABER DONDE VIVE Y CON QUIEN Y POR QUE O PARA QUE.
      PENSÉ QUE MIS DÍAS ERAN CONTADOS, POR LA REVELACIÓN DE MIS DICHOS, SIN EMBARGO, TODAVÍA ESTOY VIVO. ELLOS SABIAN, QUE NO CORREN PELIGRO DECIRLES LA VERDAD, EN LA CARA. A UN MUNDO, QUE NI SIQUIERA EN ELLOS MISMO CREEN, POR QUE HAY OTROS, QUE YA LE DIJERON LO QUE DEBEN CREER.
      MI CONCIENCIA ESTA TRANQUILA, CUMPLÍ A RIESGO DE PERDER TODO LO QUE MAS ME IMPORTA, POR UNA HUMANIDAD QUE ME REPRESENTA AL PIE DE LA LETRA. SOMOS UN ATO DE EGOÍSTAS, EN POS, DE NUESTRO INFIERNO.
      viunciclope@hot mail.com

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