Los bárbaros y el color de las cortinas

Estas navidades he leído “Los bárbaros”, de Alessandro Baricco. Me cautivó su estilo, muy directo, interpelando al lector como en un blog (de hecho, es algo parecido: se publicó por entregas en La Repubblica). Pensé inmodestamente que Pseudópodo, en sus mejores momentos, se parecía en su estilo.

Queda dicho, pues, que a Baricco da gusto leerlo. No sólo porque tenga oficio de escritor: lo mejor es que hace un gran esfuerzo por explicarse, por ser claro, y lo consigue con agilidad y elegancia, con metáforas brillantes que van construyendo un vocabulario propio, con ejemplos que van del fútbol al vino, pasando por Walter Benjamin. Baricco tiene algo que decir y lo dice muy bien.

 

Otra cosa es que tenga razón. Pero empecemos explicando de qué trata el libro, con las palabras del propio autor:

Todo el mundo percibe, en el ambiente, un incomprensible apocalipsis inminente; y, por todas partes, esta voz que corre: los bárbaros están llegando. Veo mentes refinadas escrutar la llegada de la invasión con los ojos clavados en el horizonte de la televisión. Profesores competentes, desde sus cátedras, miden en los silencios de sus alumnos las ruinas que ha dejado a su paso una horda a la que, de hecho, nadie ha logrado, sin embargo, ver. Y alrededor de lo que se escribe o se imagina aletea la mirada perdida de exégetas que, apesadumbrados, hablan de una tierra saqueada por depredadores sin cultura y sin historia. (…)
No se ha vuelto loco todo el mundo. Veo algo que existe. Pero lo que existe yo no consigo contemplarlo con esos mismos ojos. Hay algo que no me encaja.

Estos bárbaros, son, claro, la nueva generación que ha crecido con internet. Baricco prosigue diciendo que estos invasores «no se están limitando a controlar los puntos estratégicos del mapa, sino que están cambiando el propio mapa». Quizá más que bárbaros son mutantes, una nueva especie “que tiene branquias detrás de las orejas y que ha decidido vivir bajo el agua”: es natural que a nosotros, con nuestros pulmoncitos, su aparición nos parezca un apocalipsis inminente.

Estamos al principio del libro y queda mucho por contar: hay que hablar de vinos, de fútbol y de Walter Benjamin…, pero en el fondo, en esta obertura se adivina ya la conclusión. Leemos hacia el final del libro, en la página 211:

Cada uno de nosotros está donde está todo el mundo, en el único lugar que existe, dentro de la corriente de la mutación, dónde a lo que nos es conocido lo llamamos civilización y a todo lo que no tiene nombre barbarie. A diferencia de otros, pienso que se trata de un magnífico lugar.

Y poco después:

No hay mutación que no sea gobernable. Abandonar el paradigma del choque de civilizaciones y aceptar la idea de una mutación en curso no significa que deba aceptarse cuanto sucede tal y como es, sin dejar la huella de nuestros pasos. Lo que llegaremos a ser sigue siendo hijo de lo que quisiéramos llegar a ser. Así que vuelve a ser importante el cuidado cotidiano, la vigilancia (…) Se trata de ser capaces de decidir qué hay, en el mundo antiguo, que queramos llevarnos hasta el mundo nuevo (…) En la gran corriente, poner a salvo todo lo que apreciamos. Es un gesto difícil, porque no significa, en ningún caso, ponerlo a salvo de la mutación, sino, en todo caso, dentro de la mutación.

Es de agradecer que Baricco no sea apocalíptico, que intente comprender y no condenar, que su mensaje sea constructivo y vaya más allá “de la queja snob o de la charla de bar” (pg. 53). El problema está en que aquí, cuando tocaría especificar qué es lo que hay que salvar, nos encontramos con esto:

El hecho es que no tengo las ideas muy claras en relación con este tema. Sé que con toda seguridad existe algo, pero de qué trata es difícil decirlo, ahora, con exactitud.

¡Qué decepción! Una conclusión así, me parece a mí, desactiva las páginas anteriores, las deja inoperantes y sin sustancia. Pero me temo que era inevitable, porque es una consecuencia de la debilidad esencial de la reflexión de Baricco, un problema de base que se iba manifestando gradualmente según leía este libro, por momentos tan brillante. Un problema que no es sólo suyo, sino algo endémico en nuestros intelectuales literarios (“nuestros”: los del occidente del siglo XXI). Pueden tener un ojo certero para las conexiones, las metáforas, las analogías; pueden ofrecernos visiones sugerentes, con perspectivas múltiples y enriquecedoras; pueden demostrar un gran oído para captar la música de los hechos… pero al final, tienen una visión decorativa del mundo. Piensan que “una mutación de la especie humana” es como un cambio de estilo en el salón: saben que no querrían redecorarlo por completo, pero tampoco tienen claro qué conservar. ¿Quizá dejamos las cortinas…?

* * *

Postdata: tras escribir el post, encuentro en este blog, que no conocía, una recomendable crítica, más amplia que la mía, y todo un torrente de posts sobre los bárbaros de Baricco.

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10 respuestas a Los bárbaros y el color de las cortinas

  1. Ana dijo:

    Gracias, me ha resultado ilustrativo, interesante y consistente tu comentario. Me han dado ganas de leer el libro, pero sin duda encarezco alguna conclusión más orientativa. Se te ocurre algún otro autor que vaya en este sentido? Estoy un poco stuffa de apocalipsis y pesimismo (vengo de leer «Sumisión» de Houllebecq, tras haber leído otros anteriores y entonces me pongo a escuchar a Serrat: «…pero aquí abajo, abajo…cerca de las raíces…» y me vuelve el alma al cuerpo.
    Te sigo leyendo, gracias.

  2. Antonio dijo:

    Gracias por la crítica. No recordaba así el libro, pero es posible que lleves razón. Si no te he entendido mal, consideras que Baricco es poco radical en su crítica a los bárbaros y que, por otra parte, no propone un programa para salvar los elementos esenciales de la civilización antigua.

    Te recomiendo Medioambiente Simbólico, el blog que citas en la postdata. Trata con profundidad mucho de estos temas. Creo que es único en su especie.

  3. pseudópodo dijo:

    Ana, algo más orientativo: este es un libro agradable de leer pero que se queda muy corto. Es como si, en el momento de llegar a la primera conclusión (“no es el apocalipsis, pero es una revolución, nace un nuevo mundo y hay que salvar cosas del viejo”) se cansara del esfuerzo y tirara la toalla. Yo creo que en ese punto empieza lo interesante: ¿qué hay que salvar?¿por qué? Y sobre todo: ¿cómo? Porque el auténtico problema es que el mundo no es un salón que decoramos eligiendo un mueble muy práctico por aquí y unas cortinas que nos gustan por allá; el mundo es un todo orgánico y cuando tocas una cosa repercute en otra. A lo mejor lo que queremos salvar no es salvable en este nuevo ecosistema (con la metáfora del autor: si ahora respiramos con branquias no vamos a poder conservar, por decir algo, las excursiones a la montaña, porque vamos a tener que vivir bajo el agua…)

    La verdad es que los autores que he leído son más bien apocalípticos (por ejemplo: Nicholas Carr o Jaron Lanier), y los que tengo pendientes (Evgeny Morozov) me temo que van más bien en la misma línea. De los optimistas tecnológicos leí en tiempos a Enrique Dans (no me convenció) y al mismísmo Bill Gates (tampoco). A ver si alguien que se asome por aquí te recomienda algo (y a mí también).

    Antonio, sí, eso es lo que digo, y añado que a Baricco le pasa eso porque tiene el vicio generalizado entre los intelectuales literarios de no ver el mundo como un todo orgánico en el que no se pueden elegir las cosas a voluntad (la visión decorativa del mundo). Sobre “Mediaombiente simbólico”, pasé un buen rato leyendo posts cuando descubrí el comentario sobre Baricco; lo que he leído me ha gustado y con lo que me dices seguro que volveré.

  4. Antonio dijo:

    Pues ahora, tras leer tu respuesta a Anna, entiendo mejor tu opinión y sí coincide más con mis recuerdos del libro. Es verdad que Baricco tira la toalla. Suponer que lo bueno del mundo antiguo se puede mantener en este nuevo ecosistema es demasiado optimista.

    A Nicholas Carr y Jaron Lanier no los considero apocalípticos. De hecho, me da la impresión de que rebajan sus críticas para que no los tilden de «luditas». Siempre se mueven dentro de un terreno posibilista. Lo más apocalíptico que he leído es «La obsolescencia del hombre», de Günther Anders.

    No te defraudará Medioambiente Simbólico. Proporciona referencias muy interesantes. Es el único blog en español que trata de estos temas forma monográfica. Yo lo metí en favoritos por la misma época en que conocí tu magnífico blog, que también fue directo a favoritos. Creo que el espíritu que anima a vuestros blogs es similar.

  5. pseudópodo dijo:

    Antonio, tienes razón: Lanier, por lo menos, no se merece el título de apocalíptico, me precipité al decirlo; Carr yo diría que sí, aunque probablemente, como sugieres, lo disimule… De Günther Anders no sabía nada (¡doctorando de Husserl y marido de Hanna Arendt, nada menos…!) ¿Dirías que merece la pena? La obsolescencia del hombre, con casi 800 páginas, resulta un tanto intimidatorio…

  6. Antonio dijo:

    Yo creo que Anders sí merece la pena. Como decía, es muy apocalíptico y en ocasiones desbarra un poco, con lo que no es lectura recomendable para no iniciados. Es tan negativo que puede transmitir la idea de que es preferible no hacer nada puesto que ya está todo perdido. Pero si has leído a Carr y estás interesado en ese tipo de críticas, pienso que conviene conocer el punto de vista de Anders. La obsolescencia del hombre tiene pasajes clarividentes, Yo lo leí en los dos volúmenes editados por Pre-Textos. Si te animas a leerlo, intenta comprar la edición más reciente, ya que observé que había algunos errores en las notas al pie.

    No tan negativo como Anders, pero algo más pesimista que Carr, es Neil Postman, aunque se centra sobre todo en la crítica a la sociedad de la imagen. Otro a medio camino es Langdon Winner. Imagino que Lewis Mumford también entra en esa categoría, aunque de él sólo he leído un ensayo sobre las utopías en el que el tema tecnológico lo toca de refilón.

  7. pseudópodo dijo:

    Gracias Antonio, me lo apunto. Por cierto, Neil Postman es uno de mis favoritos, es quien me abrió los ojos sobre la tecnología y me enseño a verla como un ecosistema, en el que los cambios nunca son sólo lo que queremos que sean… De Mumford he leído Técnica y Civilización, pero no me impresionó tanto, de hecho me resultó un poco aburrido a la postre. Y ya que estamos intercambiando cromos ;-), no sé si conoces a Jacques Ellul, lo que yo he leído de él no toca muy directamente la crítica de la técnica, pero tiene algún libro en que sí lo hace y seguro que está bien.

  8. Antonio dijo:

    A mí Mumford tampoco me convenció mucho. Plantea críticas muy agudas, pero su estilo literario se me hizo algo pesado y me costó terminar el libro. Todo lo contrario que Postman, que tiene un estilo muy ágil, en mi opinión. Jacques Ellul es uno de los autores que tengo pendientes de leer. Ya sabes que veces se compran libros a un ritmo diferente del que se leen 🙂 Pero, ya que me lo recomiendas, procuraré darle prioridad.

  9. Antonio dijo:

    Pseudópodo, otro pesimista que te puede interesar es Friedrich Georg Jünger y su libro «La perfección de la técnica»:
    http://www.paginaindomita.com/la-perfeccion-de-la-tecnica/

    Pocas páginas, de lectura más asequible que el de Anders. No lo he terminado, pero parece muy pesimista aunque no pierde el tono razonable. , A título de ejemplo, cree que la invención de la rueda ha tenido consecuencias devastadoras para el hombre 🙂 Y lo bueno es que lo explica de tal manera que te acaba convenciendo.

  10. pseudópodo dijo:

    Lo de la invención de la rueda me ha dejado intrigado… tomo nota, gracias, Antonio

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