5) Aprende a vivir en un mundo abstracto
[Advertencia: este es uno de los capítulos que me ha gustado más y a la vez me ha parecido más frustrante. Las ideas son muy interesantes, pero no parece haber un «mandamiento» para lidiar con los peligros que describe. De hecho, hasta he cambiado el título: el original era «One size does not fit all»]Desde los años 70, las grandes cadenas de distribución y los centros comerciales venían ahogando progresivamente al pequeño comercio. Internet parecía la solución: todas las webs son en principio iguales. En la red, todo ocurre en un nivel abstracto y universal. Pero esta abstracción ha traído una nueva ventaja a los grandes, sólo que ahora hay que entender “grande” no en el sentido de tamaño, sino de nivel de abstracción.
Por ejemplo, la pequeña tienda de discos que creía tener ventaja vendiendo por Internet descubre pronto que un “agregador de compras” lleva a los clientes al precio más barato: se ha quedado sin margen comercial. Intenta retener a sus clientes ofreciendo algo más: un blog musical personal. Pero los agregadores de contenidos ordeñan su sitio y no hace falta pasarse por allí para leer sus posts, que el la práctica se desvinculan del negocio.
Historias como esta se repiten una y otra vez. Hay una cadena de crecientes abstracciones que ha dado lugar a una economía digital que apenas tiene base en el comercio real, las leyes de la oferta y la demanda o la creación de valor. En realidad, cuanto más cerca estés de donde se crea valor, más lejos estás del dinero. Es la misma lógica de los mercados financieros que ha llevado a las grandes compañías (como General Electric) a cerrar sus fábricas y entrar en el negocio bancario, a los banqueros tradicionales a subir un nivel de abstracción y crear “hedge funds” y “derivados financieros”, y a los especuladores que ya había, a crear “derivados sobre derivados”… etc.
Esta apoteosis de abstracción es la culminación de un largo proceso histórico: el lenguaje es una abstracción del mundo real; el texto, una abstracción del lenguaje; el libro impreso abstrae al texto del autor, y finalmente, la era digital abstrae al texto de su contexto original. Todo puede ser conectado con todo, pero no es el mundo real, sino uno de símbolos sobre símbolos.
La creciente abstracción impone en paralelo una creciente dependencia de la estandarización (signos para las letras, tipos de imprenta, protocolos de comunicaciones, buscadores de contenidos) y da poder a la autoridad que controla el estándar (¡Google rules!).
Sólo si reconocemos esta abstracción podemos controlarla o incluso ponerla a nuestro servicio. La abstracción lleva mucho tiempo en este mundo, y las reglas, códigos, estándares, pueden estar bien, siempre que las escribamos nosotros mismos: program or be programmed.
6) Sé tú mismo
Nuestras experiencias digitales son extracorpóreas. Tienen por eso un sesgo hacia la impersonalidad. Pero cuanto más anónimamente nos comunicamos, menos experimentamos las repercusiones humanas de nuestros actos. El anonimato permite escapar de las consecuencias de nuestras acciones y favorece el “comportamiento de masa” (mob behavior). Además, en el dominio digital estamos privados de los elementos no verbales que constituyen la mayor parte de nuestra comunicación (¡hay quien ha calculado que más de un 90%!) Con un canal tan estrecho, los mensajes no llegan bien y tendemos a subir el volumen, como en las “loudness Wars”.
La solución no es retirarnos también nosotros al anonimato, sino convertir en norma el ser real e identificable. Igual que en un vecindario, cuanto más se conoce la gente menos peligroso es el entorno: más responsables nos hacemos de cuanto decimos. Es bien sabido que en cualquier foro, imponer la obligatoriedad de registrarse eleva automáticamente el nivel de la discusión. Y no es tanto por el miedo al castigo como por mantener una reputación (que sirve, además, para que nos conozcan y entiendan mejor sin “subir el volumen”).
Tenemos que luchar deliberadamente contra la comodidad del anonimato para permanecer responsables y presentes. Entonces es más fácil levar con nosotros nuestra humanidad al mundo digital.
Pues me está gustando refrescar este libro a través de tu visión. A mí fue un libro que me gustó mucho: no dice nada que quienes llevemos en Internet muchísimos años no sepamos, especialmente quienes hemos trabajado más en entornos de software libre y ámbitos donde la red era a la vez herramienta de descubrimiento, de aprendizaje, de relación entre personas afines pero distantes físicamente. No tiene ningún argumento revolucionario pero me encantó la sencillez con la que expone los argumentos de siempre. Creo que es un libro que debería haber salido en español: es didáctico.
El resumen que haces del 5º capítulo, de la serie de abstracciones, es interesante. El tema de la consciencia que desarrollamos acerca de cómo funcionan las cosas es vital, hace que incluso cuando no tenemos más alternativa que usar una herramienta centralizada y privativa lo hagamos buscando en todo momento eludir crearnos a nosotros mismos dependencia respecto de un proveedor que nos impone (a través de su código) una forma de pensar y hacer las cosas.
Ya estoy esperando la cuarta y última entrega, a ver qué tal 🙂
Jose, me debías un comentario pero este salda la deuda con creces 🙂
Efectivamente, creo que es un libro muy didáctico, muy claro, y es una pena que no se haya traducido (todavía) porque no conozco otro comparable en español (mencionaba en la reseña el muy difundido de Enrique Dans, pero precisamente diciendo que deja mucho que desear).
De alguna manera de lo que se trata aquí es de desarrollar un “sentido común” y, poniéndonos más serios, una ética personal para internet. Noes tan fácil porque el sentido común se desarrolla con el tiempo y la experiencia de uso, algo que la mayoría de los usuarios no tenemos en grado comparable a Rushkoff. Hace falta madurar y todo demasiado deprisa. Por eso es muy valioso un libro así.
Sobre la alegre inconsciencia con la que abrazamos muchas cosas en internet, quizá el ejemplo más notable es Facebook; a mi me ha encantado lo de “llevar al redil todo el rebaño digital para ordeñarlo mejor” (en el siguiente post).