Educación para la ciudadanía

Tratar de hacer que los niños se comporten éticamente enseñándoles a razonar bien es como tratar de hacer feliz a un perro moviéndole uno mismo la cola. Se está invirtiendo la causalidad.

Jonathan Haidt, La hipótesis de la felicidad.

(Pese a su título poco prometedor y a su portada disuasoria, este es el mejor libro que he leído en mucho tiempo).

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22 respuestas a Educación para la ciudadanía

  1. Hesperetusa dijo:

    Pues tendrás que explicar un poco más. Dado que me dedico a la enseñanza y mis más jóvenes alumnos son todavía niños…, los mayores (2º bachillerato) son ya adultos, aunque parece que la adolescencia se está retrasando hasta lo 40, tengo que separar muy bien el grano de la paja. que el tiempo es limitado.

  2. Hola.

    Quería saber si la traducción es medianamente decente debido a este comentario en Amazon.

    ¿Recomendarías el libro en castellano o en inglés?

    Saludos.

  3. pseudópodo dijo:

    Hesperetusa, tengo pensado contar algo más en otro post, este sólo era para abrir boca y porque me hizo mucha gracia la frase.

    Lo que defiende Haidt es que la desde hace tiempo hemos seguido una senda equivocada en la formación ética, abandonado el objetivo de formar el carácter, que ha sido el enfoque de las culturas tradicionales, de la antigua Grecia y de occidente hasta el siglo XX, y sustituyéndolo (con la idea de ser inclusivos, no autoritarios, etc) por una enseñanza de la ética basada en la discusión de dilemas morales y que pretende que el niño o el adolescente se forme sus propios valores. Haidt argumenta muy bien que ese enfoque simplemente no funciona, que es psicológicamente disparatado porque la virtud es un conocimiento tácito que no se puede enseñar como si fuera un conocimiento declarativo. Que es lo que me temo que se quiere hacer con asignaturas como la educación para la ciudadanía…
    Pero el libro trata de muchas más cosas, y es sobresaliente porque explica muy bien las cosas, de manera muy accesible pero sin rebajar el nivel, con rigor científico pero sin caer en el cientifismo y sin despreciar las humanidades ni la religión (especialmente notable siendo ateo el autor). Pero bueno, que no se trata ahora de escribir el post sobre el libro 🙂

    David, pues la traducción es bastante mala, la verdad, aunque tampoco es tan dramático como dice ese comentario, las he visto peores. Yo sólo he encontrado cuatro o cinco puntos en los que me he tenido que imaginar lo que quería hacer el autor haciendo traducción inversa… Peor me ha parecido que es muy poco fluida (traducir “people” por “las personas” siempre es muy farragoso, por ejemplo). Se puede leer en español, pero si lees bien en inglés te recomiendo el original (y si lo compras en Amazon.com te saldrá más barato).

  4. Epicureo dijo:

    Siempre es un placer encontrar nuevas entradas en el blog de Pseudópodo. Un afectuoso saludo al autor.

    Después de leerla un par de veces la frase tiene sentido a medias… Yo nunca he pensado que razonar bien fuera condición necesaria para comportarse éticamente. Pero tampoco veo que el comportamiento ético garantice que uno razone correctamente, ni mucho menos. Sobre todo porque no hay una definición mínimanente concreta y universal de lo que es «comportamiento ético». Y pensándolo bien, lo de «razonar correctamente» tampoco está muy claro qué es. Espero que el libro se extienda algo en ello.

    • Epicureo dijo:

      El comentario anterior de Pseudópodo, que se cruzó con el mío, me ha aclarado buena parte de las dudas (y ha suscitado otras, a falta de echar un vistazo al libro).

      Añado una cosa: la «educación para la ciudadanía» tiene unos temarios bastante definidos, en los que está claro qué valores enseña (los consensuados socialmente) y no parece que incluya ni la discusión de dilemas éticos ni la formación de valores propios. Quizá en el extranjero sí hagan eso; a mi parecer sería un error tratándose de niños.

    • bloodykefka dijo:

      Se supone que razonar bien es seguir los axiomas «universalmente» aceptados de la lógica formal… el problema son precisamente las comillas, ya que la lógica formal es universal si todo el mundo la supone como válida (se la cree). Ojo, creo necesario tener un consenso pero no creo que nunca llegue a ser universal si partimos de suposiciones que han de tomarse como ciertas. Como tú bien dices, eso de «razonar bien» es bastante confunso, supongo que habrá que ceñirse al libro.

      Por otro parte, creo que la educación para la ciudadanía es como dices, se usan los valores aceptados socialmente, lo cual no me parece malo.

  5. Cristina dijo:

    El libro tiene muy buena pinta, Pseudópodo, sin embargo, por lo que comentas de su contenido, no creo que tenga que ver con la Educación para la Ciudadanía. La virtud es un conocimiento tácito, dices, y te doy la razón (de hecho este tema se trató acaloradamente en mi blog hace algún tiempo) pero la virtud por sí sola no es suficiente para el ejercicio de la ciudadanía democrática que es de lo que trata (creo) esa asignatura. En una democracia se espera un papel activo y responsable de todos y eso conlleva conocer las instituciones y los mecanismos de participación ciudadana, que sí son conocimientos declarativos. Un ejemplo: hace algún tiempo un chico de veinte y pocos años me preguntaba si era obligatorio seguir una huelga. Obviamente, no saber qué es una huelga no lo hace peor o mejor persona pero desde luego sí hace que seamos más vulnerables, él individuamente (no va a tener herramientas para reivindicar sus derechos) y todos como sociedad (si se elimina el derecho a huelga pocos van a protestar). En resumen, que no basta con ser virtuoso.

    • Cristina dijo:

      En un país de virtuosos desinformados, es más fácil que los no virtuosos tomen el poder.

      • Cristina dijo:

        (Perdón por los comentarios enlazados)

        Además, la virtud no es buena compañera de la irracionalidad. Si crees que los homosexuales son pederastas (por ejemplo porque es lo que te han enseñado tus padres) considerarás indeseables a los homosexuales. Sin embargo, el prejuicio se desmonta fácilmente con información objetiva y un poco de análisis racional. Por eso precisamente hablamos de prejuicios en contraposición a los juicios ¿no? Otra cosa es la empatía que te lleva a posicionarte con «los buenos» que sí es cierto que es un conocimiento tácito, pero si falla el análisis racional corremos el riesgo de no saber reconocer quienes son realmente los buenos.

      • bloodykefka dijo:

        En el caso de la homosexualidad es claro, pero ¿qué ocurre cuando tenemos elementos más abastractos como la vida o el amor o «la persona, que son más confusos? ¿qué ocurre cuando hablamos del mismo fin de la moral?

        Creo que hay que recordar que la racionalidad sirve para que nos entendamos unos a otros, a universalizar. Pero que algo sea más universal no lo hace absoluto, ni verdadero. Piensa que si los filósofos occidentales todavía no han conseguido cerrar todavía el debate de la moral es porque quizás tengas que tirar un poco de la irracionalidad, aunque sea para establecer una base sobre la cual razonar.

  6. ¡Muy agudo y cierto eso último (y también tu comentario anterior), Cristina!

  7. Alejo Urzass dijo:

    Y además de lo que dice Cristina ¿alguien ha demostrado que no se consiga hacer feliz al perro moviéndole uno mismo la cola?

  8. Alejo Urzass dijo:

    Para que mi comentario anterior no parezca un simple chiste, digo que, seguramente, eso de “se está invirtiendo la causalidad” que afirma Mr. Haidt se pueda aplicar tal cual en el mundo de la física, pero los mecanismos que operan en el aprendizaje resultan demasiado complejos como para pretender zanjar el asunto de manera tan simple. Las técnicas de inversión de hábitos funcionan, por ejemplo.

  9. pseudópodo dijo:

    Epicureo, también es un placer encontrar tus comentarios… Lo que quiere decir Haidt es que ser capaces de hacer razonamientos éticos tiene muy poco que ver con comportarse éticamente, igual que entender la teoría de la bicicleta no sirve de ayuda para montarla… mientras que saber montar en bicicleta sí puede ser de ayuda para entender la teoría (aunque por supuesto no implica que vayas a entender la teoría, no es que se invierta por completo la causalidad…).

    Estoy de acuerdo en que no hay una noción universal de qué es “comportamiento ético”, pero por otra parte creo que los desacuerdos se dan en regiones fronterizas a las que no se va a llegar en la convivencia diaria, donde el acuerdo sobre lo que está bien y mal seguramente es muy grande. Ese ese otro motivo para evitar las polémicas que un intento de “educar en valores” explícito, dentro de una asignatura, va a crear inevitablemente (dices que en esa asignatura se enseñan valores consensuados socialmente, pero lo cierto es que cada vez hay menos consenso sobre cuáles son esos valores que hay que enseñar).

    Eso no quita para que esté de acuerdo con Cristina en que hace falta algo más que “virtud” para ejercer la ciudanía en un país democrático. No estoy en contra de una asignatura que enseña ese tipo de cosas, que, tienes razón, son conocimiento declarativo. He titulado el post “Educación para la ciudanía” porque en los debates sobre esa asignatura siempre se destacó el aspecto de “educar en valores”, y tanto sus partidarios como sus detractores insistían en su dimensión moral: se suponía que iba a hacer mejores (o respectivamente peores) personas… Pero la equivocación de identificar un problema social y pretender solucionarlo con una asignatura se repite una y otra vez, y Haidt la criticaría exactamente igual.

    Alejo, menos mal que lo has aclarado 🙂 Es verdad que la causalidad muchas veces va en sentido contrario y que simplemente sonreír más puede hacernos más felices. Pero precisamente en el libro se argumenta que eso no pasa en este campo: es como la bicicleta, conocer la teoría no hace mejor (y se sabe desde Ovidio y San Agustin: “Video meliora proboque deteriora sequor”)

  10. bloodykefka dijo:

    Pues yo veo bien que a los chavales se les ayude a formar su propio criterio, quizás el problema sea que para ello también tienes que enseñarles una base sobre la cual recorrer el camino.

    Admitámoslo, si la moral fuera algo que se pudiera enseñar razonar así como así, nuestros problemas se reducirían, pero si en este blog se ha discutido tanto sobre la moral es por el hecho de que todavía no se tiene claro par que sirve y para que es. Lo que tenemos más bien son intuiciones sobre lo que es «bueno» y «malo» e intentamos relativamente basarnos en eso para razonar un sistema moral. No estoy criticando nada, simplemente remarco un hecho. A lo mejor por eso se enseña de esa manera que critica Pseudópodo, porque la ética no es totalmente universal y quizás lo mejor que puedes hacer es que una persona la desarrolle por si misma. Sin embargo, a lo mejor la solución al problema que se plantea sea una mezcla de las dos cosas: a un niño se le enseña una base moral y se le dan instrumentos para que la asimile, pero también se le dan herramientas para que no se quede ahí y desarrolle sus propias respuestas. Al fin y al cabo es el niño el que tiene que vivir su vida, y lo que a nosotros nos sirve a lo mejor a él no.

    Vamos, es mi humilde opinión.

  11. Cristina dijo:

    Estoy bastante de acuerdo con el último comentario de Bloody: una vez establecida la base moral (de forma tácita), al niño se le deben dar herramientas para analizar distintas situaciones y desarrollar sus propias respuestas. Que haya dilemas morales a los que no es fácil dar respuesta no significa que debamos renunciar a intentarlo, sobre todo teniendo en cuenta que es probable que La Respuesta no esté en ningún lado.

    Otra cosa, en la frase del libro y en el comentario de Pseudópodo hay implícita cierta idea de decadencia (“hemos abandonado el enfoque de las culturas tradicionales”, etc.) pero habría que preguntarse si realmente hemos ido a peor. ¿Somos ahora “más malos” que hace, digamos, cien años? No lo creo. Ni todo lo pasado fue mejor (escuchar a cualquier persona mayor hablar del acoso escolar de su infancia –que antes, por habitual, no tenía ni nombre- pone los pelos de punta) ni han cambiado tanto los métodos como para que podamos separar las causas de los cambios que podamos encontrar. En particular no creo que en la enseñanza de hoy prevalezca el pensamiento racional, aunque supongo que sí tiene algo más de peso.

    Termino refiriéndome a mí misma: hace tiempo escribí esto, que es mi punto de vista sobre este tema.

    • bloodykefka dijo:

      Yo personalmente no creo (a grandes rasgos, hace 10 años estábamos mejor que ahora, claro) que haya una decadencia, pero si problemas que antes no existían, y que pueden dar al traste con todo lo avanzado. Quizás la evolución social sea como un videojuego: a medida de que vas pasando retos, tu habilidad y tus recursos para resolver los retos aumentan… pero tus obstáculos son más complicados. A lo mejor esto es igual, pero no estoy muy seguro.

      Y luego hay cosas que no cambian XD

  12. pseudópodo dijo:

    He pensado que lo mejor es que el propio Haidt se explicara y he puesto un resumen de sus tesis en el siguiente post… seguimos allí.

  13. Athini Glaucopis dijo:

    No sé si será posible hacer que un perro se ponga contento moviéndole el rabo, pero sí me consta que hay toda una corriente de psicología («hipótesis del feedback facial») que afirma que para mejorar el estado de ánimo de una persona basta con manipular artificialmente los músculos involucrados en la sonrisa:
    http://www.psicologia-online.com/pir/la-hipotesis-del-feedback-facial.html

  14. Isidro dijo:

    Es un viejo debate, según creo. En cierto modo, hoy se está procediendo en las casas y las aulas según la teoría de Sócrates: para obrar bien, hay que conocer el bien (y el mal). A primera vista (y a segunda), parece irrefutable. Incluso en el caso en que sepamos que tal o cual acto es malo o injusto (seguramente todos estaríamos de acuerdo en que torturar a un bebé es malo, por ejemplo), la razón no basta para hacer el bien o evitar el mal, no basta para sofocar la tentación. Pese a Sócrates, también es precisa la voluntad (la fuerza de voluntad). El carácter y la voluntad se fortalecen con el (buen) hábito. No basta con decirle al niño que es bueno comer verdura. Eso a él le va a dar igual. El padre sensato debe obligar al niño a comer verdura si acaso este la rechaza. El padre sensato debe obligar al niño a ir a la escuela, y no simplemente confiar en que las razones serán suficientes para que vaya a ella. De hecho, yo diría que a los niños pequeños darles razones de por qué es bueno esto o lo otro, son inútiles, o casi. Uno de los grandes problemas que yo veo en la educación actual (tanto de padres como de maestros) es creer que los niños se rebelarán contra todos aquellos actos o actividades que no estén convenientemente razonados por los adultos: si el niño no comprende –nos dicen muchos pedagogos progres- por qué es bueno comer fruta, se sentirá obligado o forzado a comerla, de suerte que acabará por detestar la fruta. No es así. De hecho, en modo alguno es así. Desde siempre, ha bastado la inapelable autoridad del padre (o adulto) para que el niño hiciera tal o cual cosa sin necesidad de saber o entender por qué ha de hacerlo. Los problemas han empezado a surgir cuando los padres, (auto)despojados de esa autoridad, dejan de dar órdenes claras y explícitas a los niños y se embarcan en todo tipo de sugerencias, sobornos, promesas, invitaciones y ruegos; y es esto, precisamente, lo que no funciona. Cuando el niño percibe duda o debilidad en el adulto, aprovecha para seguir su instinto: comerse el bollo y despreciar la verdura. La autoridad no puede sustituirse con razones; al menos no en los niños y los jóvenes. Nuestras razones se las pasan por el arco del triunfo, en parte porque no las entienden y, en parte, porque, aunque las entiendan, el adulto no le ha forjado el carácter como para que se incline por la virtud. Solo cuando el niño (la persona) está acostumbrado o habituado a hacer ciertas cosas porque su padre se lo impone si es necesario, estará en condiciones de atender a razones. Desde siempre ha sido así: hacemos ciertas cosas desde niños porque nos lo imponen los padres o maestros, y cuando ya hemos establecido el hábito podemos estar receptivos a las razones. Hasta entonces no. Es decir, el acto va por delante de las razones, al menos en el niño. Hoy, ciertamente, hemos invertido el orden causal: pretendemos que las razones fundamenten y empujen la acción, cuando la acción virtuosa es, antes que nada, el resultado de un proceso emocional que surgen entre el niño y el adulto con autoridad (no solo autoridad, claro: también con benevolencia y amor). Cuando no falla la autoridad del adulto, el niño tiende innatamente a imitarlo. Cuando falla la autoridad, el niño, que necesita sentirse protegido, acaba despreciando a quien debería gobernarlo con mano firme y protegerlo de las ambigüedades de la vida.
    A mí, la verdad sea dicha, me parece harto patético el despliegue de razones y argumentos que los educadores de hoy hacen para tratar de convencer a los niños de esto o lo otro. No se consigue nada, al menos si esas razones no las expone un adulto con autoridad. La rebelión actual de los niños (ya sabemos que cada vez hay más padres obligados a denunciar a sus hijos) es interpretada por la pedagogía (pos)moderna como una señal de falta de sentido democrático en los educadores. Por eso decía no sé qué dirigente socialista que los problemas en el aula se deben solucionar cono “más democracia” (en el aula). Al contrario: lo que sobra en las aulas y las casas es democracia. Pero como hemos aprendido a tener un miedo casi patológico a la autoridad, al ordeno y mando, el machismo y todo eso, lo que hoy tenemos en casa y escuelas es un desastre de dimensiones cataclísmicas.
    Yo, de todo esto, hablé mucho en el extinto Deseducativos, con poco o ningún éxito, y me temo que mis palabras seguirán pareciendo anacrónicas o “cavernícolas”. Y entiéndanme: no estoy en contra de las razones (¡¿cómo podría estarlo?!): estoy en contra de confiar en ellas cuando, por la misma naturaleza irracional del niño, no pueden calar en él ni funcionar. Nuestro problema es que estamos tan obcecados con el discurso anti-autoridad posmoderno que tratamos de solucionar los problemas de conducta de nuestros niños o jóvenes empleando más y más argumentos, información objetiva y razones: es decir, echando más leña al fuego. Información tenemos mucha, sí, de todo tipo, pero la realidad de nuestros jóvenes es la que es, y el drama que se cuece en muchísimos hogares por exceso de información y escasez de autoridad crece y crece sin parar.

    • Isidro dijo:

      Perdón. Fe de erratas. Donde pone «Incluso en el caso…» debería poner «Pero no está tan claro, porque incluso en el caso…»

      • Isidro dijo:

        Añadiré algo más. Hay muchos padres, pero muchos, que se preguntan qué están haciendo mal con la educación de sus hijos. No entienden por qué sus hijos se muestran díscolos y despóticos. ¿Cómo pueden ser tan despóticos cuando ellos (los padres) los tratan con tanto talante democrático y se esfuerzan en razonar con ellos? ¿Por qué -se preguntan- lo tienen que cuestionar todo? Y la respuesta es sencilla: lo cuestionan todo porque se les ha enseñado minuciosamente a cuestionarlo todo. Es fácil de entender: cuando acostumbras a dar razones a un niño de por qué debe hacer esto o no hacer aquello, le estás enseñando a pedir explicaciones por todo. Y cuando esas razones no le convenzan (y es lo más común), se negará a hacer lo que le pedimos (o sugerimos). Por eso tantos niños preguntan con tono despótico «¿Por qué?». No lo hacen tanto para entender lo que le pedimos cuanto para cuestionar nuestra autoridad. No es sentido crítico lo que se esconde detrás de ese «¿por qué?», sino simple y pura rebeldía de quien no quiere contener sus tentaciones.
        Así pues, los mismos adultos, al dar tantas y tantas explicaciones e información «objetiva» a los niños, se condenan a sí mismos a ser cuestionados sistemáticamente por ellos.

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