El artículo que sigue lo publicó G.K. Chesterton en 1905. Está planteado como una defensa de la familia que, a lo que parece, ya era atacada por los progresistas de entonces (supongo que, como siempre, por caduca y represiva). Es una defensa que sólo podría hacer el inimitable G.K.: paradójica, humorística, y, a la postre, profundamente verdadera. Además, es la mejor explicación de la importancia de la experiencia directa que conozco. Lo leí en 1994, y supongo que ahí empieza la corriente subteránea que acaba en los últimos posts.
El texto está estractado de Heretics; el capítulo completo en español está aquí.
* * *
La defensa más común de la familia es que, en medio de las tensiones y cambios de la vida, resulta un sitio pacífico, cómodo y unido. Pero es posible otra defensa de la familia, y a mí me parece evidente; consiste en decir que la familia no es ni pacífica, ni cómoda, ni unida.
Hoy día no está muy de moda cantar las ventajas de la comunidad pequeña. Se nos dice que debemos lanzarnos a por grandes imperios y a por grandes ideas. Hay una ventaja, sin embargo, en el estado, en la ciudad o en el pueblo pequeño que sólo los que quieren ser ciegos pasarán por alto. El ser humano que vive en una comunidad pequeña vive en un mundo mucho más grande. Sabe mucho más de las variedades feroces y las divergencias inflexibles de los hombres. La razón es obvia. En una comunidad grande podemos elegir nuestros compañeros. En una comunidad pequeña nuestros compañeros nos vienen dados. Así en todas las sociedades grandes y altamente civilizadas se forman grupos fundados sobre lo que se llama simpatía y que silencian al mundo real de modo más cortante que las puertas de un monasterio. (…)
Si mañana por la mañana una enorme nevada no nos dejara salir de la calle en que vivimos entraríamos de repente en un mundo mucho más grande y mucho más insólito que cualquier otro que hayamos imaginado. Pero todo el esfuerzo de la persona moderna típica es huir de la calle en la que vive. Primero inventa la higiene moderna y se va a Margate. Luego inventa la cultura moderna y se va a Florencia. Después inventa el imperialismo moderno y se va a Tombuctú. Se marcha a los bordes fantásticos de la Tierra. Pretende cazar tigres. Casi llega a montar en camello. Y al hacer todo esto está todavía esencialmente huyendo de la calle en la que nació; y siempre tiene a mano una explicación de esta fuga suya. Dice que huye de su calle porque es aburrida. Miente. La verdad es que huye de su calle porque es demasiado excitante. Es excitante porque es exigente; es exigente porque está llena de vida. Puede visitar Venecia tranquilo porque para él los venecianos no son nada más que venecianos; los habitantes de su propia calle son hombres y mujeres. Puede quedarse mirando a un chino porque para él los chinos son algo pasivo que hay que mirar; si se le ocurre mirar a la vieja señora en el jardín de al lado, la anciana se pone en movimiento. Está forzado a huir, para decirlo en breve, de la compañía demasiado estimulante de sus iguales-de seres humanos libres, perversos, personales, deliberadamente diferentes de él-. (…)
Nos hacemos nuestros amigos; nos hacemos nuestros enemigos; pero Dios hace a nuestro vecino de al lado. De ahí que se nos acerque revestido de todos los terrores despreocupados de la naturaleza; nuestro vecino es tan extraño como las estrellas, tan atolondrado e indiferente como la lluvia. Es el Hombre, la más terrible de todas las bestias. Por eso las religiones antiguas y el viejo lenguaje bíblico mostraban una sabiduría tan penetrante cuando hablaban, no de los deberes con la humanidad, sino de deberes con el prójimo. El deber hacia la humanidad puede tomar a menudo la forma de alguna elección que es personal y aun agradable. Ese deber puede ser un interés nuestro; puede ser incluso un capricho o una disipación. (…) Puede que estemos hechos de tal forma que nos encanten los lunáticos o que nos interesen especialmente los leprosos. Puede que amemos a los negros porque son negros o a los socialistas alemanes porque son unos pedantes. Pero hemos de amar a nuestro vecino porque está ahí -una razón mucho más alarmante para una obra mucho más seria-. El vecino es la muestra de humanidad que de hecho se nos da. Y precisamente porque puede ser una persona cualquiera, nuestro vecino es todo el mundo. Es un símbolo porque es un accidente. (…)
Ahora bien, de la misma manera que este principio vale para el imperio, para la nación dentro del imperio, para la ciudad dentro de la nación, para la calle dentro de la ciudad, vale también para la casa dentro de la calle. La institución de la familia debe ser ensalzada precisamente por las mismas razones que la institución de la nación, o la institución de la ciudad, son en este respecto ensalzadas. Es bueno para un hombre vivir en una familia por la misma razón que es bueno para un hombre ser asediado dentro de una ciudad. Es bueno para un hombre vivir en una familia en el mismo sentido en que es algo hermoso y delicioso para un hombre ser bloqueado por una nevada en una calle. Todas estas cosas le fuerzan a darse cuenta de que la vida no es algo que viene de fuera, sino algo que viene de dentro. Sobre todo, todas ellas insisten sobre el hecho de que la vida, si es de verdad una vida estimulante y fascinante, es una cosa que por su misma naturaleza existe a pesar de nosotros. Los escritores modernos que han sugerido, de manera más o menos abierta, que la familia es una institución mala, se han limitado generalmente a sugerir, con mucha amargura o patetismo, que tal vez la familia no es siempre algo muy conciliador. Pero, qué duda cabe, la familia es una institución buena precisamente porque no es conciliadora. Es algo bueno y saludable precisamente porque contiene tantas divergencias y variedades. Es, como dice la gente sentimental, un pequeño reino y, como muchos otros reinos pequeños, se encuentran generalmente en un estado que se parece más a la anarquía. Es precisamente el hecho de que nuestro hermano Jorge no está interesado en nuestras dificultades religiosas, sino que está interesado en el «Restaurante Trocadero», lo que da a la familia algunas de las cualidades tonificantes de la república. Es precisamente el hecho de que nuestro tío Fernando no aprueba las ambiciones teatrales de nuestra hermana Sara lo que hace que la familia sea como la humanidad. Los hombres y las mujeres que, por razones buenas o malas, se rebelan contra la familia, están, por razones buenas o malas, sencillamente rebelándose contra la humanidad. La tía Isabel es irracional, como la humanidad. Papá es excitable, como la humanidad. Nuestro hermano más pequeño es malicioso, como la humanidad. El abuelo es estúpido, como el mundo; y es viejo, como el mundo.
No hay duda de que aquellos que desean, correcta o incorrectamente, escapar de todo esto, desean entrar en un mundo más estrecho. La grandeza y la variedad de la familia les deja desmayados y aterrorizados. Sara desea encontrar un mundo que consista por entero en teatros; Jorge desea pensar que el «Trocadero» es un cosmos. No digo ni por un momento que la huida a esta vida más limitada no sea lo correcto para el individuo, como tampoco lo digo de la huida a un monasterio. Pero sí que es malo y artificioso todo lo que tienda a hacer a estas personas sucumbir a la extraña ilusión de que están entrando en un mundo que es más grande y más variado que el suyo propio. La mejor manera en que un ser humano podría examinar su disposición para encontrarse con la variedad común de la humanidad sería dejarse caer por la chimenea de cualquier casa elegida a voleo, y llevarse tan bien como sea posible con la gente que está dentro. Y eso es esencialmente lo que cada uno de nosotros hizo el día en que nació.
En esto consiste verdaderamente la aventura romántica, especial y sublime, de la familia. Es romántica porque es «a cara o cruz», porque es todo lo que sus enemigos dicen de ella, porque es arbitraria, porque está ahí. En la medida en que un grupo de personas haya sido elegido racionalmente habrá cierta atmósfera especial o sectaria. Cuando se eligen de manera irracional entonces uno se encuentra con hombres y mujeres sin más. El elemento de aventura empieza a existir; porque una aventura es algo que, por naturaleza, viene hacia nosotros. Es algo que nos escoge a nosotros, no algo que nosotros escogemos.
Adam Curtis (el mejor documentalista que conozco), trata este tema en «The trap», una de sus series. En concreto discute la forma en que R.D. Laing utilizó la teoría de juegos para estudiar las relaciones estratégicas y de poder que se dan en el ámbito familiar. Laing llegó a la misma conclusión que Chesterton, «la familia no es ni pacífica, ni cómoda, ni unida», pero Curtis critica que su análisis estaba contaminado por la paranoica lógica de la confrontación propia de la guerra fría.
Aquí el fragmento:
Con Curtis, yo supongo que ni tanto, ni tan calvo.
Ohhhhh! ¡Qué bonito! Tan bonito como el comunismo (en teoría).
Cómo se nota que usted no ha tenido que sufrir desprecios arbitrarios, humillaciones por naderías y demás relaciones «profundamente humanas» por parte de sus propios progenitores cuándo más necesitaba su apoyo por agresiones de otros humanos menos próximos.
Pero, en fin, así tenemos el mundo que tenemos; aunque, por mí, podrían esterilizar a todo el mundo hasta que demostrase que posee condiciones adecuadas para ser padre o madre.
No defienda usted el mal que le pueden causar a otros y usted no ha sufrido, que afecta a otros, no a usted.
Pues yo pensaba que una mejor razón era que si se descongojara el nido familiar uno estaría expuesto desde lo foráneo a influencias acaso más truculentas. La familia no me parece un grupo tan azaroso como lo pinta este filosofastro. La sangre a veces pesa más que las uniones afectivas de turno; este lazo de consanguinidad de alguna forma garantiza una afinidad por default, así que no me parece lícita la comparación del hermano o hermana con la del vecino.
Ni siquiera estoy de acuerdo con que una comunidad pequeña sea ventajosamente diversa. De donde vengo muchos de quienes brindan las perspectivas más frescas son precisamente los extranjeros (hablando, bueno, en un sentido más amplio, no refiriéndome únicamente al asunto de la nacionalidad) o aquellos que lo han sido afuera (gente que ha salido para luego regresar). Además, encontrar la gente correcta no es una tarea fácil ni siquiera para quienes pueden permitirse explorar un mundo más amplio. Y en esa misma línea, creo que uno de los retos de la vida es quizás encontrar un mundo ad hoc.
Me sorprendes Pse! Ya lo ves, lo volviste a hacer. Uno pensando que tus deliberaciones iban por un lado, y resulta que has terminado sacandome de mi comfortable burbuja, proyectandome a no sé que otra endiablada burbuja…
Yo iba a comentarte por la razón que tienes, y lo intresante que resulta, de como entendemos algunas cosas de repente, y luego nos damos cuenta que lo habiamos estado empezando a entender desde hace tiempo, bajo otras experiencias. Yo iba a comentarte que buena parte de la construcción de mis conocimientos, y preferencias filosóficas (por así decirlo) está formada por las letras de los músicos que escuchaba desde muy joven, y no exclusivamente de mi formación académica. Al re-escuchar aquellos grupos me digo… ah, esto es a lo que se referían en esta estrofa…
Aqui lo alarmante sería saber que tanto se me ha acondicionado por los gustos musicales, ya que era la estética musical, la principal razón de mi preferencia, y no la filosofía de las letras, ya que no las entendía realmente bien. (los grupos eran Rush, Yes y Pink Floyd)
Sobre la, no tan comfortable, argumentación de CHESTERTON a la que me has conducido (gracias por eso)… es incomodamente cierto. Huímos de la más compleja situación, la vecindad, y muchas veces también, de la familia, donde exista tal vez, el universo más extenso. Saludos
Pues siguiendo el razonamiento de Chesterton, si considero al estado como una familia colosal, los grupos de opinión vienen a formar sendos miembros familiares. Llevará razón si son grupos de presión, como muchas veces se ve. No obstante, en una sociedad donde pesa más la opinión personal a la colectiva, el mundo grande es una oportunidad de conocer a más seres auténticos. Curiosamente, este caso anterior sí tiene que ver con la extensión de la cultura que mencionas en la entrada anterior.
Además, como apunta Vicente, no es lo mismo que cada miembro de la familia le interese cierta afición e ignore la de los demás, a que considere que estas no sólo son malas, sino que también hace malos a sus familiares. Cuando se da este caso, siempre habrá elitismo: o el individuo cambia (por sí o por fuerza), o se va de su casa.
Quark Schiz también habla bien: La familia no me parece un grupo tan azaroso como lo pinta este filosofastro. La sangre a veces pesa más que las uniones afectivas de turno; este lazo de consanguinidad de alguna forma garantiza una afinidad por default, así que no me parece lícita la comparación del hermano o hermana con la del vecino.
Además, los miembros de una familia suelen tener mucho más en común de lo que están dispuestos a admitir. Y en los casos excepcionales, puede ocurrir como en el dicho Más vale malo conocido que bueno por conocer.
Por cierto, Vicente, ¿acaso insinúa usted que el comunismo no es bonito en la práctica? ¡Vigile lo que dice, o me veré obligado a enviarle a Willy Toledo para que lo convenza de las virtudes de Cuba!
Fuera bromas, te aseguro que Pseudópodo no defiende el mal gratuito.
En fin, sin llegar a lo que dice Vicente, comparto la visión de que la familia está bastante sobrevalorada. Eso no significa que uno no quiera a sus hermanos, padres, etc… pero es mejor quererlos sin depender de ellos y sin que ellos dependan de ti (dentro de la vergüenza torera, claro). Y si se tienen hijos, ay, si se tienen hijos. Mejor buscarse argumentos como los de esta serie de entradas y muchos otros a ser posible, todos los que se puedan, para entender que han salido como han salido y no de otra forma…
No demonizo a la familia, al contrario: es «vital» en muchos sentidos. Lo que me parece un argumento cuando menos «cándido» (no digo cínico porque no parece ése el tono del post) para defenderla es considerarla como «campo de entrenamiento» para las relaciones que después se entablarán con otros seres humanos. Pienso que debe ser la que fortalezca frente a lo que vendrá después.
Lo único peor que la familia es no tener familia.
Pero como resumía impecablemente un chiste gráfico que se me quedó grabado: «Qué bonito es recibir noticias de la familia… Eso es que está lejos».
Sin cinismo: Lo bonito es que esté lejos, y lo bonito es que exista y compartir noticias, chismorreos y vacaciones con ella. Y un lenguaje y unos dichos comunes, que son tanto como el parentesco de sangre.
A Chesterton yo creo que se le nota lo poco padre de familia que era en que no distingue entre la familia de origen y la que formamos -quizá- cuando somos adultos. En la de origen somos subditos de una monarquía, aunque quizá súbditos rebeldes o golpistas (con el tiempo). En la nuestra somos el presidente, o el monarca, o el corregente. La situación se parece bastante poco.
También se le nota a Chesterton lo victoriano que era en su absoluta negativa a ver la verdadera maldad y la verdadera locura humana, por mucho que los victorianos presumieran de prosaicos y realistas y Chesterton en particular (lo monstruoso y enloquecido le atraía mucho, pero lo trata siempre desde la orilla y metiendo un dedo del pie como mucho): se pueden hacer chistes y paradojas con las disfuncionalidades, diferencias y problemas de convivencia de las familias normalitas en tiempos normalitos y entornos cómodos. A quien le haya tocado el abusador, el psicópata, el abandono o la incompetencia extremas, no le harán gracia las bromas ni las paradojas.
Lo más importante de este texto no es, a mi parecer, precisamente la defensa paradójica de la familia como un remanso de guerra (valga la expresión). Es algo más allá, más esencial, en que se se apunta al hecho dado, aquello que es al margen de nuestra voluntad y con lo que nos tenemos que entender (si podemos). Es lo mismo que Lewis, en esos terribles papeles titulados Una pena en observación, decía -elogiosamente- del matrimonio: tener enfrente al «otro» en su terrible otredad: algo diferente de nosotros, resistente, real, en una palabra.
Tal vez algunos estén mal Interpretando un poco a Chesterton… creo que su punto es defender a la familia finalmente. Creo que la Mira de Pseud. anda en el asunto de Diversidad/no-diversidad (no recuerdo el antónimo adecuado). Lo tremendo de la civilización es que la familia puede ser lo menos peor de ella, pero más que eso, el punto que Pseudopodo nos apunta, es sobre la velada, inmensa complejidad al interior de la burbuja, supuestamente «conocida», al tener que desarrollar creatividad para no caer en la monotonía de siempre los mismos, haciendo lo mismo, en el mismo lugar, que ni siquiera, tuve oportunidad de seleccionar, sino que se me adjudicaron por designio (bueno, ya exageré un poco)…
Regresando al ejemplo del walkman, tal vez sea como si para encontrar cosas nuevas en lo ya conocido, escuchara las mismas melodías pero quitando los graves una vez, y otras los agudos, en otras me concentrara en escuchar el ritmo, en otras la melodía, en otras solo el Cello, en otras solo el timbal… y quizás me diera cuenta de que mi burbuja de canciones es bastante más diversa de lo que pensaba. Creo.
ping de josele
¿qué es la familia? perdón por el aparente off-topic, pero los que tienen papa-mama-hermanos ni siquiera se paran a pensar en eso
pero los que no, sí, y a menudo
¿son hermanos aquellos con los que se comparten experiencias de peqeuño, con los que vives junto en un internado, tus primos con los que te criaste 3 meses cada verano?
¿tus padres el profesor… la monja, el cura…?
y sin embargo comprendo muy bien el tema al que se refiere Pseudopodo, sobre la experiencia directa, porque es precisamente esa la que crea y conforma la experiencia de familia
pero es que la experiencia sólo puede ser directa, y el ser humano no puede obtener huellas físicas sino es mediante impresiones directas, como las fotos reciben fotones, sea en película o en CCD
luego el sofware de cada uno modificará al lenguaje de cada uno la impresión, y para explicarlo lo transformará en el lenguaje «compartido» con otros receptores
pero ¿cómo os explico que tengo tantas familias…?
saludos
Efectivamente, como señala M.G. lo que me interesa de este texto no es tanto la defensa de la familia (aunque luego volveré a ello, porque no hay duda de que el tema es importante) sino su relación con el tema de la experiencia directa.
Por un lado, veo ahora que es seguramente uno de esos caminos subterráneos que me preparó (en 1994) para estar receptivo más tarde a lo que luego leí en Crichton (en 1998). Me interesa por eso que decía en el post anterior, de cómo los caminos por los que vamos llegando a nuestras ideas son oblicuos y subterráneos (y que es lo que le interesaba a M.G. en su primer comentario, sobre las letras de las canciones y su influencia sobre las preferencias filosóficas).
Por otro lado, Chesterton explica maravillosamente bien por qué es deseable que las cosas no sean como a nosotros nos gustan, sino como son, y cómo la tendencia a buscarnos una burbuja de gente afín la queremos hacer pasar por el refinamiento de un alma superior (que se asfixia en el estrecho marco de su hogar o su calle o su pueblo) cuando suele ser la debilidad de espíritu del que no soporta las exigencias de la convivencia. Esta es justo la idea de la experiencia directa “aplicada a la vida” como decía en el post anterior, y quizá porque ya había pensado sobre esto me llamó la atención lo del walkman: al conseguir que sean como a nosotros nos gusta (con miles de canciones, etc) es fácil acabar escuchando menos variedad de música que con el viejo trasto de cassettes. Esto sería una versión de la idea de la experiencia directa “aplicada al arte”.
En los dos casos, la vida y el arte, nuestra tendencia es a montarnos un mundo a nuestra medida, y eso acaba resultando en una experiencia menos rica. Esto tiene mucho que ver con la idea de la diversidad, como dice M.G.: la auténtica diversidad, la que es enriquecedora, no se consigue acumulando más experiencias similares, sino con experiencias cualitativamente distintas, y la mejor manera de conseguir eso es si algo, desde fuera, nos saca de nuestros esquemas. Y nada hay más eficaz para eso que una persona con la que tenemos que convivir, que es lo que dice Chesterton: dejarse caer por la chimenea de cualquier casa elegida a voleo, y llevarse tan bien como sea posible con la gente que está dentro es una aventura exigente, quizá la mayor que podemos tener, y… eso es esencialmente lo que cada uno de nosotros hizo el día en que nació.
Pero por supuesto, tiene razón Jesús Beades: hay algo más profundo aún en este texto, y es el reconocimiento de que es necesaria la “otredad”, eso “diferente de nosotros, resistente, real, en una palabra”. Yo descubrí a G. K. Chesterton a través de Martin Gardner, en un libro maravilloso del que tendría que hablar aquí alguna vez: Los porqués de un escriba filósofo. El primer capítulo se abre con una cita de G.K.: No dejéis que mire hacia arriba y vea mi propia persona y forma en el trono del Juicio. El capítulo se titulaba “Por qué no soy solipsista”. Para salir del solipsismo (en sentido amplio: narcisismo, burbujas varias) hay que sentir respeto e incluso fascinación por la otredad. Y eso, en un tono diferente, es también el origen de toda la ciencia.
Ahora, en relación a la familia (aunque repito que no es lo que más me interesaba de este texto). Me llama la atención que es frecuente que aparezca como reflejo que salta, a la defensiva, cuando se elogia la familia. Por ejemplo, el primer comentario de Vicente: Cómo se nota que usted no ha tenido que sufrir desprecios arbitrarios, humillaciones por naderías, etc. No sé a qué viene esto: si se trata de decir que en la familia hay todo eso, es evidente, pero es como si alguien empieza a criticar a la comida porque produce dolor de estómago y sube el colesterol. Claro que puede provocar eso, pero ahora pruebe usted a pasarse sin comer. Es un poco lo mismo de la frase de Aloe: Lo único peor que la familia es no tener familia: lo único peor que comer es no comer. Quizá el primer comentario de Vicente es un malentendido por lo paradójico del argumento de Chesterton, pero debería de ser obvio que éste no está defendiendo el mal gratuito, como dice Ozanúnest. Simplemente dice que el hecho de que la familia no sea “ni pacífica, ni cómoda, ni unida” no resta un ápice de su validez y necesidad. Lo que ocurre es que eso son efectos secundarios de la convivencia intensa y continuada. Hay cosas que sólo se pueden aprender en ese tipo de convivencia, y esas cosas son las que pueden fortalecer “frente a lo que vendrá después”, como quiere Vicente. Pero no se pueden conseguir sin conflictos, y por eso tiene que haber cierto grado de conflicto en la familia. Igual que (no es del todo cierto, pero permítaseme como ejemplo) hay nutrientes vitales que sólo contienen las legumbres, por lo que no deberíamos dejarlas de comer por el hecho de que, como efecto secundario, provoquen flatulencia.
Aloe, criticas a Chesterton que no sea capaz de ver, desde su perspectiva, tal o cual cosa, pero creo que tú cometes un error del mismo tipo (pero más grave) cuando dices de la familia que lo bonito es que esté lejos, y lo bonito es que exista y compartir noticias, chismorreos y vacaciones con ella. Eso puede ser cierto desde tu punto de vista de persona de mediana edad, con su trabajo y sus otras relaciones sociales establecidas, pero no es cierto en absoluto en la niñez ni en la vejez, cuando somos dependientes en definitiva. La familia es la fábrica donde se producen las personas, y eso sólo se hace con una serie de procesos que funcionan estando cerca, muy cerca.
Y para acabar, que no me da tiempo a más: eulez, cuando dices que “la familia está bastante sobrevalorada”, me recuerdas (perdón por la comparación) a Julio Iglesias cuando decía que “el dinero no tiene tanta importancia como se la da la gente”. Eso sólo lo puede decir quien tiene dinero. Quien no lo tiene se da cuenta de que es vital.
Josele: acabo de ver tu comentario, sorry.
…y el de Masgüel lo había visto y se me pasó con el frenesí grafómano 🙂 Bueno, tengo que dejarlo para mañana.
Pseudopodo: Precisamente porque la familia es TAN importante, tan necesaria y tan fundamental, es por lo que critico a Chesterton que se niegue a ver el mal y la locura humanas: porque en ningún ámbito la locura y el mal (o la extrema incompetencia, siendo más prosaicos) destruyen tanto a una persona, ni hacen tanto mal.
Se lo hacen en la niñez y en la adolescencia, efectivamente, cuando dependemos tremendamente de ella. Y se lo hacen para siempre.
Si no fuera tan importante, no pasaría eso de vez en cuando. Y al que le toca, ni diversidad ni aceptar la otredad ni niños muertos: esta j***, pero bien.
Por eso digo que lo único peor (y más peligroso) que la familia es no tenerla. Cuando somos pequeños, evidentemente, quiero decir.
Chesterton, debido a esa carencia, no deja en el fondo de hacer el mismo canto de toda la vida a la familia, que es lo que suele hacer: llegar a lo más convencional y bienpensante dando un rodeo por la paradoja. (Eso no quiere decir que no me guste leerle, pero no se le puede tomar tan en serio como se suele pretender).
Por otra parte Chesterton se burla de los que, ya adultos, eligen, se van, buscan otros mundos y otras personas. Dice que es una debilidad y que se busca lo conocido y la monotonía (de nuevo la paradoja sorprendente, pero en este caso muy flojita). Pero eso no es más que lo que se tiene que hacer en la vida, separarse de la familia de origen y buscar otro mundo elegido y más amplio. Quien no lo hace es porque está mutilado en su espíritu, quizá por la propia familia. Quien no lo hace físicamente, al menos ha de hacerlo mentalmente, si quiere hacerse adulto.
Después volvemos a la familia, ciertamente, en este caso a la nuestra. Pero esa no es totalmente azarosa, salvo que defendamos los matrimonios arreglados y los hijos que Dios nos dé.
Bueno, la familia política sí es producto del azar, desde luego. Y además cumple la ley de Murphy a la perfección. 🙂
Me ha entusiasmado el artículo de Chesterton. Gracias Pseudópodo.
Y en relación con la familia en la que se nace y la familia que uno crea para lo que explica Chesterton creo que no hay tanta diferencia. Es cierto que uno elige esposa/o pero no eliges los cambios que experimenta con el tiempo ni eliges de ninguno modo a los hijos (aunque puedas elegir su número, Aloe. Una vez que has creado tu propia famlia sus miembros se te imponen casi con tanta no voluntariedad como la familia en la que naciste. Otra cosa es que puedas abandonarla.
qué bueno, ya llevo dos que escribimos a la vez
claro que como tus comentarios son más largos, yo termino antes y no te da tiempo a comentarlos (si procediera)
así que, como aprendo por la experiencia directa, te cito
«Hay cosas que sólo se pueden aprender en ese tipo de convivencia, y esas cosas son las que pueden fortalecer» … «Pero no se pueden conseguir sin conflictos, y por eso tiene que haber cierto grado de conflicto»… en el blog
¿o esto no es una familia?
¿perdón pero a ver si va a estar esto mediado y no me impresiona nada de nada?
¿o cuando me acuerdo de comentar entradas en clase es que tengo imnpresiones mal reveladas?
hmmm
Estoy de acuerdo con Aloe en que Chesterton usa la paradoja como una forma muy inteligente de justificar su conservadurismo. No deja de tener parte de razón, pero hace trampa. Asumir las dificultades de la convivencia es un síntoma de fortaleza de caracter, pero no hace distinción entre relaciones que merecen la pena y relaciones que no la merecen. Apechugar con lo que te toque en suerte, a veces, resulta destructivo.
Y respecto a la necesidad de la familia, hay que tener en cuenta que la familia es algo muy diverso. Somos animales sociales y siempre hemos organizado la vida doméstica, pero la familia nuclear, tal como hoy la conocemos, es una posibilidad entre muchas. Hasta la revolución agrícola (antesdeayer), la pertenencia al clan, tribu nómada o aldea, era más importante que las relaciones de parentesco. A menudo son familias extensas que conviven bajo un mismo techo. La poligamia es la forma más habitual unión marital y en muchas culturas, la tutela de los niños es responsabilidad de los hermanos de la madre (avunculado). Las incursiones bélicas para secuestrar mujeres y la hospitalidad sexual eran los recursos más habituales para evitar los problemas genéticos de la endogamia. Otras culturas organizan la vida doméstica construyendo una casa para los hombres, otra para las mujeres y otra para los niños. En las sociedades estatales la diversidad es menor, pero también se da. Pero dejemos a los espartanos y vengamos al último siglo, porque en él que se ha producido el cambio cualitativo más importante en cuanto a la organización política y doméstica de las sociedades occidentales: El reconocimiento de la igualdad de derechos y libertades entre hombres y mujeres. La incompleta o inadecuada adaptación a este gran cambio es la principal fuente de las dificultades que hoy afronta la convivencia familiar. No hay que tener miedo a ensayar alternativas de organización social. Quizás la más interesante, por la seriedad con que se ha llevado a cabo, ha sido el kibutz en Israel.
Déjame, Pseudópodo, ensayar una explicación del “contexto de descubrimiento” que te ha llevado a convertir en sumamente actual la idea de que nos hacemos personas conviviendo con aquellas realidades que no elegimos.
Te encuentras sumamente constreñido por las obligaciones de tu trabajo y puede que también por tus obligaciones familiares. En un principio elegimos a nuestra mujer y nuestro trabajo pero luego la vida va cambiando cambiando cambiando y puede que un día aquello que es lo más nuestro se vea como una imposición. Como algo añadido y un poco extraño a nosotros mismos. Esas cosas son mi vida pero soy capaz de imaginarme feliz sin ellas, unicamente con mis deseos (leer durante horas enteras o escribir el blog). Por eso, como de ningún modo quiero renunciar a aquello que es mi vida pero al mismo tiempo lo vivo como algo impuesto necesito reafirmarme en la idea de que aceptar y convivir con esa IMPOSICIÓN es la que me hace persona y me realiza.
Una madre de familia que se marchó (sin su familia) recientemente a Paris a un viaje de cinco días con otras iguales a ella para descansar de la familia decía en una carta. “Queremos irnos porque queremos saber que podemos irnos,queremos saber que antes que nada seguimos siendo personas.”
Es curiosa esa sensación: la vida que llevamos (nuestro rol en nuestra familia o en el trabajo) en un momento concreto puede parecernos una IMPOSICIÓN a nuestra persona. Algo que no somos nosotros mismos. Y más adelante hablando de una compañera de viaje la misma persona escribía: “Quizá porque quiere dejar de ser madre, hija, esposa, hermana… quiere ser ella misma.”
Son comprensibles las frases de esa carta y al mismo tiempo parece que parten de un error de base ¿no?
No creo que del artículo de Chesterton pueda deducirse que tienes que aguantarte si te ha tocado un marido o un padre maltratador, como parece deducirse de algunos comentarios.
Muy interesante, tanto el artículo como el debate, que me deja pensando en varias cosas (por ejemplo, la cuestión de la debilidad de espíritu para aceptar una dada situación impuesta: ¿Cuándo hay que aceptar la situación y ser tolerante porque es una consecuencia de la diversidad del mundo? ¿Y cuándo hay que revelarse y oponerse o escaparse porque el ambiente es demasiado tóxico y destructivo? ¿Cuándo la intolerancia es síntoma de debilidad de espíritu, y cuándo la tolerancia es consecuencia de debilidad?).
Creo que ese lo más interesante de estos planteos de Chesterton es la capacidad de dar vuelta las cosas para verlas desde una nueva perspectiva.
Después de todo es evidente que el mundo es más amplio que la calle del pueblo, sólo un planteo genial puede obligar a repensar eso. Viajar efectivamente da oportunidad de una experiencia directa con otras costumbres (mucho más enriquecedoras que los obtusos puntos de vista del tío Jorge) y ayuda a limpiar un poco la cabeza. Y a olvidarse un poco de cosas que por el desgaste de la costumbre empiezan a pasar desapercibidas o a agobiar. Después de un viaje largo, uno vuelve con ojos nuevos.
Un poco es como dijo David Byrne: “Realmente disfruto olvidando. Cuando llego a un lugar por primera vez me fijo en los pequeños detalles. Noto cómo se ve el cielo, el color del papel blanco, cómo camina la gente. Todo. Así que sólo olvidando puedo ver el lugar como realmente es”. Es decir que sólo yéndome por un tiempo de mi pueblito puedo ver a mi pueblito como realmente es.
elque busca: yo no creo que haya que deducir nada de Chesterton, ni tomarle en serio.
Pero que para él la cosa era efectivamente así (aguántate con lo que te toque, que eso es la vida, y no llores, que no es pa tanto) no me cabe duda.
Claro que no hay como estar en el lado soleado de la vida y exigir a los que están en el agujero mohoso que no se quejen, que le echen huevos y que miren qué bonito es el sol. Yn que de cambiar de sitio, nada.
¿Cómo que no hay que deducir nada de Chesterton ni tomarle en serio?. Que fuese un conservador y que a la postre su argumentación suponga una justificación de la familia, no quita su argumentación sea la mejor justificación de la familia que he leido nunca. Precisamente por la forma paradíjica en que asume la crítica como un elogio, aporta forma diferente de enfocar el asunto. Yo no creo que se equivoque en lo que dice. Solo discrepo respecto a su provincianismo. Para mí no hay mundo pequeño. Si miras con atención, desde cualquier perspectiva, la complejidad del mundo es infinita.
Nos hemos desviado de la cuestión principal porque el texto da una sensación de ingenuidad.
Aloe, me sorprende esa crítica de que “Chesterton se niega a ver el mal y la locura humanas”. Para empezar, no sé por qué hay que sacar a relucir el mal y la locura humanas aquí más de lo que salen. No es un tratado de la naturaleza humana, sino un artículo sobre un aspecto particular de la vida. Pero parece que si se escriben cinco páginas sobre la familia hay que hablar de todas las miserias que en ella pueden darse. Con ese criterio, en un post sobre el deporte habría que mencionar el doping, los anabolizantes y los abusos que sufrió Nadia Comanecci. La obsesión por poner lo patológico en plano de igualdad con lo habitual cuando se tratan ciertos temas es una peculiar deformación mental del progresismo actual, una especie de tic o reflejo pavloviano. Serán muchos años de condicionamiento foucaultiano, no sé.
Decir que “Chesterton se niega a ver el mal y la locura humanas” sólo tiene sentido en relación a su obra completa, no a un artículo de cinco páginas. Hablas como si te hubieras leído toda su obra y no sólo eso, sino que la atribuyes una actitud de desprecio por el débil al decir que “no hay como estar en el lado soleado de la vida y exigir a los que están en el agujero mohoso que no se quejen, que le echen huevos y que miren qué bonito es el sol”. ¿Dónde dice eso? No lo dice en este artículo, así que supongo que te refieres al tono general de toda su obra. Yo he leído bastante y no he encontrado nada de eso. Mi impresión es que lees lo que quieres leer, porque es un autor que no te cae simpático y le atribuyes lo que tus prejuicios sobre él dicen: Chesterton es conservador, luego sólo puede ser malo: alguien que desprecia al débil y que predica la sumisión por la sumisión.
Masgüel, de acuerdo contigo salvo en dos cosas. La primera es que no creo que Chesterton sea provinciano. Era muy consciente de que el mundo pequeño de la familia podía ser asfixiante y que era necesario salir para apreciar de verdad su riqueza. De hecho, escribió un cuento con la idea maravillosa de un hombre que sale de su casa y da la vuelta al mundo para encontrar su hogar. Y vuelve, efectivamente a su casa, sólo que ahora, después de ese largo viaje, ya es un hogar y no sólo una casa. No sé si de aquí sacó la idea T.S. Eliot cuando dijo “»Nunca dejaremos de explorar y el fin de todas nuestras exploraciones será llegar donde empezamos y conocer el lugar por vez primera”:
We shall not cease from exploration
And the end of all our exploring
Will be to arrive where we started
And know the place for the first time
MI segundo desacuerdo es en relación con lo diversos modelos de familia. Por supuesto que ha habido muchos en muy distintas sociedades. Pero eso no significa que todos sean igual de buenos. Es como las formas de gobierno: ha habido de todo tipo, tiranías, oligarquías, aristocracias, regímenes comunistas… pero de todos hay uno que es el menos malo: la democracia. Lo mismo con la familia: es imposible vivir sin familia, como es imposible vivir sin gobierno. Hay muchos modelos posibles de familia, como hay muchos de gobierno. Y hay uno que es mejor que otros, como pasa con los gobiernos. No hace falta que entre en detalles de cual es el modelo que considero mejor, ¿verdad?
elquebusca, a mi este texto también me entusiasmó cuando lo leí. Y podría darte mi explicación del contexto de descubrimiento, pero es un poco demasiado íntimo para contarlo aquí. La que das tú, de todos modos, acierta en bastantes cosas 😉
Frenzo, es verdad lo que dices: no es una cuestión nada fácil deslindar entre la fortaleza de carácter de aceptar las cosas como vienen porque esa es la diversidad del mundo, y la debilidad de aceptarlo todo porque no se es capaz de rebelarse contra lo que merece rebelarse. No hay ninguna solución sencilla. A lo que apunta Chesterton aquí es a que mucha gente se cree superior y más sensible porque simplemente no tiene la fortaleza de espíritu de que exige la convivencia. Y creo que eso es muy cierto. Y sobre las bondades de viajar, te remito al enlace de arriba, sobre el hombre que dio la vuelta al mundo para volver a casa.
Ozanúnest, es verdad que el texto tiene algo de “naif”. Para mí, es algo deliberado, un recurso que Chesterton usa mucho. Pero la idea no es nada ingenua. Yo la resumiría diciendo que solemos buscar la extensión de la experiencias y en realidad es más importante la intensión, la profundidad. A base de buscar más y más es fácil quedarse en la superficie. Con lo que volvemos a la idea del walkman, que es como empezó todo.
quark schiz, si piensas que no te he contestado por llamar “filosofastro” a mi admirado G.K.C…. estás equivocado. Simplemente se me pasó. Mi idea es que la consanguinidad no es muy relevante en cuando a facilitar una afinidad. Puede que cuando se compara uno con la enorme diversidad del mundo sí hay afinidad, pero no es suficiente para evitar los conflictos o para tener los mismos intereses o aficiones.
josele, lo crucial aquí para “ser una familia” es la convivencia cercana y continuada, sin posibilidad de escapatoria. Si te quedas encerrado por la nieve una semana con los vecinos, también serías una familia en este sentido. Aunque eso no es muy usual…
«No hace falta que entre en detalles de cual es el modelo que considero mejor, ¿verdad?».
Lo sospecho, pero convendría explicitarlo, porque el cambio de status de la mujer ha desestabilizado el modelo de familia nuclear precedente. Hasta hace dos telediarios, la familia era ante todo una unidad productiva y reproductiva. Las emociones implicadas eran efectos secundarios. El matrimonio era concertado por los padres y constituía un intercambio comercial. La mujer era mano de obra para el campo y la casa, así como los muchos hijos que traía al mundo (dada la altísima mortalidad infantil). Su obligación era obedecer en todo al marido. Se trataba de un modelo de dominación muy estable y constituía un marco fijo en cuanto a modelos de conducta para los hijos. Evidentemente, como era considerado el estado natural de las cosas, normalmente la mujer también lo asumía como tal.
Con el reconocimiento de los derechos de la mujer ese modelo de familia se resquebraja. El matrimonio pasa a ser la consecuencia de una relación romántica y para todas las decisiones de convivencia se impone el consenso. La libertad implica inestabilidad. Las estadísticas lo demuestran. En EEUU, más del 50% de los matrimonios termina en divorcio. Lo habitual ya es que en las casas convivan los hijos de las sucesivas parejas de la madre. Así que, ¿cuál decías que era el modelo que considerabas mejor?.
Cada cual suele encuentrar lo mejor en lo propio. Yo creo que lo mejor aún está por ensayar. Desde los estudios de Piaget, sabemos que para el desarrollo psicosocial de los niños es necesaria la convivencia continuada con su grupo de edad. Aprenden la importancia de la reciprocidad en el trato mutuo y se mitigan las consecuencias de una excesiva dependencia y posesividad en su relación con los adultos. Creo que con el tiempo aprenderemos las ventajas de la «casa de los niños». Además permitirá que la creciente fluidez en las relaciones de pareja de los progenitores dejen de tener efectos dramáticos para los hijos.
P.D. Y van cinco mensajes. Me estoy temiendo el tirón de orejas.
Masgüel,
Me parece que simplificas un poco. ¿Se supone que, en España, la mayor parte de los matrimonios eran concertados hasta finales de los 70? Seguramente sea cierto que el consentimiento de las familias fuera mucho más importante que ahora, pero de ahí a que fuesen concertados hay un trecho. Tampoco creo que en la mayor parte de las familias se diese esa especie de tiranía que comentas, que las mujeres tuviesen menos derechos no significa que estuviesen sojuzgadas.
En cuanto al porcentaje de divorcios, el que algo sea mayoritario no implica que sea mejor. Lo mío no es la Psicología así que mi opinión no vale mucho pero, creo que tener un ambiente estable es fundamental para el desarrollo de un niño. Ahora bien, pienso que una pareja homosexual puede proporcionar perfectamente esa estabilidad.
Cuando hablas de «las casa de los niños», ¿a qué te refieres? Porque si estas hablando de separa a los niños de sus familias para meterlos en instituciones, me temo que eso ya se probó y los resultados fueron nefastos. Además los ensayos en casa es mejor hacerlos con gaseosa que con niños.
¿Finales de los 70?. No. Esa revolución social lleva más de un siglo en marcha. La casa de los niños es una forma de organización doméstica relativamente frecuente en sociedades no estatales. Evidentemente el internado a la inglesa no responde al tipo de educación integral que los niños necesitan. Pero, por ejemplo, en los kibutz de Israel hace décadas que se ensaya algo similar con muy buenos resultados. Lo que me interesa hacer ver es que los modelos de organización doméstica evolucionan con las sociedades de las que forman parte. Chesterton nos enseña que las personas maduran haciendo de sus valores la guía de su conducta y se infantilizan si lo único que persiguen son sus deseos. Yo estoy de acuerdo, pero matizo. No hay maduración posible sin autonomía moral en ausencia de coerción y los modelos de convivencia que precisa están por inventar.
¿Qué lo de los kibutzim ha dado buen resultado? No sé mucho de este tema, así que me he ido a la wiki y he encontrado lo siguiente:
«Such research has been critical of this method of raising children.
In a 1977 study, Fox compared the separation effects experienced by kibbutz children when removed from their mother, compared with removal from their caregiver (called a metapelet in Hebrew). He found that the child showed separation distress in both situations, but when reunited children were significantly more attached to their mothers than to the metapelet. The children protested subsequent separation from their mothers when the metapelet was reintroduced to them.
However, kibbutzim children shared high bonding with their parents as compared to those who were sent to boarding schools, because children in a kibbutz spent three hours with their parents every day.
In another study by Scharf, the group brought up in a communal environment within a kibbutz showed less ability in coping with imagined situations of separation than those who were brought up with their families. This has far reaching implications for child attachment adaptability and therefore institutions like kibbutzim.»
Hombre, como dice el texto este tipo de educación es mejor (menos mala) que un internado, pero desde luego no parece un éxito.
Las reflexiones que se hacen en este post me ha recordado una historia que a mi me contaron atribuida a Tagore.
“ A media noche, el hombre dijo: Ha llegado la hora de dejar mi casa y buscar a Dios. ¿Quién me ha tenido en engaño tanto tiempo?”. Dios le respondió, sereno: “Yo”. Pero el hombre nada oía.
La madre dormía dulce, con el niño dormido en el pecho, a un lado de la cama. Dijo el hombre: “¿Quiénes sois vosotros que me habéis engañado tanto tiempo?”. La voz de Dios dijo otra vez: “Ellos son Dios”. Pero el hombre nada oía.
El niño gritaba en sueños, apretándose contra su madre. Dios le dijo al hombre: “Detente, necio, y no dejes tu hogar”. Pero el hombre nada oía. Y Dios suspiraba tristemente: “Por qué querrá venir a mí, abandonándome”.
Explicitando, aunque a la carrera: creo que el mejor modelo es el que da más estabilidad, más afecto y más riqueza de estímulos a los niños en un ambiente controlado y seguro (pero no en exceso). Eso puede que se consiga de varias maneras, pero la que tiene más probabilidades de funcionar es: unión monógama de padre y madre con sus hijos biológicos. Si además son muchos hermanos y están presentes abuelos, primos, etc, mejor aún.
El cambio del estatus de la mujer por supuesto somete a tensiones este modelo, pero no tiene por qué romperlo si hay políticas sociales adecuadas, si la pareja tiene unas expectativas razonables sobre lo que es el matrimonio (en vez del romanticismo cursi que prima hoy en día) y si están dispuestos a hacer sacrificios por sus hijos en lugar de atender sólo a sus intereses profesionales o a su afán de «autorrealización» narcisista.
Lo que yo tenía entendido de los kibutz es que han sido un fracaso bastante notorio, más aún de lo que dice xxx, y que los que aún subsisten han tenido que relajar las normas para dar más peso a los padres biológicos. Que es lo esperable en términos de psicología evolutiva (criar niños es muy exigente y si no son tus hijos tus genes no ganan nada con ese trabajo, no tiene sentido evolutivo hacerlo).
elquebusca, lo de Tagore, en efecto, recuerda a la idea de Chesterton de dar la vuelta al mundo para volver a casa.
En mi opinión, no hay que ser como los realistas medievales y tomarse demasiado en serio los conceptos, esto es y por concretar, conviene no abusar de conceptos como «familia» considerándolo como un concepto que englobe algo homogeneo e idénticamente tratable. Existe una escandalosa diversidad de familias con las que si bien podemos permitirnos el lujo de englobarlas por un mismo concepto -el de familia-, no podremos o no debiéramos juzgarlas de igual modo sin tener en cuenta lo inexacto de tal proceder.
En ese sentido, cualquier juicio apodíctico a favor o en contra de la familia me parece erróneo y es por ello que considero que Chesterton, aquí al menos, hace filosofía demasiado pop.
Dicho esto, entiendo que la intención del post es vindicar, una vez más, la idea de que la experiencia directa pero aquí, Pseudopodo, dudo entre aplaudirte -por la sensatez de lo defendido y por lo ilustrativo de los ejemplos- o tirarte de las orejas por dejarte llevar por un (barrunto) sesgo emocional que te impide ver (creo) la parte negativa, frustrante, claustrofóbica incluso, de la experiencia directa y que echo en falta registrar.
Un ejemplo: Llevo días intentado escribirte una respuesta pero, el otro día sin ir más lejos, me encontré con alguien en el tren que me impidió acabar de rubricarte este comentario. Un problema consecuencia de estar abierto a la experiencia directa
Es decir, para mi, la experiencia directa es necesaria pero hay que equilibrarla con prácticas más rutinarias que estén encaminadas a facilitar la llegada a nuestras metas y ni que decir tiene que su mezcla NO es cuantificable y universalizable. Cada uno convendrá cuánta necesita para ser feliz. Lo que sí tengo claro -y esto es básicamente en donde claramente disiento contigo, Pseudópodo- es que yo no veo que haya habido en esta sociedad un descenso de la experiencia directa
Por cierto, creo que una interpretación visible en el cuento de Cortázar, La autopista del sur, es precisamente el cómo la experiencia directa puede bascular entre la claustrofobia y la rica vivencia y otra vez la claustrofobia, de hecho, el mentado cuento es usualmente considerado una brillante metáfora de las relaciones sociales.
Si pensamos en el matrimonio (el originario, pactado como unidad económica) como si fuera una unidad biologica, la aparición del afecto funcionaría como una suerte de mutación que lo mejora evolutivamente (fortaleciendo la unidad en economías débiles). Pero da la sensación –a la luz de este texto– de que Chesterton preferiría el matrimonio pactado. De todas formas me ha gustado Chesterton (lo juzgo sólo por esta muestra), pero más como litera-torero de salón que como pensador de calado.
Respecto a la experiencia directa me viene a la mente el ir en la dirección opuesta como decía Thomas Bernhard en su novela corta «El Sótano», perteneciente a sus relatos autobiográficos que se encuentran también editados en un sólo y magnífico volumen altamente recomendable (creo que se está notando que es uno de mis escritores favoritos). El sótano es una huida de la familia –sin abandonar el domicilio, sólo el instituto–. Comienza así:
«A los otros hombres los encontré en la dirección opuesta, al no ir ya al odiado instituto sino al aprendizaje que me salvaría, al ir, contra toda sensatez, muy de mañana, no ya con el hijo del alto funcionario al centro de la ciudad por la Reichenhaller Strasse, sino con el oficial de cerrajero de la casa de al lado a la periferia, por la Rudolf-Biebl-Strasse, no tomando el camino a través de los jardines descuidados y por delante de las artísticas villas, al colegio de la gran y pequeña burguesía, sino por delante del asilo de ciegos y del asilo de sordomudos y por encima de los terraplenes del ferrocarril…
Autopsicografía bajo los efectos de sustances combustibles.
A mi familia.
Tiempo ha, mi apellido tuvo en el norte de Soria, un pueblo y un castillo. El castillo lo conozco, pero no su historia. Antes deso, no hay noticias. En la guía de teléfonos nos tapas con un dedo, pero he buscado en google y parece que en América alguno prosperó, pero no se parecen en nada. Los de aquí somos de ojos rasgados y narices prominentes. Se sabe que la transhumancia del ganado se hacía y casi no se sigue haciendo desde el norte de Castilla hasta Extremadura. Con la mesta bajó el apellido hasta las estribaciones de Sierra Morena, donde se muere de aburrimiento el pueblo de mis padres, que pese a estar donde está, es extremeño hasta las entrañas. Digo de mis padres porque los dos eran del mismo pueblo. ¿Pa qué ir más lejos?. Lo peor es es que mis dos abuelos eran amigos íntimos de toa la vida y mis padres estaban casaos prácticamente desde que nacieron. De allí son todos mis primos y todos hablan igual. Es un andaluz con acento manchego, un quiero y no puedo jarto de requiebros, a cual más bestia, que se graba a fuego. Yo soy de Madrí de toa la vida, pero será por lo del instinto de pertenencia a un grupo, que mi seso cuajó a ese molde. Como ellos hablan, yo pienso. Somos lo que fueron nuestros muertos.
Héctor, cualquier concepto engloba una escandalosa diversidad, si uno se pone a analizarlo con suficiente minuciosidad: hasta de, yo que sé, huevos fritos hay una variedad tremenda. Pero creo que no hay que ponerse bizantinos, sobre todo para lo que tratamos aquí, que es la idea de que lo que a veces se presenta como malo de la familia (la obligación de convivir, la estrechez de ver siempre las mismas caras, comparado con lo interesante que es el Restaurante Trocadero, etc) es en realidad una ventana a la experiencia directa que es la que nos hace madurar y llegar a ser nosotros mismos.
De todos modos agradezco tu crítica, porque sí veo que este tema es escurridizo, y quizá yo no lo he sabido atrapar bien. Por ejemplo, no creo que haya nadie que odie más que yo a esa gente que te impone su experiencia en el tren (su música o su conversación por el móvil). No creo que tenga valor soportar eso (salvo fortalecerse en la virtud de la paciencia). Pero soportar a los demás en la familia es muy distinto, porque hay una interacción continuada. Esa continuidad (y reciprocidad) hace que se explore una dimensión de profundidad, que no se explora en encuentros ocasionales. Y eso enriquece la experiencia y es formativo.
Pero sí, tienes razón: este tema tiene para mí un sesgo emocional que me hace ser poco objetivo.
Donde sigo ratificándome es en que hay un descenso de la experiencia directa: cada vez es más fácil eludirla y vivir en una burbuja, cada vez es más fácil limitarse a interacciones superficiales y cada vez nos llega una fracción menor de la información en interacciones personales (piensa, de las palabras que oyes a lo largo de un día, cuantas han sido dirigidas específicamente a ti por otra persona y cuantas han sido manufacturadas por la radio, la TV o en general la industria del entretenimiento: si eres como la mayoría de la gente hoy, el segundo grupo es mucho mayor).
Ah, ese cuento de Cortázar todavía no lo he leído… y eso que fue el primero del que oí hablar, cuando tendría ocho años (¡!): salía en un libro que se llamaba Dime, cuéntame…
Con todas las sugerencias literarias de este post, ahora que lo pienso, se podía hacer una antología, incluyendo también a Bernhard, que por lo que dice Jesús, etc es también bastante apropiado (no he leído nada de Bernhard, me ha echado atrás la imagen de seco y ácido que tiene…).
Bueno, perdonad el retraso en responder: lo cierto es que estos días no saco un rato para meterme en mi burbuja bloguera, y estoy ya un poco harto de que las cosas no sean como me gustaría que fueran sino como son (la carne es débil) 😉
Masgüel, nos hemos cruzado: ahora que hablas del acento de tu familia entiendo la grafía de tu nick. Ah: no te lo fumes todo 🙂
Já, en la antología no puede faltar El alquimista de Paulo Coelho, el argumento es igual que el cuento de Chesterton (dar una vuelta por el mundo para descubrir que el tesoro que buscás está en tu casa). Ese libro me lo pasó mi hermana, lo leí y me preguntó que me había parecido. Le mentí («me gustó mucho»), y enseguida ella me contestó que era el peor libro que había leído en su vida. Los hermanos pueden ser crueles, pero así es la familia.
Simpática tu hermana… a un hermano mío le gusta mucho Coelho, espero que no le de por recomendármelo.
No sabía que ese era el argumento, y mira que es famoso ese libro… Coelho seguro que copió la idea al gran GKC sin citar las fuentes.
frenzo, frenzo… El alquimista es igual a un cuento de Borges, extendido todo lo que pudo, pero con menos profundidad 🙂
¿Seco y ácido? No lo veo así. Despiadadamente intenso quizá. Lo cierto es que no me atrevo a recomendarlo puesto que es un plato incómodo. Pero no es «difícil», parece que escribe para el marciano.
Pseudópodo lo crucial aquí para “ser una familia” es la convivencia cercana y continuada, sin posibilidad de escapatoria. Si te quedas encerrado por la nieve una semana con los vecinos, también serías una familia en este sentido. Aunque eso no es muy usual…
Mientras no se maten los unos a los otros por comida o algo así.
Por ejemplo, no creo que haya nadie que odie más que yo a esa gente que te impone su experiencia en el tren (su música o su conversación por el móvil).
Eso son naderías cuando te encuentras a un sujeto que usa el ventanal del autobús como timbal al tiempo que canta, y lleva bastante tiempo sin ducharse (no olvidaré ese olor mientras viva).
Héctor Un ejemplo: Llevo días intentado escribirte una respuesta pero, el otro día sin ir más lejos, me encontré con alguien en el tren que me impidió acabar de rubricarte este comentario. Un problema consecuencia de estar abierto a la experiencia directa
Los medios de transporte públicos son una fuente inagotable de experiencias directas desagradables.
Pseudopodo, decía lo que decía de Chesterton y su negativa a ver el mal porque encarecer la familia porque es el lugar del conflicto es como encarecer el campo porque hay ortigas.
Lo que entiendo que tiene sentido es hacer énfasis en que tu familia sigue siendo tu familia aunque haya desacuerdos, peleas y diferencias. Eso no pasa con las amistades superficiales, y sólo hasta cierto punto con las verdaderas. Pero si tu madre te quiere, suerte que casi todos afortunadamente tenemos, te quiere sin condiciones: aunque te portes mal, aunque pienses distinto, aunque discutas, aunque hagas tonterías en la vida.
La fortuna de tener una familia en la que hay afecto es muy grande: porque pase lo que pase, eso es en la vida un agarradero, un respaldo, un vínculo, para siempre.
Dentro de esos límites (sanidad mental suficiente y afecto verdadero) efectivamente la familia es un campo de conflicto y discusión estupendos: precisamente porque no nos jugamos en el fondo demasiado, y porque el afecto que damos por descontado y permanente está por encima de eso.
Pero, si nos salimos de esos límites (afecto verdadero y suficiente sanidad mental) la familia no sólo es un infierno, sino que sus conflictos son el séptimo círculo del infierno, precisamente porque nos criamos en ella y nunca nos libraremos de ella.
Por eso a mi no me gusta que encarezca el conflicto como lo bueno y lo chachi de la familia: es lo bueno y lo chachi solo si los conflictos son pequeños y el afecto y la cordura los mantienen a raya. No por sí mismos y en cualquier caso.
Un poco de sal da sabor al guiso. Encarecer por ello el Mar Muerto como lo verdaderamente sabroso pasa de paradójico humorístico a tontería a secas.
Chesterton, como todos los conservadores de corazón, cree firmemente que el mundo está bien hecho, y no hay que tocarlo, que es peor. Y acepta el mal del mundo como una parte irremediable del mundo, aceptación en la que siempre hay el subtexto «venga, que no será para tanto».
Por eso aquellos que ni por empatía ni por experiencia personal ven el horror del mundo son los mismos que son conservadores radicalmente y sin matices. Como es el caso de Chesterton.
Y sí, me dejo llevar por otras cosas suyas que he leído. Unas me han gustado y otras (las que pretenden ser más serias) no me han gustado nada. Por razones parecidas a las que ya he dicho, aunque aplicadas a otros temas.
Y, por cierto, enlazando con el principio de tu post, efectivamente a mi no me gusta demasiado la familia inglesa eduardina de clase alta que debía ser el modelo de familia que tenía en mente Chesterton, y que «era atacada» por los progresistas de entonces y bla, bla. Gracias a ellos, ahora las madres y las hijas de familia tienen derechos, los hijos reciben menos palizas y no van a un internado espantoso a lso once años. Incluso ya no está mal visto en Inglaterra mostrar cariño a los niños pequeños y abstenerse de pegarles.
En cuanto a qué modelos de familia son mejores, eso es bastante difícil de decidir, porque el etnocentrismo de juicio es inevitable. En términos generales y por lo que he leído de antropología, las familias de los cazadores-recolectores me parecen bastante buenas, independientemente de su estructura de parentesco concreta. La mayoría de las otras, no tanto. La nuestra se vuelve a parecer a aquellas en algunos aspectos, aunque en otros no. Por cierto, en los libros que tratan sobre este tema, nuestro tipo de familia se clasifica como de «tipo esquimal». La taxonomía tiene estas cosas.
Chesterton el conservador de corazon…
Lo curioso del lenguaje humano es que uno puede decir casi cualquier cosa y aun asi revestir ese «casi cualquier cosa» con una apariencia de verdad.
Kafka el convencional, Cervantes el mediocre..
Decir que Chesterton es victoriano es como decir que Lenin era zarista
Y Chesterton es «bienpensante» en el mismo sentido en que lo es Oscar Wilde.
Es muy dificil encontrar un libro mas inteligente que «El hombre que fue jueves», mas profundo, de mas calado, mas lleno de matices, y por supuesto mas dificil de entender.
Leer ese libro es como «ver» de verdad el traje del emperador. Los que lo hagan con sus gafas polarizadas de lo correcto y sus orejeras partidistas no le van a coger el sentido o, pero, se van a creer que si.
Hay algo mas actual que este parrafo:
«Puede quedarse mirando a un chino porque para él los chinos son algo pasivo que hay que mirar; si se le ocurre mirar a la vieja señora en el jardín de al lado, la anciana se pone en movimiento. »
¿Alguien conoce a alguna persona que es muy solidaria con los palestinos y muy insolidaria con las personas que trabajan para ella? ¿Muy preocupada por el terremoto de Haiti y muy despreocupada por su vecina de la puerta de al lado que lo esta pasando francamente mal?
Pues esto es (una de las cosas) que dice Chesterton… el conservador
Tal vez Bill Brysson tiene algo que decir al respecto de la experiencia dierecta y la burbuja familiar. Para quienes disfrutamos Breve Historia de Casi Todo, debe ser interesante leer su nuevo libro acerca de un viaje por su propia casa. Aqui un adelanto del libro:
http://m.guardian.co.uk/?id=102202&story=http://www.guardian.co.uk/lifeandstyle/2010/may/15/bill-bryson-secret-life-of-home
No tengo tiempo de contestar con más extensión, así que telegráficamente:
Aloe, no es cierto que el conservador piense que el mundo está bien hecho y que mejor no tocarlo. Lo que piensa es que es todo es más complicado de lo que parece y que generalmente nuestras ideas sobre cómo mejorar las cosas son contraproducentes, de manera que hay que pensárselo mucho antes de meterles mano, porque es fácil que queden peor aún de lo que estaban. Experiencia que, por cierto, es la que tiene cualquiera que hayatrabajado en un laboratorio: It ain’t broke, don’t fix it, es el primer mandamiento del físico experimental.
Sertorio, muy oportuno tu comentario. Y esa frase que destacas, la de la vecina a la que te quedas mirando, es la quintaesencia de la experiencia directa
M.G., gracias por la referencia. No la conocía, pero siendo de Bryson seguro que merece la pena.
Se ve que, a diferencia de Sertorio, yo no pienso que un conservador de corazón sea incapaz de inteligencia, capacidad de observación y algún sentido del humor (aunque creo que este último será necesariamente algo limitado).
Y creo que sí, que desde Burke hasta nuestros días, ya ha quedado claro que la cualidad que unifica las diversas caracterizaciones del conservador es pensar que el mundo ya es lo mejor que puede ser, o que el mundo era, en la infancia del conservador, lo mejor que puede ser, y que desde entonces está en decadencia.
Ahora que lo pienso, esto ya da DOS caracterizaciones: el escéptico que piensa que las cosas son eternamente iguales y el más reactivo que añora la edad de oro perdida. Me inclino por adjudicar a Chesterton en el segundo subapartado.
Pero si estoy equivocada y Chesterton no era un conservador radical, pues vale. Sería… ¿qué otra cosa podría ser?
Supongo que Sertorio ha tomado la palabra «conservador» como una descalificación, porque así es como suele emplearse en España.
Por mi parte, creo que Chesterton es un magnífico ejemplo de conservador, y que cualquiera que lo lea con un mínimo de ecuanimidad tiene que reconocerle la inteligencia y el sentido del humor. Por mi parte, añado que hay que reconocerle la sabiduría, y por esa sabiduría le incluyo entre mis héroes. Y que ser conservador no tiene nada que ver con ser «bienpensante» (es más, casi diría que hoy los bienpensantes están más entre los que se dicen de izquierdas…).
(Por cierto, hace tiempo reseñé un libro de Thomas Sowell que creo que caracterizaba muy bien la manera de ver el mundo de conservadores y progresistas)
He leido tu entrada sobre Sowell. Estoy de acuerdo en que se trata de un conflicto entre una visión restringida y la versión no restringida de la naturaleza humana. Pero, por ejemplo, yo pondría a Rousseau cláramente del lado de la visión restringida. Tanto los optimistas como los pesimistas antropológicos buscan el fundamento de sus creencias en una visión restringida de la naturaleza humana. Versión No Restringida es la de Ortega y Gasset cuando escribía aquello de que el hombre no tiene naturaleza, lo que tiene es historia. Foucault, otro representante de la VNR, criticaba el marxismo precisamente por creer en un sustrato natural que la lucha de clases habría de emancipar, es decir, les acusaba de, a pesar de haber desarrollado una sociología del conocimiento, mantenían una VR de la naturaleza humana.
Pero se puede dar otra vuelta de tuerca. Asumir que la creencia en la presencia o ausencia de naturaleza humana responde a consideraciones enteramente racionales supone de entrada una forma de posicionarse ideológicamente. De nuevo, como decía Ortega y Gasset, las ideas tienen fisionomía. Responden a motivaciones, sentimientos e intereses mucho más de lo que algunos querrían admitir. Si uno cree que nuestra capacidad de cambio está encorsetada dentro de ciertos límites impuestos por nuestra naturaleza (VR), en realidad le importa mucho más que respetemos ciertos límites que defender una opción metafísica. Y le importa que respetemos ciertos límites porque a veces los cambios resultan desastrosos y prefiere no arriesgarse a que las cosas mejoren y dejarlas como están con tal de que no empeoren. En mi opinión, como ya he expresado en otra ocasión, es una actitud basada en el miedo. Lo peor es que además se trata de una actutud reactiva. Aparece precisamente porque, para bien o para mal, las cosas están cambiando y muy deprisa.
He leído ahora tu entrada sobre Sowell y estoy en terminos generales de acuerdo con Masgüel. Sobre todo en lo que respecta a Rousseau. También dudo bastante de que Adam Smith esté del todo del lado de la versión restringida. Lo que lleva a considerar que sería más exacto hacer un gradiente (un test de Apgar de VR, por decir así) que calificar a las personas binariamente.
Probablemente sí existe algo como una «naturaleza humana». Eso ahora ya no es una cuestión filosófica, sino científica y empírica.
Lo que pasa es que no sabemos cuales son sus límites, ni adonde nos puede llevar. (Y tampoco sabemos en qué medida sus características son una cuestión estadística y en qué medida una propiedad uniforme, o sea, que tan «natural» pueda ser un comportamiento o tendencia como su contrario, según las personas)
Cualquiera que hubiera visto el mundo hace doce mil años, cuando la especie humana ya llenaba la Tierra y ya era como ahora, no hubiera apostado ni una concha de molusco a que la naturaleza humana nos iba a permitir (o conducir) a vivir en ciudades a la mayoria, ni a tener catedráticos de Física. Probablemente no hubiera adivinado ni siquiera que estábamos a punto de hacerno agricultores a gran escala y cambiar de vida radicalmente, y de organización social de paso.
Por mi parte, igual es una tontería, pero cuando intento buscar como referencia ante un cambio o una tradición cual podría ser la «naturaleza humana» al respecto, intento pensar en términos de sociedad de pequeñas bandas de recolectores. Nuestra naturaleza, cualquiera que sea, es ésa. Hemos evolucionado así. Como no sabemos demasiado, probablemente es una especulación gratuita, pero bastante provechosa para poder ver la romería del Rocío o la Bolsa en su justa perspectiva.