Uno de los libros que he curioseado estas navidades es El castillo alto, la autobiografía de juventud de Stanislaw Lem. Pero no lo he leído, porque se me ocurrió abrirlo por el final, y me quedé enganchado con estas reflexiones del penúltimo capítulo:
Observemos la fotografía de unos astronautas que salen de su nave al espacio exterior. ¡Qué impropio es el cuerpo humano para el infinito!¡Qué inútil es! Refleja su absurdidad en cada movimiento (…) No es por casualidad que el astronauta adopta la posición del feto en el vientre, doblegando la cabeza, encorvando las rodillas, manteniendo los brazos junto al cuerpo; no es por casualidad que la cuerda que lo conecta a la nave parezca un cordón umbilical. Somos optimistas, dinámicos, estamos llenos de determinación y objetivos sólo cuando estamos presos por la gravedad; únicamente en la esclavitud de la gravedad nuestro cuerpo encuentra su significado y cada articulación y cada nervio tienen su uso y, por lo tanto, son bellos.
Sin solución de continuidad, Lem dice:
El objetivo natural, lo inevitable, el sentimiento de estar ante la presencia de la única solución posible de un problema, eso es lo que evocan todas las grandes obras de arte.
Resulta un poco desconcertante, pero la relación de esto con lo anterior se aclara enseguida. Miguel Ángel consiguió una de esas grandes obras de arte en la Capilla Sixtina. Pero ese éxito sólo fue posible porque se ciñó a unas limitaciones dadas por la iconografía tradicional y por el texto del Génesis. Un Miguel Ángel de hoy, tocado por el escepticismo, encontraría dilemas y paradojas a cada paso. Lem pone el ejemplo, deliberadamente ridículo, de las uñas del pie de Dios. ¿No deberían ser infinitamente largas, pues llevan creciendo toda la eternidad? Y si no lo son, ¿quién le hace la pedicura?¿O ha decidido, por Su voluntad todopoderosa, que no le crezcan?
Con esta espiral paralizante de preguntas no hay manera de pintar una escena como la de la creación del hombre. Hace falta cortar por lo sano, y eso es lo que consigue un acto de fe que dice que las cosas son así y punto; no se cuestionan, “como no cuestionamos las hojas, las estrellas o la arena sobre la que caminamos”, dice Lem.
Para poder crear es necesario todo un cúmulo de convenciones que acote la libertad. Pero esta restricción, para que funcione de verdad, tiene que ser vista como algo externo a nosotros. Esas convenciones no nos tienen que parecer convencionales. Tienen que parecernos la verdadera naturaleza de las cosas. Por eso es apropiado hablar de fe aquí. Así lo dice Lem:
Sí. Pueden existir límites sublimes fuera de la religión, pero para ello tienen que tener un estatuto sagrado; uno debe creer que son inevitables y no inventados. El conocimiento de que algo es capaz de ser completamente de otra manera, el rechazo de lo inevitable a favor de un océano de técnicas conscientes, de estilos, de dispositivos, pone grilletes a las manos y a las mentes a través de la libertad de elección. El artista, como el astronauta en el espacio ingrávido, deviene totalmente impotente, sin nada a lo que sujetarse.
En definitiva, el arte funciona gracias a un telón de fondo de convenios, que deben ser tácitos para que no parezcan convenios. Esas restricciones son las que hacen posible la creatividad. Parece una paradoja que la libertad absoluta haga imposible la creatividad en el arte (y, en realidad, en todo). Pero sólo lo parece. Porque el arte (y, en realidad, todo) es un juego, y sólo con reglas es posible jugar.
* * *
Obviamente, todo esto apunta directamente al arte contemporáneo, donde la libertad absoluta, la conciencia de que las convenciones no son más que convenciones arbitrarias, ha sepultado la creatividad en lugar de potenciarla. Pero la idea tiene mucho más alcance. Leyendo estas reflexiones de Lem, no podía por menos de acordarme de la célebre paloma de Kant, esa ligera paloma que, sintiendo la resistencia del aire al volar, se imaginaba que volaría mucho mejor aún en un espacio vacío.
La posmodernidad es, entre otras cosas, la consciencia de que todo lo que en otro tiempo se consideró la verdadera naturaleza de las cosas es en realidad una convención, algo que igualmente podría ser de otra manera. Pero lejos de liberarnos, esta libertad nos resulta excesiva, y nos replegamos en posición fetal como el astronauta de Lem. Somos como esa niña que en el jardín de infancia le decía a su profesora: “Señorita, ¿hoy también vamos a tener que hacer lo que queramos?”
La verdad es que el libro no es una autobiografía como tal sino una especie de ensayo en el que Lem expone sus ideas sobre una serie de temas, entre los que destaca el arte, a partir del recuerdo de sus experiencias de la niñez. Verás que hay más pasajes de interés repartidos por todo él. Es una joya, como todos los libros de Lem. Para mí fue el mejor literato del siglo XX.
La mejor manera de definir un arte es por los límites que adopta.
A partir del Renacimiento la pintura se sintió feliz recurriendo a una superficie plana y limitada, encuadrada, a modo de ventana sobre la realidad.
EL cine de hoy en día sigue recurriendo a dos límites impuestos hace casi un siglo: el montaje (la concatenación de fragmentos temporales de realidad) y el encuadre (el mismo marco de la pintura). Nacieron como limitaciones y solo despues se convirtieon en «reglas del juego».
No nos servirçia igual un cine circular y sin límite en la duración de sus planos porque destruría las reglas del lenguaje que hemos creado sobre esos límites.
Twitter es lo que es gracias a sus límites, limitaciones o ¿virtudes?: las relaciones no son recíprocas y hay un límite de 140 caracteres… Eliminas los límites y pierdes su esencia.
NUestra esencia son nuestras limitaciones.
Justamente del mismo parecer era Stravinsky para quien una tradición verdadera no es el testimonio de un pasado muerto; es una fuerza viva que anima e informa el presente. Esta fuerza viva sería la imaginación creadora que daría forma, según las nuevas circunstancias, a la tradición. De manera que la tradición asegura la continuidad de la creación, a sabiendas de que utilizar unos procedimientos, unas reglas, unas determinaciones culturales o tradicionales no tiene nada que ver con la sumisión a una tradición, más bien, se produce una re-actualización de los procedimientos con el fin de mantenerla viva; de este modo para Stravinsky es un error del artista abandonarse a los caprichos de la imaginación. Él, personalmente, se siente paralizado ante la infinidad de posibilidades que se le ofrecen si no se impone unos límites. Si todo me está permitido, si ninguna resistencia se me ofrece, todo esfuerzo es inconcebible: donde todo vale es porque nada vale. Solo se vence ese terror cuando se le imponen las reglas: que me den lo finito, lo definido, la materia que puede servir a mi operación, en tanto esté al alcance de mis posibilidades. (…) Mi libertad consiste, pues, en mis movimientos dentro del estrecho marco que yo mismo me he asignado para cada una de mis empresas.
Muy interesante reflexión, Pseudópodo. Ante esa libertad excesiva, parece que hay dos salidas: la posición fetal de la perplejidad o la inconsciencia desorientada. Pero yo creo que hay una tercera, que habrá que descubrir, porque ir hacia atrás (recuperar esas u otras convenciones) es inviable. Para mí, la cosa va por el «ama y haz lo que quieras» de San Agustín, pero claro, para vivir esa libertad sin que nos resulte excesiva en uno u otro sentido hace falta que la primera parte de la invitación sea una realidad en una parte apreciable de la humanidad. En ello estamos, creo yo.
Por cierto, de Lem he leído sólo [i]Solaris[/i] y me gustó bastante. Tengo pendiente leer más de él, ¿qué novela me recomiendas después de esa?
Queridos amigos,
soy un seguidor de todo lo escrito por Lem y he caído en vuestra página. Yo no daría mucha credibilidad a «El castillo alto», cuya traducción es una auténtica estafa (un buen amigo mío la hizo, y en la editorial se la piratearon). Creo que para saborear bien a Lem (en respuesta a Candelero), hay que leer «Vacío perfecto», obra fundacional de su «Biblioteca del Siglo XXI», y que es un divertidísimo libro de reseñas de libros inexistentes. También os recomiendo «El hospital de la transfiguración», que fue su primera novela, y que narra las aventuras de un médico que entra a trabajar en un hospital de locos en plena segunda guerra mundial en Polonia. De todos modos, viva Lem por muchos años.
Que buenas reflexiones Pseu! Si entendí bien, se centran en: la Creatividad; la posible Libertad creativa; la fuerza de lo sagrado; las Convenciones en la vida cotidiana como la supuesta Realidad que vivimos hoy.
A reserva de comprenderlo más a fondo, comparto el pensamiento de Lem, y conforme a tu argumentación te comento:
1. Como tu lo has mencionado anteriormente, entiendo a lo que Lem se refiere al valorar ciertas cosas como «sagrado». Parece que hoy en día, hay pocas cosas con ese sentimiento de crédito y autoridad como lo sagrado, a lo cuál, redimirse y seguir sin miramiento. Como dice Lem en tu cita, Los artistas lo recrean en, y para, su pasión creadora. Yo debo confesar que, aunque mi capacidad de admiración por personas, pensamientos y cosas, ha aumentado inmensamente, no encuentro en nada, la fuerza suficiente para inspirarme Lo Sagrado.
2. Mucho más trivial que la Paloma de Kant, a mi me has recordado a un argumento muy utilizado por teístas en discusiones con científicos escépticos; Al decir los científicos que han descubierto, inventado y re-creado la «creación», Dios les ha dicho «Bien, pero ahora haganlo con sus propios materiales, sin recurrir a mi barro y agua.» (algo así). Es decir, artístas y científicos, habrán de CREAR a partir de cosas ya creadas.
3. La Creatividad, a diferencia de lo pensado, consiste más en modificar que en inventar. La modificación es tan ingeniosa, que parece algo completamente nuevo. Véanse la cantidad de «casas» que Los arquitectos hemos sido capaces de, creativamente, re-inventar a lo largo de miles de años.
Mas comentarios, más al rato… Felicidades Pseu y Saludos a todos
Gracias por los comentarios a todos. Por fin saco un rato para contestar, aunque va a tener que ser en plan telegrama:
Alberto: buenos ejemplos, sí señor. Aunque yo creo que uno mejor aún es el del cómic (historieta, tebeo…): la estructura de viñetas, los “bocadillos”, los convenios gráficos para señalar el movimiento… todo esto, que ha tardado en desarrollarse, es lo que hace que hoy pueda haber la creatividad que hay. Hasta que no hay un lenguaje propio (que es otra manera de decir unas reglas del juego) no hay un arte. Y eso casi siempre surge de una tradición [otra cosa: te borro el comentario repetido]
Instan, me avergüenzo de decir que no he leído de Lem nada más que esto… así que, candelero, mejor tú y yo hacemos caso de los consejos de Bítico (gracias, por cierto, por las recomendaciones). Lo que dices de la salida a la libertad excesiva es cierto sin duda para el plano moral (porque también esto tiene una aplicación en ese plano); en lo que se refiere al arte, que es de lo que hablaba más directamente, no veo mucha solución más allá de acogerse voluntariamente a una tradición y serle fiel, haciendo uso creativo de la libertad, pero dentro de esas tradición. En la literatura eso sigue funcionando y se puede hacer grandes obras hoy, entre otras cosas porque los lectores quieren cosas que se entiendan y prefieren saber a qué atenerse, y eso se consigue manteniéndose en la tradición común que viene a ser todavía la de la novela decimonónica; en las artes visuales me temo que el caos es tan total que lo más que uno encuentra es gente que a título particular sigue una tradición propia. Pero esto, para los espectadores, es desorientador y agotador. Yo, por lo menos, he perdido todo interés por el arte contemporáneo, porque no me compensa aprender un código para cada artista…
Héctor, muy buena y apropiadísima la cita de Stravinsky. Y yo que pensaba que se consideraba un revolucionario… está claro que sé poco de música.
M G, creo que Lem se refiere aquí a “lo sagrado” en un sentido bastante pragmático; si yo lo entiendo bien, no alude tanto al contenido (generalmente sagrado se asocia a religioso) como a la función (una norma intocable, que no ha sido fruto de un convenio, sino que viene, como quien dice, “de lo alto”, porque las cosas son así, y que por tanto funciona como un límite con el que no se juega). Lo que sí es una idea interesante que me sugiere lo que dices es que este papel de lo sagrado se puede extrapolar fuera del arte, a la vida en general. Es decir, el papel que cumplen en el arte las limitaciones de las que habla Lem, lo desempeñaría en la vida en general los límites impuestos (ahora sí) por la religión, u otro tipo de mecanismos culturales que delimitan nuestra vida. Habría que pensar esto… Ah, y de acuerdo con tu punto 3: las modificaciones, a menudo pequeñas y acumulativas, son las que acaban dando forma a algo realmente creativo. Hay mucha mitología sobre el arte como algo divino (que crea de la nada) pero son mitos…
No sé si estoy muy de acuerdo con las relexiones de Lem. El arte pictórico es una porquería, vale, pero no creo que el motivo sea la falta de restricciones. Hoy día los artistas ven ampliado su horizonte de intereses más allá de las 3 artes plásticas tradicionales. Existe el cine, la fotografía, el diseño, hay obras maestras y genios a la hora de crear un anuncio de la Coca Cola o de preparar platos exquisitos. Es decir, el artista actual se dedica a muchas otras cosas que hace 500 años no existían y por las que hoy canaliza su genialidad. E incluso en las artes tradicionales esa decadencia estaría sujeta a discusión: ahí está la pujanza de la arquitectura, que en el XX y XXI sigue creando obras maestras, e incluso en la pintura hallamos a genios como Antonio López; por eso lo de la decadencia habría que ponerlo en cuarentena. Otra cosa es el reconocimiento social del artista condicionado por la moda, el esnobismo y la majadería social, que gusta de las chorradas pictóricas, con lo que el clasicismo de López no es «in»; pero insisto en que lo veo más bien como una desorientación específica de la pintura más que del arte en general. Es como lo que pasa en el cine: habrá muchas tontadas libérrimas de arte y ensayo al gusto del esnobismo (y de las subvenciones) cultureta, pero poco tienen que hacer ante una peli de Eastwood o un guión de House.
Posiblemente hoy Miguel Angel sería un publicista, o un director de cine: no sé. Entonces sacó su genio a través de las artes tradicionales, probablemente insatisfaciéndole todas ellas, y más que ser un genio por ceñirse a limitaciones lo fué por superarlas con un nuevo lenguaje, tan escandaloso para la época. Era un genio, y como todos los genios, un adelantado. Y pienso que hoy mismo seguiría siéndolo sin aquéllas restricciones. El que no vale y es malo, lo es con limitaciones o sin ellas, y el que vale lo mismo. I think.
Por cierto, a mí también me tienta leer algún día algo de Lem. Lástima que no se dedicase al ensayo, porque parece que sus reflexiones son muy interesantes, las comparta o no.
Los géneros son convenciones, son reglas del juego, limitaciones…
La creatividad, entonces todos de acuerdo, no es crear sin límites, pues sin límites, sin reglas, no hay posibilidad de comunicación ni de expresión artística. La creatividad es descubrir «nuevas jugadas» a partir de las reglas sabidas y aceptadas tácitamente.
De Lem, dado que sois lectores de este blog, recomiendo todo lo ensayístico y las novelas poco a poco.
Clodoveo, lo que dices creo que precisamente va a favor de la tesis de Lem: ¿por qué la pintura es una porquería y sin embargo los anuncios son tan buenos? Porque en la pintura hoy todo vale y en los anuncios no: pueden tener mucha libertad, sí, pero el anuncio tiene que funcionar y por eso tiene que atenerse a unas reglas (que están dadas por nuestra estructura cognitiva, nuestra cultura y valores, etc). En realidad, estamos de acuerdo en que es una desorientación bastante específica de la pintura, pero es porque en otras artes (cine, diseño, cómic, arquitectura, literatura…) el producto cultural (con perdón) está sujeto a unas restricciones que ponen ellas solitas esas normas. Uno, ejerciendo su libertad, puede querer escribir un monólogo interior de setecientas páginas sin puntos ni comas ni argumento, pero no se lo van a publicar porque el editor quiere ganar dinero, y gracias a eso nos libramos de ese pestiño. ¿Por qué hay tantas películas malas en el cine subvencionado? Pues porque la subvención da más libertad al creador, demasiada.
Que conste que no digo que lo que pide el público sea necesariamente bueno, es más, suele ser bastante malo, pero aún así, la restricción que impone la comercialidad es preferible a la “libertad absoluta del creador”.
Lo que dices de que un genio como Miguel Ángel lo fue, más que por ceñirse a limitaciones, “por superarlas con un nuevo lenguaje” es algo trata Lem más adelante, y decía cosas interesantes pero por desgracia tuve que devolver el libro a la biblioteca… la idea es que todo genio demuestra su originalidad forzando un poco las reglas, a veces sutilmente, de manera que sigue en su tradición pero tiene un lenguaje propio y reconocible. Y añadiría yo que entonces ha logrado realmente aportar algo y su “vocabulario” nuevo se incorpora a la tradición: se convierte en un clásico (de todas maneras, yo también creo que si Miguel Ángel viviera hoy probablemente se dedicaría a hacer anuncios o películas como Up o Lluvia de albóndigas 😉 ).
En lo que no estoy de acuerdo es en que “el que no vale y es malo, lo es con limitaciones o sin ellas”. Para demostrar que uno es bueno hacen falta unas reglas. ¿Quien es mejor, Jackson Pollock o Mark Rothko? Pues uno hace garabatos muy embrollados y otro pinta cuadros que son una mancha de un color. Ahora vengo yo y presento un lienzo blanco al que he pegado cortes con unas tijeras y ¿por qué voy a ser peor que ellos? Simplemente estamos en “paradigmas inconmensurables”. Sin embargo, si quiero pintar un cuadro dentro del paradigma de Miguel Ángel, Rafael o Leonardo, pues va a quedar bastante claro que el mío es una basura a su lado. La metáfora de las “buenas jugadas” de Alberto creo que es muy apropiada (por cierto, viene también a cuento lo de mencionar los “géneros” que es una idea muy interesante que tiene mucho que ver con esto de las normas… aunque habría que hablar bastante de esto, porque ¿podríamos decir que una película que no es muy buena –a secas- es sin embargo “muy buena dentro de un género” –por ejemplo, como película de terror- La verdad es que no lo sé…)
«Uno, ejerciendo su libertad, puede querer escribir un monólogo interior de setecientas páginas sin puntos ni comas ni argumento, pero no se lo van a publicar porque el editor quiere ganar dinero, y gracias a eso nos libramos de ese pestiño.»
Bueno, a veces sí que se publican (y se venden muy bien) ese tipo de pestiños
Estimado:
Una vez más, una mágnifica entrada.
Tal como se dijo más arriba, Stravinsky no era un tipo que se consideraba un revolucionario, era más bien chapado a la antigua. Su irónicamente revolucionaria obra, Le sacre du Printemps (La consagración de la primavera) no era sino un enorme esfuerzo de volver a las raíces de la música del campo ruso con los modernos instrumentos existentes por ese entonces (o más bien, los instrumentos de ahora)
Hace un par de días reflexionaba sobre el papel del artista en este mundo. Acá en Chile, mucha gente tiene la extraña percepción de que el artista necesariamente es una especie de transgresor por antonomasia; debe ser contestatario e ir contra toda convención, pero…
¿No que acaso esto también es una convención?
La libertad postmoderna es sencillamente aterradora, y a tal grado que quién comulga en ella sustenta su corpus teorico en una contradicción. No me parece extraño que entonces se me venga el aforismo
Perdón, no he terminado mi entrada, pero a modo de precipitado final:
Gracias a esa contradicción muchos artistas intentan moverse en el mundo, pero sus torpísimos movimientos apenas le dan para crear burdas imitaciones de «transgresiones»: apelando a lo chocante, a lo feo, a lo que derechamente daña el nervio vago… Pero, nada de eso es original…
Sigo viendo obras musicales que intentan ser burdas imitaciones de Consagración de Stravinsky, sustentadas más en la musicalidad de las palabras que salen de la boca de su autor que en su propia escencia ruidosa.
Todos los días algún genio del teatro o la danza monta alguna revisión inserte-parafilia-deseada-aquí de algún icono o personaje respetadísimo; la obra no se puede hacer respetar a sí misma y tiene que apelar a las quejas de los ofendidos con la carta de «libertad de expresión»
Y podríamos seguir.
Sinceramente, como paloma prefiero imaginar que alguna vez llegaré a sentirme cómodo en la viscosidad del aire helado. Y si al emprender mi vuelo me encuentro con que el aire ha desaparecido, cerraré mis ojos e imaginaré que existe.
Saludos y feliz año nuevo (atrasado por lo demas)
Una de las cosas que primeramente habría que definir es el alcance de las restricciones. Si me dices que lo comercial es la restricción, Van Gogh fue una castaña de pintor. Pero no creo que ésa sea la cuestión, puesto que restricciones va a haber siempre, sobre todo de carácter físico (soportes, materiales, etc); así que el que haya limitaciones es algo intrínseco al arte y a muchas más cosas, por lo que no creo que las restricciones determinen buenos o malos artistas. Y siempre habrá modas o gustos estéticos en un momento histórico determinado: o incluso gustos «de especie», si me apuras, gustos intrínsecos del hombre como tal. Y ahí es donde quería llegar con mi disyuntiva de buen y mal arte. Para anunciar una enciclopedia de arte nunca se pone a Rothko o a Pollack en la portada, sino a Miguel Angel o a Da Vinci. Y cuando se habla de la gran escultura viene antes a la cabeza la Venus de Milo que los cubos de Oteiza. Es decir, creo que sí que hay una estética universal, un conjunto de obras o de «arte» en sentido teórico que es reconocido universalmente como bello, como agradable, que llega al alma de quién lo contempla. No sé si es por su lógica, su estructura racional, si es porque tiene el número áureo o por su conexión matemática y con ello física y agradable al cerecbro racional: posiblemente, pero no lo sé. Lo cierto es que eso lo identificamos como arte bello, y quienes lo ejecutan como artistas, y hoy como ayer y mañana.
Por supuesto que si tu y yo nos ponemos a imitar a los grandes nos salen mamarrachadas, porque no sabemos captar «esa» belleza, armonía o estética que a los genios les llega al alma y que «saben» que les va a llegar a los demás. Porque tontos tampoco son, y lo que buscan es vender la pieza. Por eso tienes a gente como Dalí y Picasso que eran fenomenales artistas figurativos, con un dominio y conocimiento de lo que es una obra de arte bella, pero que a la hora de vender cuadros sabían de qué pie cojeaba el cotarro y se pusieron a tirar por ahí y de paso explotar sus delirantes personalidades. Aunque mejor que yo te lo puede explicar el famoso borrico con su cola… ;).
Sobre el cine subvencionado más creo que es malo (dejando aparte el hecho de que los directores ya sean de por sí malos) porque es subvencionado que porque dé libertad. Muy al contrario: la subvención limita la libertad, te obliga a satisfacer los gustos del subvencionador y acomoda la creatividad. ¿Qué acicate tengo para innovar, experimentar, desafiar, romper si ya tengo los garbanzos asegurados? Cuando estás jodido es cuando más le das al tarro y te arriesgas: los homínidos no salieron de Africa e innovaron porque estaban muy a gusto allí, sino porque se fastidió el clima y con ello su cómoda subsistencia. Si el clima les hubiese «subvencionado»… ¡aún estaríamos brincando por las ramas! 🙂
Seguramente esto os interesará. Es sobre Camus.
http://blogjesussilvaherzogm.typepad.com/el_blog_de_jess_silva_her/2010/01/vivir-sin-dios-y-sin-razón.html
Saludos
Alonso, feliz año 🙂 . Esa idea del artista = transgresor está aquí tan extendida como allá. Para mí es uno de los tópicos más aburridos y ridículos, pero vende mucho. Con un poco de suerte, cada vez más gente se dará cuenta del timo y nos iremos librando de esos transgresores profesionales, pero me temo que la cosa va lenta. Y sí, desde luego que eso es una convención también (pero de un género distinto a las que mencionaba Lem: esta no ayuda a la creatividad…).
Clodoveo, yo también creo que hay una estética universal, o por lo menos unos elementos universales. Eso es la base de las limitaciones de las que hablamos, y a eso se añaden las modulaciones que introducen las diferentes culturas y tradiciones. Todo eso es muy razonable y perfectamente de acuerdo con lo que dice Lem… así que vuelvo a decir que precisamente el abandono de esos principios comunes en las artes visuales es lo que hace que se hayan convertido en un fracaso (para mí al menos). Luego otra cosa que hay que mencionar es lo del dominio técnico que dices por ejemplo en Picasso y Dalí; es curioso como está desprestigiado en esta concepción “romántica” del arte, cuando siempre se lo ha considerado algo muy valioso y a mi me lo parece (debe ser la deformación profesional del científico, no sé, pero creo que hacer algo muy bien, aunque sea hacer un cesto, tiene un mérito de por sí; si se trata de dibujar en perspectiva o de pintar al fresco, más aún).
Yo creo que no solemos darnos cuenta de que la concepción que tenemos del arte es de lo más peculiar, de hecho es un mito romántico que es una anomalía histórica (en el libro de Jean Hani sobre «El simbolismo del templo cristiano» había algo interesante sobre esto, a ver si en un rato lo cuelgo). Y con un poco de suerte esa anomalía acabará por desaparecer, como el mito del artista transgresor, que es un elemento de esa concepción anómala. Claro que a ver que hacemos entonces con toda la basura que hay en los museos de arte contemporáneo (pagada con dinero público, además).
Y lo del cine subvencionado… no me acaba de convencer lo que dices. Puede que en otros casos sí, pero yo creo que en España las subvenciones no recortan para nada la libertad del cineasta (a lo mejor todo tiene una ideología bastante determinada, pero me parece que lo que pasa es que se las dan a los que tienen esa ideología), lo que pasa es que le permiten el lujo de hacer una película que sólo interesa a cuatro amiguetes…
xxx, vaya, glup, pues sí, esa novela existe y la han publicado. Y tiene delito porque hasta intenté leerla en su día; se ve que el subconsciente ha querido olvidarla… pero se la publicaron porque era García Márquez. Si vas tú con ella a la editorial, ni en broma.
M.G., sí me interesa. Ni sabía que existía ese libro: gracias.
Lem es uno de los grandes escritores del s. XX, de lo mejor sin duda. La idea de que «ciertas cosas no se cuestionan» está genialmente expuesta en La investigación, creo que sólo Lem es capaz de escribir un libro (que parece un policial) sólo para que te quedes preguntando de por vida de lo único que no habla en las más de 200 páginas, y el por qué no lo hace. Claro que no puede hacerlo… pero mejor leer el libro para experimentarlo.
Más allá del humor de Los viajes de Ijon Tichy, o Ciberíada, son libros que te puede dejar pensando sobre muchísimas cuestiones tanto científicas como psicológicas (Dennet y Hofstadter incluyeron algunos textos en «En el ojo de la mente»). Pero cuidado con Retorno de las estrellas: es uno de los libros más deprimentes que he leído, a la par de 1984 y Un mundo Feliz…
Efectivamente la creación se da siempre en y a partir de un contexto cultural determinado y el historicismo actual (la postmodernidad es otra cosa, aunque muy relacionada) implica reconocer nuestras convenciones como tales. Hasta cierto punto, podemos volver explícito lo tácito y al hacerlo, inevitablemente, lo cambiamos. Pero esta nueva conciencia solo es paralizante si uno no es capaz de digerirla. Desde luego la vida resulta más sencilla cuando uno acepta como absoluta una visión del mundo cualquiera (recuerda «la enfermedad histórica» en Nietzsche), pero yo me encuentro cómodo asumiendo los nuevos ámbitos de problematicidad que ha abierto la cultura occidental. El desprecio a la tradición es una rémora moderna. Desde la corriente hermenéutica (encuandrable dentro del pensamiento postmoderno) sin embargo, la comprensión se entiende como un diálogo desde y con la tradición y el prejuicio ha perdido cualquier connotación negativa.
Pareces sugerir que el camino es el olvido, como en las transformaciones del espíritu del Zarathustra, pero en tu caso percibo una querencia demasiado conservadora. Nietzsche afirma que para crear hay que ser capaz de destruir. El artista crea a partir de una cultura, pero casi siempre saltándose alguna convención o aportando algo que no había sido considerado hasta ese momento. Toma un juego, rompe algunas reglas y crea otras nuevas.
Te aconsejo la lectura de «Solaris». Esa inconmensurabilidad entre la conciencia humana y la del océano alienígena ejemplifica muy bien el misterio al que inevitablemente nos enfrenta el nuevo paradigma de los sistemas complejos y autoorganizados. Constatar que el Universo es creativo abre todo un abanico de preguntas a las que no sabemos por dónde hincar el diente.
Gracias por los consejos, JuanPablo y Masgüel. Definitivamente tengo que leer a Lem.
Masgüel, no sé gran cosa de la corriente hermeneútica, más allá del nombre, pero lo que dices me parece muy interesante, en cierto modo la solución al rompecabezas que plantea la “perdida de la inocencia” posmoderna. ¿A quién podría leer en esa línea?
A Hans Georg Gadamer, el fundador de la corriente. Fue discípulo de Heidegger y en cierto modo el pensamiento hermenéutico es una forma de entender a Heidegger. Su obra más importante es «Verdad y método».
Y a Gianni Vattimo, que a su ver fue discípulo de Gadamer. Es una de las figuras claves de la filosofía postmoderna. Lo del «pensamiento débil» es cosa suya. Es un ateo enamorado del catolicismo.
A mí me convencen (bueno, a Vattimo a veces hay que echarle de comer aparte). De todas formas yo me encuentro más en mi salsa con el neopragmatismo de Richard Rorty.
Claro que a ver que hacemos entonces con toda la basura que hay en los museos de arte contemporáneo (pagada con dinero público, además).
De esta estafa de proporciones elefantiásicas hablaba hace poco Rafael Argullol.
«De hecho, el arte mercantilmente hegemónico de nuestros días, y el único visible en los medios de comunicación, es un arte en el que no hacen falta artistas ni críticas ni conaisseurs, ni público si quiera, con tal de que unos subasteros suficientemente poderosos hagan visibles marcas reconocibles. El impacto de la marca, metamorfoseado en obra, es el que influirá en los pujadores millonarios y en los responsables de los «museos contemporáneos», quienes, con dinero público, contribuirán a certificar el valor artístico de lo que inicialmente en la mente de los especuladores, es una operación especulativa.(…)
Con todo, el escándalo no es tanto económico como artístico. Situado en las antípodas de la vanguardia, sin inconformismo espiritual alguno, el arte oficioso que resulta de estos mecanismos de selección es un arte acomodaticio y servil, por más que, al tener que responder a las piruetas impactantes que exige el mercado, quiera presentarse como provocador y original. Sin ningún género de dudas, las denostadas academias de bellas artes de los tiempos antiguos eran menos dirigistas que los grandes subasteros actuales, y los salones, aquellos ridículos salones que fueron objeto de las burlas de la modernidad, mucho más revolucionarios que la mayoría de nuestros museos de arte contemporáneo, tan estúpidamente arrodillados ante el poder y tan excluyentes. El escándalo no es tanto que un tiburón mal disecado, tras su transformación en obra de arte, quede valorado en 12 millones de dólares, sino que los depredadores devoren cualquier talento que trate de ir a contracorriente.»
Arte entre tiburones · ELPAÍS.com
¿De verdad cree usted que Miguel Ángel no hubiese sido un genio hoy en día porque su creatividad no estuviese «restringida» por la creencia en un cuento de hadas?
De verdad, cada vez siento menos ganas de leerle. Llega a ser empalagosa la religiosidad que rezuma este blog desde hace un tiempo. Llegué a él buscando sobre ciencia.
Que pena.
Vicente, no tengo la intención de escribir un blog sobre ciencia ni sobre nada especial, sino hablar sobre lo que me interesa, que puede variar de una temporada a otra. No sé si hay mucha religiosidad en este blog, pero de lo que estoy seguro es de que es en este post no hay ninguna. Primero, es Lem el que pone el ejemplo de Miguel Ángel, no yo. Y segundo, a lo que él se refiere (y que yo suscribo) es a la necesidad de límites para que pueda haber creación.
Si lee bien el post, verá que lo que digo (resumiendo las ideas de Lem) es que el éxito de Miguel Ángel éxito fue posible porque “porque se ciñó a unas limitaciones dadas por la iconografía tradicional y por el texto del Génesis”. Eso no tiene nada que ver con que Miguel Ángel creyera en “un cuento de hadas” o no. Así que me parece que no ha entendido lo que quería decir. Y creo que por lo menos otra vez no es que me haya explicado mal, porque los demás comentarístas sí lo han entendido.
Ok, disculpe, es cierto que lo dice Lem. Sin embargo, después de leer en cierto post suyo en el que se apoyaba en una encíclica o catecismo papal para argumentar, estoy un poco «mosca» en ese sentido.
Y lo siento si le parece suspicaz, pero llama la atención que para argumentar sobre lo indispensable de los límites para la creación, recurra a un texto en el que la religión es el ejemplo; además, la aseveración «Un Miguel Ángel de hoy, tocado por el escepticismo, encontraría dilemas y paradojas a cada paso» apoya mi sospecha.
Y, por supuesto, usted escribe en su blog lo que usted quiera. Simplemente expresaba mi desencanto. Claro que es culpa mía: creí encontrar lo que no era.
Vicente, ya veo lo del «escepticismo», no había caído. La frase también es de Lem, aunque no la entrecomillé para que no quedara farragoso. Lo de «escepticismo» se refiere aquí no a la religión sino a las normas y convenios que Miguel Ángel daba por hechos (y que incluían, eso sí, no cuestionar el relato del Genesis y su iconografía tradicional). Por si hay alguna duda, por supuesto que creo que un no creyente puede crear grandes obras de arte, faltaría más.
Lo de aquel post con meción al papa ya lo he encontrado: era un comentario en el que citaba con aprobación una idea de Ratzinger, que recomendaba a los no creyentes «vivir como si» lo fueran, como una manera de resolver muchos de los conflictos morales actuales. No era ningún catecismo sino un ensayo, quizá sacado de una conferencia. Me sigue pareciendo una idea interesante, más inteligente de lo que parece dicha así a lo bruto. Pero no es fácil de explicar en pocas palabras.
Y, de todos modos, tampoco es eso para poner a nadie mosca, ¿no? No vamos a crear un nuevo index pero al revés… 🙂
De acuerdo, le pido disculpas por atribuirle una religiosidad que quizás no tenga, o no en la medida que yo creí ver.
Lo de que me ponga «mosca» es debido al, como usted ya estará enterado, avance de las posturas religiosas que atacan a la ciencia (creacionismo, etc). No es animadversión por la religión en general.
Gracias por la aclaración.
Es la paradoja de la cometa.
La cometa esta sujeto por un hilo que la impide ir mas lejos o subir mas alto; pero si se rompe el hilo la cometa cae al suelo.