Diversidad e infelicidad: el efecto Cenicienta

Leo en ABC:

Los casos de niños maltratados por sus familias casi se han triplicado en cinco años

En cinco años, los casos de menores que han sido maltratados por sus familias casi se han triplicado. En 2001, 2.614 pequeños fueron víctimas de la violencia generada por sus seres más queridos. Y en 2005, la cifra se elevó a 6.438. Sobre todo han sido los menores de 13 años quienes más lo han sufrido (…) Esa es una de las realidades que muestra el informe «La infancia en cifras», cuyos principales datos presentó ayer la secretaria de Estado de Servicios Sociales, Familias y Discapacidad, Amparo Valcarce, durante la celebración del Seminario Internacional de Infancia y con motivo del Día Internacional de la Infancia, que se celebrará el próximo 20 de noviembre.

El titular es escalofriante (y exagerado: el aumento es de un factor 2.46, que yo no diría que es «casi 3»). Y la noticia continúa en tono sombrío, con un rosario de problemas («Violencia, pobreza, abortos, drogas, alcohol, los trastornos alimenticios… son los males a los que se enfrentean nuestros menores»).

Así da la noticia El País:

El 13% de los niños vive ya en un hogar con un solo progenitor

Menos niños y en hogares cada vez más diversos. Debido al descenso de la natalidad, el número de menores de 18 años que residen en España bajó de 9,5 millones a 7,3 entre 1991 y 2001. Ahora son 7,6 millones, gracias sobre todo a la inmigración. La inmensa mayoría vive con padres casados (5,9 millones, el 82%), aunque se ha producido una «disminución muy notable» de ese modelo, según el informe La Infancia en Cifras, elaborado por el Instituto Infancia y Mundo Urbano (CIIMU). Ayer lo presentó la secretaria de Estado de Servicios Sociales, Familias y Discapacidad, Amparo Valcarce.
Los niños que habitan en hogares formados por parejas de hecho han pasado del 1,5% al 4,7% entre 1991 y 2001. Los que residen en hogares con un solo progenitor (sobre todo la madre) han aumentado del 5,6% al 12,9%. El trabajo también cuantifica que 820 menores residen con parejas gays y 1.380, con lesbianas. En 1991 eran 40 y 560, respectivamente (ver gráfico).
El trabajo recoge, aunque a partir de datos que se consideran poco detallados, el aumento de los niños maltratados en el ámbito familiar entre 2001 y 2005 (de 2.614 a 6.438). Añade que la cifra de menores delincuentes se mantiene estable (unos 25.000 detenidos al año). Por otra parte, cifra en 9.117 los menores no acompañados que han llegado a España entre 2001 y 2004.

Llama la atención, ante todo, la diferencia de tono. No hay aquí ningún alarmismo. Lo que se resalta es la mayor «diversidad»; y al aumento de los malos tratos se le pone la profiláctica advertencia de que «son datos poco detallados» (¿querrán decir poco fiables?).

En la noticia hay un sólo tema para el ABC («todo va cada vez peor») y dos para El País («cada vez somos más diversos» y «a lo mejor hay más malos tratos»). Los dos temas parecen no tener relación en la noticia de El País, pero una mentalidad científica (y la navaja de Occam) nos debería llevar a preguntarnos: ¿no estará relacionado el incremento de la diversidad con el incremento del maltrato?

Y lo cierto es que hay indicios de que puede ser así. Es bien conocido (aunque políticamente incorrecto) que en algunas familias «diversas» los malos tratos son más frecuentes. Como se explica en Wonkapistas:

Han sido, sobre todo, los psicólogos evolucionistas Martin Daly y Margot Wilson quienes han insistido en la relevancia de la presencia o ausencia de relación biológica entre los padres/padrastros y los hijos para explicar el maltrato a éstos. Y han averiguado empíricamente que los padrastros tienden a maltratar mucho más a sus hijos no biológicos que lo que lo hacen los padres biológicos a sus hijos. También las madrastras. De ahí el título de su libro más conocido, The truth about Cinderella, que está traducido al castellano.

Cuando digo mucho más, a veces es muchísimo más. Vean, si no, los resultados de una investigación sobre datos canadienses: el número de niños fallecidos por maltrato de su padre genético entre 1974 y 1990 en Canadá fue de 2,6 por millón (de «parejas» padre/hijo) al año, mientras que la tasa para los padrastros (padre no genético) fue de 321,6 por millón, esto es más de 120 veces superior. Este es tan sólo un ejemplo del tipo de datos que manejan investigadores como Daly y Wilson.

Hagamos ahora un pequeño cálculo de orden de magnitud. Está claro que a más niños que vivan en hogares formados por parejas de hecho, habrá más niños que conviven con padrastros. Pongamos que en 2001 estos niños fueran un 1% (cifra razonable según los datos de El País). Si los malos tratos son cien veces más frecuentes para ellos, la mitad de los niños maltratados en 2001 lo sería por padrastros y la mitad por padres biológicos. Pongamos ahora que en 2005 los niños que viven con padrastros son (otra cifra razonable) un 3%. El número de niños maltratados por padrastros se habrá multiplicado por 3. El número de maltratados por sus padres apenas habrá variado, y por tanto, el total de maltratados se habrá multiplicado por 2.

En resumen: en primera aproximación, el «efecto cenicienta» explica, por sí solo, la mayor parte del incremento de los malos tratos a niños (que era, recordemos, no un factor de 3 sino de 2.45).

Tolstoi dejó dicho que «Todas las familias felices se parecen. Cada familia infeliz lo es a su manera«. Pues eso es la diversidad.

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12 respuestas a Diversidad e infelicidad: el efecto Cenicienta

  1. Daniel dijo:

    Interesante conclusión con la cita de Tolstoi.

    Me gustaría aportar algo entresacado del libro que estoy leyendo: ‘Emociones destructivas’, «de» Daniel Goleman. (En realidad, la función de Goleman es transcribir unos diálogos entre el Dalai Lama y diversos científicos, psicólogos y filósofos.)

    Dice Paul Ekman (investigador de la Psicología de las emociones):

    «El ejemplo que me parece más adecuado para abordar el tema de la compasión es la dedicación y preocupación incondicional que existe entre una madre y su hijo. Se trata de un estado tan intenso que no tengo palabras para describirlo, un estado que, en sí mismo, impide la aparición de muchas actitudes negativas. Ello no quiere decir que la madre no se enfade nunca con su hijo, pero lo cierto es que -al menos desde una perspectiva ideal- nunca le hará daño. Sé que algunos occidentales me preguntarían por qué no hablo de ‘cuidador’ y de niño, pero lo cierto es que, biológicamente hablando, ése no me parece un modelo tan bueno como el que proporciona la relación madre-hijo.»

    En otro lugar del texto se cita algo que el Dalai Lama dijo en cierta ocasión (y lo corrobora a lo largo de los diálogos): que «el vículo existente entre la madre y su hijo es uno de los orígenes de la compasión, así como también su expresión más natural.»

  2. pseudopodo dijo:

    Me gusta eso de que «algunos occidentales me preguntarían por qué no hablo de ‘cuidador’ y de niño, pero lo cierto es que, biológicamente hablando, ése no me parece un modelo tan bueno como el que proporciona la relación madre-hijo».
    Creo que con sutileza señala al punto principal: la relación entre madre e hijo no es intercambiable por otras relaciones «diversas»…

  3. Pingback: Celos de hombre, celos de mujer « neurociencia neurocultura

  4. Aloe dijo:

    Lo primero que habría que demostrar es que los malos tratos a los niños han aumentado efectivamente.
    Demostrar eso es muy difícil, por la simple razón de que no tenemos datos homogéneos fiables en series temporales largas. El asunto de los malos tratos a los niños no es un tema público ni es un tema importante más que desde hace poco tiempo.

    Hasta hace pocos años, pegar a los niños era normal y admitido. Incluso las grandes palizas, socialmente mal vistas, no merecían más que desaprobación del entorno, pero ninguna acción legal ni pública. Por lo tanto, no es fácil ni están a la mano datos que permitan comparar los malos tratos ahora con los malos tratos de antes.

    En cuanto a la forzada convivencia de lso niños con padres no biológicos, aunque antes no había divorcio (o donde lo había se producía poco) había mucha más mortalidad temprana de adultos padres o madres. Por lo que convivir con padrastros o madrastras por orfandad era mucho más frecuente que ahora (y más obligado en caso de viudedad, porque un padre o madre viudos se volvían a casar si podían, prácticamente empujados por la necesidad de sustento o de soporte doméstico, respectivamente).

    En mi propia familia, hace dos generaciones, hay una historia de ese tipo (sin malos tratos), y en la de muchísima gente.

    Además de todo, una gran proporción de familias mandaban a sus hijos a servir o a ser aprendices fuera de casa a temprana edad (doce años, por ejemplo) lo que, desde el punto de vista de las malas tendencias de los «protectores» o progenitores no biológicos debía ser igual de malo o peor que los padrastros.

    Una confusión que llama la atención en el estudio que se menciona es la que se produce con el concepto «padre genético» o biológico. ¿Se pretende decir que una especie de instinto impulsa a quienes no tienen parentesco efectivo con los niños que crían a tratarlos peor por eso? Demostrar eso parece difícil, y requeriría experimentos controlados bastante diferentes de lo que se ofrece ahí.
    Lo que en realidad dice el estudio es que los que se saben o suponen a sí mismos como padres de verdad de sus hijos, les tratan, en promedio, mejor, y quienes se saben «padres postizos» o padrastros, los tratan peor en promedio.

    Y eso ni es ni tiene que ser biológico en sí mismo, o no exclusivamente. Estamos hablando en realidad de cómo se construye el vínculo paternal, que posiblemente depende (además de otras cosas) de la convivencia y protección a los niños cuando estos son muy pequeños o recién nacidos, de la conciencia de «paternidad» (que no deja de ser una noción parcialmente social y construida según reglas sociales), del tipo de vínculo con la madre…
    O sea, el estudio distingue entre los que tienen conciencia de ser padres de verdad y los que tienen conciencia de no serlo, no habla de la paternidad biológica real.

    A mi me gustaría ver esos datos usados para algo útil, a saber:
    Si encontramos que en ausencia de un vínculo de paternidad aceptado por un hombre (poco importa que sea real o no, lo que importa es que el interesado lo acepte) este hombre tiene una probabilidad mucho mayor de tratar mal a menores indefensos bajo su cuidado ¿qué conclusiones deberíamos sacar respecto a los cuidadores no familiares (institucionales)? Es decir, educadores, celadores, y tutti quanti … respecto a niños, viejos, enfermos mentales y demás.
    Las familias no convencionales parecen merecer bastante desconfianza, lo que a lo mejor está justificado, pero no se hace extensiva esa desconfianza a las instituciones y sus agentes, lo que estaría muchísimo más justificado aún.

  5. edulcorado dijo:

    Tolstoi dejó dicho que “Todas las familias felices se parecen. Cada familia infeliz lo es a su manera“.

    Muchas veces le he dado vueltas a esta frase, que tiene una gran fuerza literaria, pero intuyo que es falsa.
    Nos atraen mucho más las desgracias del vecino, que sus buenaventuras.
    En una familia feliz, Ana Karenina sería un tolstón.

  6. pseudópodo dijo:

    Merece la pena esta entrevista con el mismísimo Martin Daly…

  7. pamopa dijo:

    Perdona pero estos datos son INVEROSIMILES. Según las tasas de mortalidad por maltrato por padres biologicos y padre no biologicos que se plantean, obtendríamos una tasa de mortalidad infantil por maltrato «global» del 162.10/millón!!! Según los datos de UNICEF la mortalidad infantil por maltrato en Canada es de aproximadamente 7/millón. Vamos que no cuadra…

    POR FAVOR, no inventemos datos. Si quieres defender algo desde un punto de vista ético, filosófico, pues estupendo. Pero por si no lo sabes la psicobiología se ha caracterizado desde su nacimiento por la «invención» de supuestos datos estadísticos que según ellos sustentan todo tipo de teorías peregrinas y siempre tendenciosas.

    Ya te digo, defiende lo que te de la gana, pero no lo recubras de un toque «científico» FALSO para decir «tengo razón». Bueno, o miente mejor, lo que quieras.

    No todos nos creemos cualquier cosa sólo porque aparezcan unos análisis estadísticos de por medio…

  8. pseudópodo dijo:

    Vamos a ver, pamopa, ¿cómo haces las cuentas? Porque me temo que has sacado el 162.10 haciendo (321.6 + 2.6)/2… y entonces para qué vamos a seguir 😀

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  11. pharmakoi dijo:

    SIn entrar en la fiabilidad de los datos, esto no me termna de parecer lógico
    Está claro que a más niños que vivan en hogares formados por parejas de hecho, habrá más niños que conviven con padrastros.

    De hecho, es posiblle que los datos que mencionas sean de parejas que han formalizado su relación. En este sentido, cuanto más formal sea la relación, más probable es que se activen esquemas, engramas y patrones conductuales relacionados con la posesión y los celos, y se realicen conductas agresivas.

    Pero no hay ninguna razón para pensar que parejas de hecho= más padrastros (= peor cuidad; conclusión o implicatura, que no has querido decir directamente, «el matrimonio es mejor que las parejas de hecho, es mejor formalizar la relación de un modo tradicional, etc.)

    Mi teoría, como habrás visto, es que ocurre más bien al contrario, cuanto más se formaliza la relación más se activan esquemas relativos al amor romántico. En todo caso, es posible que no sea el grado de formalización de la relación, sino los relatos culturales relativos a cada tipò de relación y como se internalicen.

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