El mundo se está haciendo cada vez más incomprensible. En parte es inevitable porque es cada día más complejo. Pero en parte es por culpa de los medios de comunicación.
Y aquí puede ser útil deshacer un malentendido. Tenemos la idea de que los medios de comunicación están para informarnos. Un periódico, por ejemplo: pagamos 1,30 € al quiosquero y nos da un cuadernillo de papel lleno de información. Más o menos como cuando damos ese dinero al frutero y nos da un kilo de manzanas. La información puede ser más inmaterial que la fruta, pero también es una necesidad; los periódicos informan igual que las frutas alimentan.
Pero es evidente que hay algo equivocado en este modelo sencillo. Por ejemplo, los periódicos de pago están siendo desplazados por los gratuitos (y todos por internet). ¿Con qué pagamos la información en este caso? La respuesta obvia es que la pagamos igual que en la radio y la televisión: con la publicidad. Que no deja de ser otro tipo de información.
Tenemos aquí el milagroso resultado de que al añadir esta información “b” a la información “a”, el resultado es gratuito. Algo así como si comprando un kilo de peras las manzanas nos salieran gratis. A mí nunca me ha pasado eso en la frutería, y por eso me da qué pensar. ¿Cómo es posible?
Hay una respuesta muy del gusto de los gurús de internet: porque los bits son muy distintos de los átomos. Los bits de la información son inmateriales; los átomos de las manzanas, por el contrario, pesan y ocupan un volumen, y por eso su precio es proporcional a su cantidad, y nunca puede ser negativo.
Parece una respuesta muy profunda, pero como físico sé que cuando en un problema se obtiene una solución absurda, generalmente es porque está mal planteado. Si la masa del bloque en el plano inclinado me sale negativa tiendo a pensar que me he equivocado en el planteamiento y no que he descubierto la antigravedad.
Y el resultado de que al aumentar la información nos acaba saliendo gratuita es absurdo. Que nada es gratis es la ley más básica de la vida (en realidad, es el resumen de los principios de la termodinámica, la única teoría “que estoy convencido que jamás será desechada”, Einstein dixit).
¿Cuál es el error de planteamiento aquí? Que al decir “pagamos con la publicidad” no hacemos bien el balance. “Pagar con” sólo puede referirse a algo que tenemos y que entregamos a cambio de lo que recibimos. Y en el caso del periódico gratuito o de la televisión, ese algo es la atención. La atención que prestamos a la publicidad pero también al resto de la información. No hay medios gratuitos: si no los pagamos con dinero los pagamos con atención.
(Continuará).
Pagamos con dos cosas: Tiempo y con un sesgo intencionadl en las noticias que nos ayudan (o deberían) a configurar nuestra forma de ver el mundo.
Nada es gratis.
Lo de la sobreinformación ya ocurría con el papel. Simplemente ahora es más aparente.
Creo que la publicidad demanda atención de formas diferentes según veamos televisión o prensa escrita. Delante de la pantalla sólo veo 3 actitudes: tragarse los anuncios, cambiar de canal (lo cual es muy parecido a lo anterior) o hacer otra cosa. Delante de un periódico uno no es tan esclavo de los anuncios, pienso yo, ya que no hay nadie que te grite a la oreja ni dependes de cómo organiza el tiempo el emisor. Con un poco de práctica, puedes llegar a ver los anuncios como una masa informe y posarte, cual grácil mariposa, sobre las notícias con más néctar.
Creo que la publicidad es un precio a pagar, y se paga con atención y tiempo, estoy de acuerdo, pero hay formas de desactivar esa publicidad. Más peligroso me parece lo que apunta «Folks» sbre el sesgo intencional de parte del informante.
Personalmente no soporto la publicidad invasiva, intento eludirla tanto como puedo. Por otra parte, ¿sería factible una información diaria y masiva a la población sin recurrir a la publicidad?
¿ Qué alternativas reales de financiación habrían?
(esperaremos a ver cómo continúan los siguientes posts)
No se en tu caso, en el mío internet no es gratis, yo la pago.
De cualquier manera lo peor del asunto es el control que sostienen los grupos de presion y sobre todo el capital sobre los medios de comunicación. A día de hoy es imposible tener información ofrecida de manera adecuada sobre los temas que impliquen replantear el poder, simplemente porque es el poder quien los controla.
Por cierto, tampoco estoy de acuerdo con esa máxima: si que hay cosas gratis en este mundo, entre ellas algunas de las más valiosas.
En una mesa de poker, si no sabes quien es el pardillo, es que el pardillo eres tú.
Si en un intercambio no sabes quien lo paga ni el precio, el precio eres tú.
Nos dan información a cambio de atención. Y esto vale también para para los bloggers no profesionales. Escriben para que los lean.
¿demasiado sencillo para ser correcto?
Yo tengo una teoría al respecto que puede estar perfectamente equivocada.
Pongamos que acaece un suceso en algún lugar. El medio de comunicación de turno pone una persona que se desplaza a un lugar, pregunta, se entera, entrevista y elabora una información que aparecerá en ese medio. En resumidas cuentas, se están empleando unos recursos en generar un producto (un servicio, más bien), y esto vale dinero.
Ahora bien, año 2013: en ese lugar hay cientos de personas que son capaces de contar lo que está pasando y transmitirlo al mundo a través de Internet. Y lo hacen porque sí. Es en ese momento cuando la información se devalúa tanto que prácticamente es gratis (o sin prácticamente).
Ha llegado un punto en el que mucha información (afortunadamente para los medios, no toda) ha perdido su precio, porque comunicar es la esencia del ser humano, y si tenemos una herramienta como Internet que nos permite hacerlo a escala global y masiva, lo hacemos. Y cobrar por un producto o un servicio que no aporta valor añadido es un absurdo.
Imaginad por un momento que la fruta se reduce a manzanas y peras. Imaginad por un momento que se vuelve una costumbre universal tener uno de los dos árboles. Cada persona, cada familia, o tiene manzanas o tiene peras. Imaginad además que el que tiene peras va a casa del que tiene manzanas y se lleva manzanas, y viceversa. ¿Cuánto vale la fruta? ¿Qué sentido tiene una frutería?
Quizás la calidad de las frutas. O quizás una frutería no, pero una tienda de productos elaborados con fruta si. O quizás incluso si me apuras, alguien que sepa, te enseñe o te asesore en sacar buenas frutas, como pasa con los programas informáticos.
Es más yo diría que la labor del periodista (o licenciado de la comunicación) no es tanto informar como saber hacerlo.
Ahí quería yo llegar.
Creo que hay que distinguir entre contenidos (información, etc.) y propaganda. Por la atención a los primeros se paga, mientras que por la atención a la segunda se cobra (muchas veces en contenidos). Así que ni la “información” (así en general, incluyendo la propaganda) ni la atención son siempre un valor ni un crédito, depende.
Evidentemente, por la propaganda también paga alguien, normalmente aquel que está interesado en difundirla. Esto nos lleva también a los medios públicos, que pagamos -mediante los impuestos- como su fueran contenidos, pero que muchas veces difunden propaganda, por lo que pagamos dos veces… por nada.
Es interesante a lo que puede llegar Pseudópodo con esto, porque no se refiere a cómo afecta al que ofrece el servicio sino al que lo recibe, sin embargo, yo quiero resaltar una cosa por parte de éste último: pues para él, la atención se traduce en dinero.
En realidad no sé bien adónde va encaminado este posteo con su enigmático y ya casi habitual «(I)», pero, en lo que se refiere a la publicidad, lo que está sucediendo es que como consecuencia del abaratamiento del contenido informativo (eso a lo que alude acertadamente Iñaki), la «parte contratante» (el que se publicita) ya no necesita comprar el espacio para ser encontrado por el potencial cliente, sino que puede acceder al espacio informativo a competir en el contenido, lo cual, por supuesto, deja sin oxigeno al informador que ya estaba herido de muerte, y de paso el potencial cliente se convierte en desprevenida víctima. Ya hemos constatado que la poca prensa escrita que queda es contenido publicitario, no información) del poder político (o de la «oposición», por turnos), y la publicidad de las grandes marcas se acabará quedando con todo el tablero de juego, mediante eso que se viene llamando por los cursis del mundo de la comunicación como «branded content» y cosas así: http://www.forbes.com/sites/lewisdvorkin/2012/10/03/inside-forbes-the-birth-of-brand-journalism-and-why-its-good-for-the-new-business/
Por cierto, Don Pseudo, o le he entendido mal o es que usted no fatiga anaqueles de supermercado, por que lo cierto es que el «si usted compra un kilo de filetes le regalamos una docena de huevos» está inventadísimo.
No estoy muy de acuerdo con lo que dices en la entrada. La atención con la que leo el «20 minutos» no es el precio que pago por él: esa misma atención la pongo cuando compro «El País» en papel (de hecho, pongo más atención, porque es más largo), pero no forma parte del precio que pago por «El País». Es más, si cojo el 20 minutos y no lo leo, sino que lo uso para tapar el suelo cuando pinto la casa, no le he dedicado mucha atención.
El precio real de «20 minutos» (lo que los lectores acaban pagando a la editorial) es el incremento de ventas de los productos que se anuncian en él. Si decides no comprar nada de lo que se anuncia en el periódico, o no comprarlo con mayor frecuencia o intensidad que si no se anunciara, no estarás pagando nada por el periódico.
La única razón por la que la información se da tantas veces gratis es porque los bits pueden replicarse a coste prácticamente cero, mientras que las manzanas no. La teoría económica enseña que el precio de un bien en un mercado competitivo tiende a ser igual al coste marginal (es decir, lo que cuesta fabricar una unidad más del bien); por eso el precio de la información, cuando el mercado es competitivo, tiende a cero. Naturalmente, lo que intentan los poseedores de información para poder cargar algún precio mayor que cero es limitar la competencia, sea mediante copyright, restricciones de entrada, diferenciación, secretismo, etc.
No creo que el ejemplo de los bits aplique, aquí en Colombia y creo que es el mismo ejemplo del articulo, hay periódicos físicos gratuitos con publicidad, imprimirlos tiene un costo real y no son infinitos.
Cuando se habla de publicidad web también hay ciertos costos que no son nada bajos, por ejemplo el hosting que en páginas con alto tráfico tiende a ser altísimo, el mantenimiento del sistema, el mantenimiento de la burocracia detrás de la publicidad ect, así que duplicar bits no es tan barato como pareciera
Daniel, ten en cuenta que el coste relevante es el coste marginal, es decir, el coste de imprimir una copia más del periódico. Los costes totales (el imprimir todas las copias) puede ser muy alto, pero hacer una copia más cuesta muy pocos céntimos.
Exactamente eso había pensado en algún momento cercano, mi conclusión es parecida, hay un recurso con el que contamos el cual no es fácilmente percibido, es nuestro sistema de creencias que indirectamente modifica la realidad, digamos que cada persona tiene una cantidad de fé (no en el sentido religioso sino en la capacidad de creer y actuar por algo) y que esa fé al convertirse en acciones logra modificar la realidad, por ejemplo creer en una causa y marchar por ella, o donarle dinero, o escribir un artículo defendiéndolo o tomando una decisión por eso.
Hay muchas cosas en especial intangibles que se pagan creyendo en ellas pues esa creencia genera ecosistemas rentables, eso en si no es malo, lo turbio es la oscuridad del proceso y la falta de conciencia del pagador, el valor de esas creencias esta relacionado con el valor de una persona por ejemplo, la publicidad para una revista dirigida a un publico con mas poder tenderá a ser mas costosa así sea menos efectiva en compras directas ( y bueno atravesada por la regulación de un mercado)
desde este modelo la atención es solo el primer paso para obtener algo más profundo, y no creo que sea la disposición de venta como piensan los publicistas
por cierto, soy admirador ferviente de su blog
Releo ahora mi anterior aporte, escrito a vuelatecla, y creo que no me he explicado demasiado bien, ya que el asunto este de la prensa y la publicidad está siendo fuertemente erosionado, sí, pero por diferentes aristas. Venía a decir, esencialmente, que la publicidad y el contenido, que antes iban de la mano pero de forma separada, cumplían un contrato que ya no se da y que consistía en «yo tengo un contenido por el que la gente paga y te vendo este mi espacio donde la gente te encontrará, para que te anuncies». Pero ahora sucede que:
1º El contenido «informativo» es más barato de replicar (el ejemplo que ha puesto Iñaki), luego se vende más barato… o gratis junto a unos anuncios, porque ha costado eso mismo, o sea casi nada.
2º Pero realmente el anunciante ya ni siquiera necesita un espacio de esas características porque tiene otro también casi gratis (por ejemplo, youtube). Solo que, para que ese anuncio sea encontrado (en youtube, por seguir con el ejemplo, pero no como anuncio yuxtapuesto a youtube, sino como vídeo protagonista en youtube) necesita tener «contenido» y así extenderse gracias al boca a boca (ser trending topic, convertirse en viral a través de otros sitios de internet y redes sociales, etc).
Por lo que ahora la publicidad está necesitada de contenido propio. Este contenido propio puede ser:
A) Meramente «creativo»: Un relato sorprendente y espectacular, hermanado con el cine y otras experiencias de ocio, como los juegos…) que se difunde a través del vehículo gratuito internet (del que se benefician quienes sí cobran: empresas de telefonía y fabricantes de ordenadores y gadgets emparentados.)
B) De nuevo informativo: Yo que tengo una gran marca de lo que sea, edito una revista («sin anuncios») en la que la selección de verdaderas noticias de interés para mi publico objetivo viene filtrada por mis intereses de imagen corporativa).
Se me olvidaba apuntar que si la publicidad se ha convertido en contenido no parásito, ya no tenemos aquí manzanas que se regalen con las peras, en todo caso tendremos manzanas con sabor a pera.
Folks, estrictamente, pagamos con atención (es lo que damos a cambio de la información que recibimos). En ocasiones la atención tiene valor por sí misma: en las relaciones personales o para los blogueros aficionados, como señala tono. Pero en el caso de los medios, si a sus propietarios les interesa nuestra atención es obviamente por una razón distinta: porque quien controla la atención controla la conducta (eso lo saben muy bien los domadores de circo y los maestros de primaria). Por eso, claro, el interés en sesgar la información que menciona también David Revilla, para influir en un sentido determinado.
De ahí también que no se trate sólo de la publicidad a la que se refiere triglifo. Es verdad que podemos aprender a evitarla bastante bien, pero cada vez hay menos diferencias entre la publicidad y el resto del contenido (eso lo ha explicado muy bien Alejo Urzass). Por eso la distinción que hace Sergio, que en principio sería muy pertinente, se está quedando obsoleta según evolucionan los medios hacia la gratuidad. Si el pago es la atención y no el dinero, la finalidad de todo el contenido es influir en nuestra conducta, que era antes en teoría la finalidad sólo de la publicidad cuando regía el contrato del que hablaba Alejo. Y más incluso que en nuestra conducta, lo que se busca a la larga es influir en nuestras creencias (a eso apunta, me parece, Daniel Hincapié -¡bienvenido-). Con lo que no sólo se borra la distinción entre información y contenidos sino también entre información y propaganda… pero eso nos llevaría demasiado lejos.
Iñaki y Jesús Zamora: señaláis que la información es gratis porque internet ha conseguido que se produzca a coste cero. Yo creo que estáis cayendo en el error de medir el precio en términos exclusivamente monetarios, y eso es justo el error que quiere señalar el post. Para empezar, olvidáis el coste de oportunidad: pasarse la tarde viendo videos de gatitos en Youtube, aunque ya tenga pagada la conexión a internet, me cuesta (incluso en el marco de la economía clásica) lo que dejo de ganar al perder así el tiempo.
Pero es que hay que mirar la cuestión en un marco más amplio. Pago dinero por las manzanas porque no tengo un huerto ni tiempo para cultivarlas. O sea: el dinero es necesario para comprar a otros los recursos materiales y el tiempo que yo no tengo. Para las manzanas los recursos son insustituibles (sin huerto no hay nada que hacer) pero en muchos casos podemos obviar lo material y el mayor coste de un servicio o un producto viene del tiempo y la capacidad que alguien ha tenido que invertir para crearlo. En estos casos, cuando pagamos estamos, en el fondo, usando dinero para comprar atención. Pero el dinero es un mero intermediario, y el proceso sería más eficaz si pudiéramos captar la atención sin dinero; eso es lo que hoy es posible en muchos contextos gracias a internet.
Por otra parte, yo creo que si algo nos cuesta atención es evidente que no podemos decir que sea gratis, porque la atención es, desde el punto de vista cognitivo, el bien más escaso. Y la economía es la ciencia (vamos a llamarla así) de la administración de los recursos escasos.
De todos modos, me tiráis de la lengua y me estoy adelantando al próximo post…
Puedo estar de acuerdo en que, en último término, pagamos con atención. No obstante, en la práctica, nosotros solo somos números en esta ecuación. El medio de comunicación elabora un producto que nadie quiere pagar y el publicista quiere comprar algo que no puede conseguir por sí mismo. Coincide que el medio logra con su producto el mismo activo que el publicista busca. Así que el medio consigue visibilidad con su producto (visitas digitales, unidades en papel) y se la ofrece al publicista. Nosotros vamos de unas manos a otras en forma de estadística y el resultado efectivo es que el publicista está pagando la información.
Por tanto, importa bien poco la atención que pongamos, si dejamos la página abierta mientras vemos vídeos de gatitos o utilizamos la edición en papel para falcar una mesa. El activo es la visibilidad, la cifra (al menos, mientras no seamos capaces de medir de forma fiable la atención).
Claro que sí, el precio es la atención.
(He escrito y borrado un largo comentario alrededor del post, pero al final he comprendido que con el post basta: mejor simplemente adherirme).
No sé las manzanas, pero las naranjas se están pagando en origen a 0.15 euros el kilo, que es menos de lo que cuesta regarlas, abonarlas y recogerlas, así que se puede decir que su precio es negativo. La economía tiene razones que la razón no entiende.
De acuerdo en que el dinero que se lleva el productor es mísero comparado con los distribuidores en el sector agrícola, que la tarta debería repartirse mejor. Peeero así a vuelapluma, entiendo que el coste de producción de un kilo de naranjas no puede ser proporcional al número de kilos. Quiero decir, que eso que dices será cierto solo para una producción baja, pero en algún momento comenzará a ser rentable, o nadie pondría naranjos.
Se me escapa cuál pueda ser el motivo por el que, problemas genuinamente sociales se abordan como si de otra cosa se tratase. Como si realmente diese miedo hablar de relaciones de poder, de grupos de poder, de manipulación o no nos atreviésemos a tirar conclusiones de algo tan certero como lo que recoge la expresión:quien controla la atención controla la conducta.
Lo que tiene interés es lo que viene a continuación, quedarse ahí es quedarse a las puertas de decir algo. Nuestra sociedad por ejemplo está llena de género, el periodismo actual es un periodismo profundamente mediado por el género, pero leyendo el hilo eso no aparece. Del mismo modo Internet es una gran conformadora de conductas, constituye un arma de primera magnitud básicamente en manos de muy pocos y sin embargo parece que quisiéramos olvidarlo a cada paso.
Iñaki, vale: en definitiva, el publicista paga al medio porque le sirve para captar nuestra atención. Que luego no la capte de hecho es un problema técnico (que está en vías de solución en internet). El caso es que pagamos con nuestra atención o, mientras no la midan bien, con nuestra presunta atención…
Cristina, a dos euros el kilo compramos en Madrid las naranjas gordas de mesa… No sé si por ese precio las recogen, pero quizá la explicación de que se pague ese precio ruinoso está en Marruecos, por ejemplo… supongo que allí no es ruinoso. O sea, la globalización.
Miguel: a ti no se te aplica esa frase (¿de Oscar Wilde?) de “perdón por escribir una carta tan larga: es que no he tenido tiempo de hacerla más corta” 🙂
Emilio, caer en la cuenta de que quien controla la atención controla la conducta y de que estamos pagando con atención lo que creemos que es gratis ya es bastante para un post, me parece… pero tiempo hay de seguir las implicaciones de las cosas. Ahora, lo que es discutible es que Internet esté en manos de muy pocos…
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