El juego del catedrático

En el post anterior señalaba algunos casos de corrupción en la universidad española, pero sería una gran equivocación pensar que cuando una institución funciona mal sólo puede deberse a que sus miembros son malos. Al contrario, muy a menudo el efecto colectivo de personas que actúan racionalmente y sin ninguna mala intención resulta ser desastroso. Hay que tener esto claro para no criminalizar a nadie injustamente y, más importante aún, para buscar soluciones efectivas a los problemas (en vez de chivos expiatorios, como suele ser habitual).

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Tomemos el caso paradigmático de la denostada endogamia universitaria. Para asignar una plaza de funcionario, se celebra una oposición que presuntamente sirve para elegir al candidato con más méritos. Pero cuando el tribunal tiene que escoger entre el candidato “de la casa” y otro “de fuera”, con méritos objetivos mayores, en España elige sistemáticamente al de la casa. ¿Por qué ocurre esto? La respuesta más obvia es que la composición del tribunal, presidido por un catedrático del departamento, favorece esa endogamia. Pero ¿no resulta irracional no elegir a los mejores?¿no ven que así se va hundiendo poco a poco el nivel de la universidad? La explicación última parece que sólo puede ser la inmoralidad de los catedráticos (o su cortedad de miras, o su provincianismo, o su radical mediocridad…).

Y sin embargo, no hace falta postular un comportamiento corrupto para explicar lo que pasa. Puede haber (los hay) personajes siniestros o patéticos, pero mi tesis es que, dadas las circunstancias que concurren en las oposiciones, la estrategia que adoptaría cualquier agente racional y benevolente (es decir, con buenas intenciones) sería elegir sistemáticamente al candidato de la casa.

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La clave de la aparente paradoja está en que la decisión de otorgar una plaza no es un acontecimiento aislado: lo que haga un departamento no puede desvincularse de lo que hagan los demás departamentos. La decisión de un tribunal estará mediatizada por las que toman los demás tribunales. Y siempre que un agente, al tomar una decisión, tiene que tener en cuenta las decisiones de otros agentes (es decir, tiene que hacer un razonamiento estratégico) entramos en el campo de la teoría de juegos.

Así que pongámonos en el lugar de un catedrático racional y benévolo, al que llamaremos Profesor Buenagente. Podemos esquematizar su situación como un juego entre el tribunal que preside y el resto de los tribunales que están juzgando plazas en departamentos de la misma disciplina. Cada jugador tiene dos opciones: elegir al candidato propio o elegir al mejor candidato (que suponemos que no es de la casa).

Como decíamos antes, suponemos jugadores racionales y no corruptos. No tienen por tanto una escala de valores pervertida, pero inevitablemente (esa es la esencia de un juego) el valor de cada decisión dependerá de lo que haga el otro jugador. De modo que si Buenagente elige al mejor candidato, su ganancia depende de lo que hagan los demás. Si también eligen al mejor, magnífico: será lo mejor para todos. Esa es la situación que él preferiría. Su doctorando se queda sin la plaza, pero seguramente sacará otra, porque, aunque no tiene pinta de llegar a premio Nobel, es un chico competente y trabajador.

Pero ¿y si la estrategia de los demás tribunales es elegir al candidato de la casa? Entonces Buenagente ha hecho el primo. Al no elegir a su doctorando le ha puesto fuera del circuito universitario. Al chico competente y trabajador le ha hecho la faena del siglo: no se merecía acabar de teleoperador después de cinco años sacando adelante el laboratorio.

¿Cual es la decisión racional de Buenagente? Depende de lo que decidan los demás. Si todos tienen el mismo esquema de preferencias que él, debe elegir al mejor. Pero si los demás se empeñan en elegir a sus chicos, él debería elegir a su chico.

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Para hacer nuestro razonamiento más concreto, vamos a cuantificar las ganancias en cada caso. Las unidades son, por supuesto, arbitrarias; lo que cuenta es su valor relativo. En la tabla, cada fila es una opción de Buenagente y cada columna una opción de los demás; el primer número (azul) es el pago que recibe Buenagente y el segundo (rojo) el que reciben los otros:

Hemos supuesto que todos los catedráticos son igual de buena gente que Buenagente, de modo que la matriz es simétrica.

La manera racional de actuar en un juego es la siguiente:

  1. Examinar nuestra primera opción. Ver cuál es el resultado mejor para el otro jugador. Como también él es racional, eso es lo que elegirá, y el correspondiente pago será lo que nos llevaremos.
  2. Repetir para todas las opciones, anotando en cada caso nuestro pago.
  3. Elegir la opción que nos proporciona el pago más alto.

Pongámonos ahora en la piel de Buenagente y apliquemos esta estrategia paso a paso:

  1. Nuestra primera opción es elegir al mejor. En ese caso, si los pagos son los de la tabla de arriba, el otro jugador (=los demás tribunales) elegirán también al mejor, porque eso les proporciona un pago de 12, mientras que elegir al de la casa les paga sólo 8. Así que nuestro pago esperado en caso de elegir al mejor es 12.
  2. Segunda opción: si elegimos al candidato de casa, los demás elegirán al de la casa, porque con eso ganan 6 (y con elegir al mejor ganan 4). Nuestro pago esperado es 6.
  3. ¿Qué haremos finalmente? Elegir al mejor, que es lo que nos proporciona el pago mayor: 12 frente a 6.

¿Y entonces?¿No hemos llegado a lo contrario de lo que empecé diciendo? Parece que hemos demostrado que si todos son «buena gente» el resultado tiene que ser bueno, y por tanto la endogamia sólo puede deberse a la corrupción generalizada.

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No hay que precipitarse. En realidad, nuestro análisis ha ignorado un factor sutil pero extremadamente importante. Un agente racional decide teniendo en cuenta los valores de los demás agentes, cierto,  pero no sabe cuales son realmente esos valores. Al construir la tabla hemos supuesto que los demás tienen los mismos valores que Buenagente, pero ¿cómo puede él saberlo? Él prefiere que salgan siempre los mejores, pero quizá los demás quieren que salga a toda costa su candidato. Eso significaría que pondrían su máximo pago en la casilla de arriba a la derecha: por ejemplo, un 14 en lugar de un 8. Y eso transforma radicalmente el juego. Ahora en la primera opción, tenemos que esperar un pago de 4, por lo que elegiremos la segunda: elegir al candidato de la casa, con lo que por lo menos sacamos un 6.

En definitiva: no basta que todos los jugadores sean buena gente para que las cosas salgan bien. Todos tienen que saber con seguridad que todos los son. En otro caso, si albergan dudas sobre los demás, elegirán una opción que no es la óptima, y que no es la que ninguno de ellos quiere.

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Esta situación es bien conocida en teoría de juegos. Lo que hemos llamado “juego del catedrático” suele llamarse “la caza del ciervo”. En lugar de asignar plazas a los mejores, el objetivo es cobrar las mejores piezas de caza: los ciervos. Así lo explican Dixit y Nalebuff:

Si todos los cazadores se unen para cazar el ciervo, lo consiguen y todos comen bien. Si algunos se encuentran con una liebre por el camino, se plantea un problema. Si demasiados cazadores se distraen persiguiendo liebres, no quedarán suficientes cazadores para cazar el ciervo. En ese caso, todo el mundo hará mejor en perseguir conejos. La mejor estrategia es ir tras el ciervo si y sólo si se puede estar seguro de que casi todos los demás harán lo mismo.

De modo que, aunque todos quieran cazar el ciervo, como no pueden estar seguros de que los demás no vayan a ir a lo suyo cazando un conejo, es muy probable que al final todos coman conejo. Volviendo al caso del catedrático: es muy probable que todos elijan al conejo (perdón, al candidato) de casa, a pesar de que suspiren por el ciervo de la excelencia… que estaba perfectamente a su alcance, por otra parte. Un desenlace paradójico, pero quizá lo más irritante de todo es que, mientras se comen su mezquino plato de conejo, los cazadores seguramente están pensando en cuanta razón tenían al desconfiar: ¿no es evidente que al final cada uno fue a lo suyo?

Volviendo a Dixit y Nalebuff:

El resultado es un juego de confianza. Hay dos maneras de jugar a este juego. Todo el mundo colabora y la vida es bella. O todo el mundo busca su propio provecho y la vida es desagradable, brutal y breve. Este no es el clásico dilema de los prisioneros, en el que cada persona tiene un incentivo para no cooperar independientemente de lo que hagan los demás. En este caso, no hay ningún incentivo para no cooperar, mientras se pueda confiar en que los demás cooperen. Pero ¿podemos confiar en ellos? Y aunque confiemos, ¿podemos confiar en que ellos confíen en nosotros?¿Y podemos confiar en que ellos confíen en que nosotros confiemos en ellos?

El esquema, por supuesto, se repite en muchas otras situaciones. Y nunca es fácil ponerle al ciervo el cascabel de la confianza…

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29 respuestas a El juego del catedrático

  1. Javier dijo:

    El ejemplo est’a muy bien tra’ido para explicar gran parte de lo que ocurre en el sistema, pero solo una parte. Por ejemplo, yo he visto en tribunales defender a candidatos por puro amiguismo, sin que los miembros del tribunal tengan ning’un beneficio estrat’egico en la decisi’on (gente que no dirige tesis, por ejemplo). Tambi’en he visto un par de ocasiones donde el tribunal pierde el norte, los miembros locales deciden «no influir» (esto es, pasan de todo) y un miembro externo se hace con las riendas del proceso, liderando al grupo a elegir a un candidato externo por el puro hecho de ser externo (y as’i aprender’an, como quien dice).

    Lo que no parece poder ser tratado con este tipo de argumentos de teor’ia de juegos es la honestidad individual, esto es, es posible mantener un grado notable de honestidad en un ambiente corrupto? (Hablo de honestidad en t’erminos muy absolutos, probablemente nada compatibles con una concepci’on posmoderna del mundo.) Si fuera posible, y en Espa/a hubiera suficiente n’umero de gente honesta, ver’iamos casos de decisiones bien tomadas de cuando en cuando. Me vienen a la cabeza Sodoma y Gomorra y una estatua de sal.

  2. Pues esta vez no me ha convencido la hipótesis que sostiene la bondad de los examinadores. ¿Es más bondadoso entonces hacer que el que vaya de teleoperador sea el mejor preparado? El chico de la casa ya ha tenido las mejores oportunidades para aprender, precisamente por estar en casa. Si no lo ha hecho tanto como el desconocido ¿habrá que forzar la evaluación?
    Opino en esto como sobre las ONG: prefiero a los que luchan por la justicia, que a los que viven dedicados a una la caridad que permite que la injusticia se perpetúe como si fuera legítima.
    Saludos cordiales.

  3. panta dijo:

    Perdona por el absoluto off-topic pero Me he permitido lanzarte una pregunta
    Saludos

  4. Aloe dijo:

    Igual que en «la tragedia de los comunes», en el dilema del prisionero y en planteamientos parecidos (aunque cada caso tenga detalles diferentes) la única salida para alcanzar un óptimo de otra manera inalcanzable es que desde «fuera» del juego se pongan reglas que cambien la matriz de juego. Esto puede hacerse de modo informal y controlado por los mismos agentes (que partan de una situación de fuerte motivación para mantener el cumplimiento de las reglas y tengan el poder de castigar informal y colectivamente al que no las cumpla) o de modo formal y controlado (viene el Estado con sus guardias de la porra, o impone que todos los tribunales excluyan a los de casa, o alguna otra combinación de reglas y vigilancia).
    En ambos casos, el problema para que eso funcione es el viejo dilema: «¿Quíen vigila al vigilante?»
    El liberalismo clásico intenta ingeniosamente que los vigilantes no necesiten vigilancia porque persiguen individualmente su propio interés, pero de forma que el diseño del juego hace que persiguiéndo ese interés se ocupen de que el «juego» funcione, castigando a los agentes que se desvían de las reglas, no por moralidad, sino porque les conviene. Como el «consumidor soberano» en el libre mercado.

    El problema en multitud de situaciones es que ese diseño no es fácil, o es muy difícil. El «consumidor soberano», pero anónimo y sin poder individual ( esto imprescindible para que el tinglado funcione) en este caso no se sabe quien es: ¿el pobretico estudiante? ¿el ciudadano que paga la cuenta? ¿la oficina de patentes? ¿el consejero autonómico? ¿los colegas?

    Perdon por el rollo. No tengo arreglo.

  5. pseudópodo dijo:

    Javier, desde luego que sólo se explica parte de lo que ocurre. El objetivo del post es mostrar que incluso gente razonable que preferiría que saliera el mejor puede verse atrapada por la dinámica del juego en una situación en la que el resultado no es el que quieren (y un observador pensaría que lo que quieren es justo lo que sale…). Ahora, la universidad tiene algo que hace que prospere gente muy poco razonable, como la que tú cuentas. Vamos, que este post no invalida al anterior, sólo matiza que –aunque no lo parezca por los resultados- puede que haya mucha gente honrada. Si uno cae en un ambiente corrupto… veo difícil que pueda mantenerse honrado. Yo lo que creo que ocurre es que uno acaba autoconvenciéndose de que todo es justo: cuando es el candidato de casa, de que se merece la plaza; cuando es el presidente del tribunal, de que su chico es realmente muy bueno, etc. Hay que reducir la disonancia cognitiva…

    Con lo que no estoy de acuerdo es con que, como dice Animal de Fondo, mi Buenagente no sea tan buena gente. La estrategia que sigue es la más racional dada su matriz de pagos, y en esta matriz está claro que lo que prefiere es que salga el mejor (es a lo que más puntos da). Con su actitud no está mandando de teleoperador al mejor preparado, porque lo que le tocaría al mejor preparado sería sacar su plaza en su sitio (cada mochuelo a su olivo). Lo que le pides al profesor es que no elija a su candidato aún sabiendo que los demás sí lo hacen, de modo que tal actitud no sirve para mejorar un ápice el sistema. Para obrar así hay que ser un héroe (si lo haces por atenerse a unos principios) o un canalla (si lo haces porque no te importa dejar en la calle a tu doctorando).

    Aloe, has resumido muy bien el problema. Jon Elster, en La explicación del comportamiento social, señala que la manera clásica de lograr la cooperación (en este caso, elegir todos al mejor) es imponiéndola un agente externo (el gobierno…). Pero también dice que podría aparecer espontáneamente si hubiera una distribución de agentes de diversos tipos, con una proporción de “cooperadores incondicionales” que no tienen en cuenta el resultado esperado de su acción para elegir su estrategia (son los héroes o canallas que decía yo arriba, Elster dice que “pueden ser kantianos, santos, héroes o fanáticos”), otros “utilitaristas desinteresados” que busquen el bien común y no su provecho particular, etc… No sé si es muy realista, pero sí es complicado.

    • Aloe dijo:

      Gracias, Pseudopodo.
      Yo creo que la moralidad pública fuerte sirve precisamente para eso. Otra cosa es que no sea todopoderosa, y otra cosa también es que los valores reales de la gente no son siempre los que dice que son.
      Si pensamos en una situacion MUCHO más inmoral, como por ejemplo que se subastaran las plazas y se las llevara el que ofrece regalar más proporción de su sueldo a proyectos de investigación del departamento, (pongo ese ejemplo porque también admitiría el «desinterés» de los miembros del Tribunal, que no se llevarían nada a la saca, sino que todo sería en beneficio de la investigación) creo que la motivacion en contra de cada miembro del tribunal bastaría para frenarlo, aun siendo igual de racional el comportamiento de aceptar la subasta que el escenario que pones.
      Igualmente, el comportamiento que describes en la matriz de pagos puede ser suficientemente inaceptable en otros ambientes universitarios para que se vea frenado, y la confianza mutua en el comportamiento de los demás tribunales sea más alta.
      Lo que quiero decir es que la moralidad pública promedio no es meramente un adorno ni inútil, pero tampoco todopoderosa ni uniforme según la época y la sociedad. Pienso que una de sus utilidades (o quizá la principal) es precisamente aumentar las posibilidades de la cooperación, modificando la matriz de muchos «juegos».

      Además de eso, hay otras cosas, pero ninguna infalible: los contribuyentes pagan la cuenta, pero para influir deben estar informados, tener interés y tener medios de presion, porque no toman individualmente la decisión de pagar, a diferencia del consumidor de un mercado. El estudiante sí es «consumidor» , pero su interés no es principalmente la calidad de la investigación, y tampoco puede elegir a cada profesor (ni este cobra según los alumnos que le elijan). Así que tampoco se comporta como un comprador en un mercado libre con infomación perfecta respecto a lo que planteas. Y así sucesivamente.

      O sea, que recetas milagrosas no hay.

  6. Miguel de Esponera dijo:

    «Endogamia». Vale, está mal, sería mejor libre competencia y movilidad. Pero lo grave es que en el pequeño territorio de la endogamia se nutre una competencia feroz por merecer el favor de Buenagente y ser el elegido. Una competencia más basada en el «precio» que en la calidad…

    • pseudópodo dijo:

      …mm, cierto: ese es otro tema: también hay una competencia interna por ganar el favor de Buenagente, y ahí puede haber muchas miserias… pero mejor vamos a dejar eso de lado porque más que de dinámica universitaria estaríamos hablando de la comedia humana…

  7. josele dijo:

    Hola a todos (al fin puedo pner comentarios, es que no los veia, pero tengo otro navegador ya)

    Esto que hablais es lo que ya se trato en el post de la Estigmergia y las hormigas. El asunto esta además estudiado por etólogos (ver en, por ejemplo, en la revista Trama y Fondo nº 18, art. de Carlos Castrodeza «Holocausto y etología (comprender, condonar, sobrevivir, responsabilizar)», gratis en pdf).

    Pero a mi lo que me fascina es que en Tª de Juegos pase como en economía; que se de por hecho que todo lo demás permanece estable, es decir, que los señores no puedan irse a comer y ponerse de acuerdo.

    Porque a fin de cuentas, imaginemos que estamos hablando de Catedráticos de Teoría de Juegos; ¿ellos saben todo esto? Claro, entonces, ¿seguirá su decisión siendo inóptima?

    ¿Por qué existe Oxford, Cambridge, el MIT, o la Ivy League? Insisto; es más fácil jugárselo al mus tras una buena comilona.

    saludos

  8. loiayirga dijo:

    Me cansa la teoría de juegos. Soy lento entendiendo esas cosas y no puedo seguirlos hasta el final si no le dedico más tiempo que una persona normal. Aunque conozco el quiz general ese de beneficio absoluto, beneficio relativo…
    Creo que tratas de mostrar que no hace falta que las personas sean moralmente malas para que las cosas funcionen de un modo poco racional. Pues sí. Es cierto. Pero introducir la teoría de juegos es suponer que las personas son racionales, que deciden buscando lo que “logicamente” es lo mejor. No digo que el análisis de la teoría dejuegos no diga nada sobre la realidad, seguro que puede iluminar muchas situaciones. Pero a veces las cosas son más sencillas. Las personas deseamos beneficiar a los cercanos y no sentimos pena (casi) por los lejanos. Y que los lejanos o los cercanos sean mejores, peores, tengan estos méritos o los otros es lo de menos, que la Universidad se beneficie más o menos es algo muy secundario.
    Hace más de 20 años (cuando yo había terminado de estudiar en la Universidad) hicieron un examen a determinados profesores de la Universidad, (examen de idoneidad, creo recordar que lo llamaban) se trataba de que cumplieran unos mínimos para cambiarles de categoría o para hacer su puesto más estable, no conozco los detalles exactos. El caso es que algunos de aquellos (pocos) no pasaron el examen. El que yo conocía era bastante inepto, me dio clase de filosofía politica y doy fe.
    ¿Tú crees que abandonó la Universidad? ¿Tú crees que ya no da clase? Era un hombre casado, con hijos, con muchos amigos entre los compañeros, un hombre inofensivo, servicial, era un hombre que despertaba lástima. ¿Quién iba a tener valor para decirle a aquel tipo –incapaz de aprobar una oposición de Instituto- que lo echaban? No se cuales serían los mecanismos legales a los que se agarraría ni sé qué tipo de consideración legal o similar tendrá ahora pero aún sigue dando clase.
    La clave: Con independencia de su nulidad intelectual era muy buena persona y tenía mucha memoria para recordar las circunstancias personales de todos los que le rodeaban. Se hacía querer. Está muy bien que racionalices y le eches carga teórica al asunto justificando de algún modo la endogamia de la Universidad pero la clave de comprensión es muy sencilla y es la que ha servido toda la vida para justificar el enchufe. Se resume en:
    Mi cuñado es un tipo estupendo, buenísima persona, lo necesita muchísimo y hay que ayudarle como sea y cualquier otro es un desconocido y lo siento por él pero…
    Si esa decisión (elección, enchufe o lo que sea) beneficia 6, 8 o 14 a todos es algo que quizá puede servir para racionalizar y resolver la disonancia cognitiva pero según mi punto de vista es algo absolutamente secundario.

    • Javier dijo:

      Continuando con tu argumento (amargo, porque as’i tiene que ser), y sali’endonos del t’opico de la teor’ia de juegos, me vienen a la cabeza algunos ejemplos (medio sufr’i un par de ellos) donde se favorece a un candidato local muy flojo en lugar de a uno razonable por pura pena. El bueno, ya sobrevivir’a (ya llegar’a su momento – palabras textuales) y el malo necesita toda nuestra ayuda.

      Aparte del an’alisis que haces con el reparto de bondad entre los cercanos y los lejanos (muy acertado) y lo que apuntas en el siguiente comentario (en los tribunales, a los profesores mediocres les repatean los candidatos brillantes y van por ellos), est’a el problema moral que intentaba apuntar en un comentario anterior. Lo repito, pero del rev’es: c’omo de deshonestos estamos dispuestos a ser para sobrevivir en un sistema esencialmente corrompido? Yo creo que el erial moral en el que vive Espa/a (y mucho m’as su universidad) es total. La mayor’ia de los tribunales de plazas ni siquiera caen en que est’an gastando un dinero p’ublico y que es su obligaci’on (sin excusas) escoger al mejor candidato: es parte de su trabajo y les pagan por ello. Claro que tambi’en les pagan por trabajar once meses al a/o, 37 1/2 horas por semana, y ya ves.

  9. loiayirga dijo:

    También se pueden aplicar otro tipo de cálculos. ¿De qué modo sube mi valor si tengo un compañero de departamento que es una eminencia?
    ¿De qué modo baja por comparación mi valía si mi compañero es una eminencia?
    Dicen que en los partidos políticos los que están no desean que se afilien tipos buenísimos que darían muchos votos al partido. Dicen que cuando llega alguno así lo ningunean y lo apartan. Sencillamente les quita sitio, les puede quitar el puesto en las listas. ¿Quién busca el beneficio del partido en contra del beneficio personal?
    Quizá me hayan salido unos comentarios un poco ácidos y poco optimistas sobre el ser humano, seguramente estoy viendo solo el peor lado de las personas. Hay sin duda otro lado, aunque hoy no pueda verlo.

  10. pseudópodo dijo:

    Loiayirga, Javier, Josele: Creo que lo que planteáis es my interesante, pero no quita valor a lo que nos enseña la teoría de juegos, sino que lo complementa (o lo muestra desde otros ángulos)… que se acercan al punto de vista del post anterior. Pero me voy de viaje y no puedo desarrollar la idea, tengo que hacer las maletas. A ver si a la vuelta del fin de semana puedo seguir.

    Ah, y qué cierto es eso del «erial moral en el que vive España». Lo peor es que no siquiera tenemos el vicio de la hipocresía, que es un sucedáneo de la virtud. Es lo de la astracanada: «la grosería aparece tal cual, sin los ropajes de la buena educación». Empezando, claro, por los medios, los políticos y toda la escena pública.

  11. guajiro dijo:

    Algo más en la línea de loiayirga .Claro que todo sigue siendo Teoría de Juegos, pero con una lógica polivalente. Hay otras muchas opciones a considerar, dando por válidas las premisas sobre el Buenagente no corrupto. Dos más, sólo para avivar el fuego.

    1- Racional o emotivo: La endogamia puede ser totalmente irracional. Es probable que la elección de Buenagente sea subliminal sin importar cuánto sepa de Teoría de Grupos. En la base de toda decisión, como acota Castells, está lo emotivo. Lo racional es sólo un destilado raro y ralo de lo emotivo. Entonces, Buenagente prefiere a quien conozca porque su cerebro no entiende de Humanidad sino de Aldea neolítica. Sus genes dictan que debe escoger entre uno de sus 150 de Dunbar. No puedo dejar de hacer un comentario sobre las consecuencias nefastas de la endogamia universitaria como oxígeno pare el ego inflamado.

    2- Docente o investigador: Si Buenagente tiene poder de voto, sean cuales fueran las circunstancias que le llevaron a él, piensa como administrador. “Él prefiere que salgan siempre los mejores”… pero ¿mejores para qué? Los administradores — que Dios nos perdone — sabemos que no siempre el genio investigador se las entiende con la tropa veinteañera. Preferimos, en la fábrica de títulos, al regular seguro que al genial conflictivo. Se transmutan los códigos, y regresamos al conflicto aristotélico de lo bueno.

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  13. josele dijo:

    Por cierto, y ya que estamos; me parece que lo que aplicas a Buenagente también vale para el alcalde de mi pueblo y los contratos del ayuntamiento, por no hablar del personal funcionario.

    ¿No es esta una manera de legitimar teóricamente la corrupción -universitaria o x-aria?

    saludos

  14. pseudópodo dijo:

    Bueno, me he repasado los últimos comentarios, e intento resumir. Creo que Loiayirga tiene razón en que en la práctica pesa mucho más el tipo de razones personales, de cercanía, etc. Y es lo que dice también muy bien Guajiro con lo de que pesa más lo emotivo que lo racional (ese destilado raro y ralo). El ejemplo del profesor que no pasó aquellas pruebas de idoneidad que cuenta Loiayirga es muy ilustrativo. En estos casos lo que hay tampoco es corrupción, sino una filantropía de corto alcance (que llega sólo a los 150 de la aldea neolítica y no alcanza los otros anónimos).

    Ahora, la cuestión interesante es ¿cómo es posible que en ocasiones esa tendencia tan humana se supere y surjan, como pregunta Josele, Cambridge o el MIT? Creo que el análisis de la teoría de juegos si nos puede enseñar algo sobre esto, y es un poco pesimista. No basta, como pudiera parecer, superar la filantropía de cercanías. Aunque Buenagente no ponga por delante a su cuñado y quiera sobre todo que salga el mejor, si le importa también la suerte de su doctorando probablemente perpetúe la. Es como si el déficit de confianza fuera una barrera de activación (como dicen los químicos) que impide llegar a un estado que es más deseable para todos.

    Este aspecto paradójico es el que ilumina la teoría de juegos. No basta que todos seamos (en el buen sentido de la palabra) buenos para que todo salga bien. Hace falta que todos sepamos que todos somos buenos, que todos sepamos que todos sabemos que todos somos buenos, etc.

    Así que para alcanzar la excelencia académica, una vez que consigues superar los factores emotivos y pensar en el bien común (eso tan abstracto, con lo concreto y lo majo que es tu cuñado), queda por superar esta poco evidente barrera de activación. Visto así, lo que merece una explicación porque resulta bien difícil es que en algunos sitios sí se alcance esa excelencia. Pero sólo se me ocurre la explicación que da Aloe: que la moralidad pública, que sirve para evitar comportamientos más abiertamente inmorales, también serviría, si fuera más educada y exigente, para generar la confianza que hace falta para sacar el equilibrio del juego de la casilla de abajo a la derecha y llevarlo a la de arriba a la izquierda. Estoy de acuerdo en que “la moralidad pública fuerte sirve precisamente para eso”. Pero partiendo de donde partimos, no hay ninguna solución fácil. Y desde luego, no ayuda nada de nada el “erial moral” que decía Javier. La falta de ejemplaridad pública, por ejemplo, que padecemos, en políticos sobre todo, pero en general en todos los “famosos”. No nos damos cuenta, pero es como una enfermedad que mina el sistema inmunológico social.

    Ah, Josele: no me compares a Buenagente con el alcalde de tu pueblo. Buenagente quiere que salga el mejor, no su cuñado. Sólo elige a su doctorando porque cree que los demás van a elegir al suyo, y no quiere mandarle a la miseria. La competición en el mundillo académico es como el juego de las sillas, pero eso no se puede aplicar a la adjudicación de un contrato o de una plaza de jardinero en un ayuntamiento…

    • josele dijo:

      A ver; 2 cosas; no me ha gustado lo del reductio ad hitlerum, porque no iba por ahi, la analogía no se admite. Y dos; mi alcalde elige a su cuñado de jardinero porque «cree que los demás van a elegir al suyo, y no quiere mandarle a la miseria», y además sabe que en el resto del pueblo hay sitio para jardineros aptos que se pueden buscar la vida -en el mercado no-publico-.

      En el fondo, mi alcalde hace un «bien social» porque ayuda a aquel que de oyra forma no podría sobrevivir por sus propios medios.

      No veo que no sea igual a tu justificación de la decisión de BUenagente.

  15. edulcorado dijo:

    La teoría de los juegos para modelizar la realidad tiene su interés, pero también su peligro.
    En economía, por ejemplo, siempre he considerado la Teoría de Adam Smith, en la que cada uno busca su beneficio propio, como una teoría de juegos simplificada, pero que se ha tomado demasiado al pie de la letra en los últimos 20 años. Modelizar la realidad en exceso nos puede llevar al precipicio del GAME OVER.

  16. pseudópodo dijo:

    Josele, el caso del alcalde sería sólo igual al de Buenagente si:
    (a) llegar a jardinero necesitara 12 o 13 años de formación (que son los que como mínimo lleva tras el bachillerato cualquier candidato en el Universidad), y sobre todo
    (b) las únicas plazas de jardinero fueran las que sacan los alcaldes…
    Eso es lo que hace que su preocupación por su doctorando sea legítima y no sea como el nepotismo del alcalde. Por no hablar de que seguramente el alcalde no tenga la misma matriz de pagos (¿preferiría realmente elegir al mejor en lugar de a su cuñado? Recuerda que Buenagente sí, y era el déficit de confianza el que le inclinaba por una opción que no era la óptima para él)

    Edulcorado, estoy de acuerdo en las dos cosas: que la teoría de Adam Smith es un caso particular de teoría de juegos simplificada y en que suele aplicarse ciegamente sin tener en cuenta cuales son sus límites (por ejemplo: los agentes no son racionales del todo, no tienen información perfecta, tienen una matriz de pagos que no se limita al beneficio propio…) Lo malo de las buenas teorías es que son demasiado atractivas y es fácil cerrar los ojos a que, aunque sean muy buenas como teorías, a lo mejor no son aplicables al caso concreto que nos traemos entre manos. Precisamente aquí, yo creo que mi modelo sí es aplicable al caso de Buenagente y no al del alcalde

    • josele dijo:

      Muy hábil, pero aún así… tengo un problema bien de escala, bien de perspectiva, a saber:
      1) llegar a jardinero requiere de un conocimiento previo y una experiencia que se expresará en el concurso por el que el alcalde convoque la plaza (aunque luego ponga exactamente lo que tenga su cuñado). Pero -y esto es lo importante, aunque harina de otro costal- ese plus de formación ya se paga 😉 con las diferencias de salarios.
      2) las únicas plazas no son las que decide Buenagente; de hecho, puede optar a similares en la universidad privada, o a ser contratado en la empresa privada.

  17. pseudópodo dijo:

    Josele:
    1) Tú sabes que no se paga con la diferencia de salario 😉
    2) En otro país (USA o Alemania) sí es eso cierto. En España, prueba a buscar trabajo en una empresa después de haber hecho una tesis sobre, pongamos, fonones en superredes semiconductoras… En realidad ahí está buena parte del problema: que la universidad es un mundo cerrado y lo que ahí se aprende, en España, no te vale en ningún sitio. Si no consigues una plaza, después de 13 años, o 15 o 20 (he conocido casos), te quedas de teleoperador.

  18. polar dijo:

    Un caso similar son los tribunales de tesis, no? Me cuentan que en UK si tu tesis no cumple los requisitos mínimos te la echan para atrás, hasta que tenga un nivel aceptable. En España, no conozco a nadie que acabe sin un «cum laude». Y es la misma pregunta moral: este trabajo no excelente, pero si muchos otros estudiantes con mucho menos obtienen la nota máxima, no es injusto para esta persona ser juzgado objetivamente? Al final tenemos muchos doctorados, y la nota no significa nada. Por lo que he visto en Alemania es igual, aunque no todos obtienen la nota máxima.
    Yo creo que habría que contar con bastantes profesores valientes para romper el círculo, no elegir al candidato de la casa si alguien lo merece más, etc. O crear dos divisiones de Universidad, una dónde todo vaya en serio y otra dónde todo el mundo obtenga títulos sin traumas. O intentar comprender el problema en su totalidad, y darnos cuenta que sacando el agua a cubos no vamos a vaciar el pantano…Aún me resisto a aceptar lo último

    • sergut dijo:

      Es cierto que en UK te echan la tesis para atrás si no da el nivel. Pero la cosa va más allá:

      – Los examinadores (sólo 2) consideran que se juegan su prestigio al examinarte, así que se la leen de cabo a rabo, y te hacen preguntas sobre *cualquier cosa* que no esté clara. Un examen de tesis doctoral puede durar toda una tarde, encerrados en una habitación el candidato, los dos examinadores (el «interno» de otro departamento y el «externo» de otra universidad), y el director de tesis (que no puede decir ni «mu»). En España no es infrecuente que alguno del tribunal ni se haya leído la tesis.

      – Si «apruebas», todavía puedes estar obligado a hacer «cambios menores» en la tesis. Se asume que es un documento público, perenne, y que debe estar tan libre de errores como sea humanamente posible. El candidato suele tener tres meses para hacer dichos cambios. En ciencia e ingeniería es muy rara la tesis que no requiere «cambios menores».

      – Si «suspendes», te «suspenden» la tesis como mucho dos veces. Si a la segunda intentona no pasas (aunque sea «con cambios menores»), te toca ir a hacer otro doctorado a otro sitio.

  19. pseudópodo dijo:

    Efectivamente, y no sólo en los tribunales de tesis, también en los de Proyectos Fin de Carrera en las ingenierías. Aquí todo es cum laude…que los españoles somos todos hidalgos de nacimiento.

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