Antología de bodrios (II): Una crítica de arte

Sé que puede parecer que la idea de la antología de bodrios era sólo una excusa para enmarcar el manifiesto del PSOE, pero lo cierto es que lo que me dio la idea fue un texto que había leído antes, precisamente el que traigo aquí hoy.

Es un texto muy distinto, un ejemplo de que el género del bodrio es inagotable. Se trata de una crititica de arte aparecida hace unas tres semanas en el ABCD, el suplemento cultural del diario ABC. Tenía pensado analizarla con detalle pero la tarea sería ingente. Mejor leerla y disfrutar, como si se tratara de una pieza de humor.

Conciencia y tiempo

Por Javier Rubio Nomblot.

Hace más de sesenta años, el Premio Nobel de Física E. Schrödinger demostró la inexistencia de la conciencia, pero sólo se atrevió a decretar su plena inoperancia: «Los acontecimientos espacio-temporales del cuerpo de un ser vivo que corresponden a la actividad de su mente, a su autoconciencia u otras acciones son, si no estrictamente deterministas, en todo caso estadístico-terministas (?). Analizándolo minuciosamente, se verá que [el Yo] no es más que una colección de datos aislados (experiencias y recuerdos), o sea, el marco en el cual están recogidos»; e «incluso si un hábil hipnotizador consiguiera borrar todas las reminiscencias anteriores, usted no tendría la impresión de que le han matado. En ningún caso habría que deplorar la pérdida de una existencia personal». Y si, como afirma un Virilio situado en la mejor tradición prometeica, todo progreso tecnológico preludia un «accidente», la formulación matemática de la mecánica cuántica -que le valió el Nobel a nuestro físico- podría inspirar entre otras una distopía del alzheimer universal en la que el arte de occidente, desde los años diez, nos conminara a posar sobre el mundo una mirada limpia y desprejuiciada, a contemplarlo cada día por vez primera mientras las culturas primitivas (en las que paradójicamente se inspiraría) se aferrarían desesperadamente a sus bizarras tradiciones.

Esperanza engañosa. Parece innegable, en todo caso, que ese orden mecánico que es la vida produce un espejismo o esperanza engañosa, una ilusión a la que llamamos conciencia, tan vívida que incluso da lugar al llamado sujeto fenomenológico, que se contempla a sí mismo contemplando, y aun a algunas patologías, casos de histeria en los que el «individuo» tiene la impresión de que influye en el devenir de su existencia. Pero ¿no es precisamente ahí, en el crisol de la fantasía, de la ficción y la ilusión, donde quiere estar el arte? Incluso el posterior a los años sesenta, que es ya ficción mise en abîme, entelequia que se tiene a sí misma por tal y, consecuentemente, sobrevuela la materia -y, más específicamente, la opinión del común- se cuela por sus intersticios -como sucede en la novísima «estética relacional» definida por Bourriaud-, nos invita a asistir al choque entre la vida y los extraños productos de nuestro delirio. Y por si no fuera bastante, la obra de Antoni Tàpies demostraría a su vez que nada de esto es cierto.

Podemos empezar por este último ensayo sugestivo, el de Guillermo Solana, quien mira la obra desde «lo viscoso» sartreano y repara en las «huellas corporales, marcas sobre un soporte material, manchas, surcos, desgarraduras» que la atraviesan, pero, como no puede ser de otro modo tratándose de Tàpies, también se asombra de la agudísima «pulsión regresiva» que ha desarrollado este artista: «Toda curación, toda regeneración espiritual entraña la necesidad de un viaje regresivo, un revivir etapas anteriores, donde se hallaría el origen secreto de la enfermedad». En otras palabras, usted tal vez no muera si pierde su memoria, pero el artista, el ilusionista, el hombre curado, sí. Y, además, Tàpies revelaría que existe algo permanente -hipotéticamente eterno- en la entelequia; acaso, la íntima ligazón de ésta con el tiempo: «pareciendo así provenir cada fragmento del lienzo de una época diferente (?). Deja aquí la pintura de ser un arte estrictamente espacial para convertirse en algo que se continúa realizando sin pausa en el tiempo», sugirió Areán. Para los creyentes, el maestro siempre se ha caracterizado, no sólo por la radical veracidad de su grafía (nacida paradójicamente de una «desconfianza frente al automatismo de la mano» según Llorens) o por su conocimiento inexplicable de motivaciones arcanas («habrá que interpretar esos signos como configuraciones espontáneas, aquello que Freud llamaría disposiciones estructurantes de las pulsiones, y que Julia Kristeva define como condensaciones automáticas de energías y de inscripción», dijo Cirici), sino por la disparidad de imágenes que es capaz de generar y por el modo en que, exposición tras exposición, su estética evoluciona imperceptiblemente para inscribirse en la de su tiempo y aún para preludiarla.

La razón de los años. Ya en 1964 Areán proclamaba que Tàpies «estableció las bases sintéticas del no imitativismo pictórico de la segunda mitad del siglo», y que había logrado «toda esta aportación renovadora utilizando el mínimum de elementos imaginable, una economía de medios que lo emparenta así con los máximos creadores de todos los tiempos»; y los años le han dado la razón, porque la segunda mitad del siglo XX ha dado contados artistas capaces de convertir una creación humana en una china para el zapato que haga más dolorosa la huída hacia adelante a la que nos aboca la verdadera ciencia.

(Más bodrios, aquí…)

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10 respuestas a Antología de bodrios (II): Una crítica de arte

  1. javier dijo:

    Estimado Pseudópodo:
    Perdona por no contestar antes: meto mi nombre en el Google de cuando en cuando, para ver qué hay de nuevo. Me parece bien lo del bodrio, aunque otros lo han calificado de otro modo. En realidad, es lo que se llama «escurrir el bulto» y pasa a veces, cuando toca hablar de un intocable. Nada nuevo, ni nada tan interesante que merezca un comentario, ni mucho menos figurar en una galería de bodrios: como comprenderás, en 16 años escribiendo reseñas a destajo, los he hecho muchísimo peores. Esto es otra cosa: como de una exposición de Tàpies no se puede decir ni que es buena, ni que es como las que en su día fueron, uno puede decir cuatro chorradas, cantar el enésimo himno a su figura inmensa o aprovechar subrepticiamente el espacio -y la tribuna- para contar algo que le interesa.
    Pero lo esencial -y por eso escribo- es que te identifiques si no te importa (no te preocupes, tu secreto estaría a salvo si así lo deseas y lo haces constar). Te aseguro que me caerás bien: no soy simpático pero tengo buen humor y me gusta discutir en buena lid. Por ejemplo: aunque mi trabajo sea comentar la obra de otros, no voy de juez, ni busco a quien criticar a modo de pasatiempo. Como dijo el Dr. Johnson, «sólo un zoquete escribe sin que haya dinero de por medio».
    Salud
    Javier

  2. pseudopodo dijo:

    Estimado Javier:

    Gracias por asomarte a este rincón. Me doy cuenta (aunque tendría que haberlo hecho antes) de que al criticar desde el anonimato se juega con ventaja. Pero, por más que la palabra «bodrio» sea despectiva, no es mi intención ofender en esta antología. No hago críticas ad hominem, intento mostrar ejemplos de categorías (en ese caso, de las críticas de arte, que, en mi opinión, suelen usar un leguaje ampuloso y abusar de una retórica difícilmente inteligible)

    Precisamente por eso hace años que dejé de leer críticas de arte, pero al hojear el ABCD me saltó a la vista la palabra «Schrodinger» (deformación profesional) y por eso leí la tuya. La verdad es que al final me quedó la duda de si realmente estaba escrita en serio (y por eso sugerí que se leyera como una pieza de humor).

    Si quieres podemos debatir sobre el contenido de la crítica, pero no voy a hacer aquí público mi nombre: no quiero unir a la zoquetería de escribir gratis la imprudencia de hacerlo sin pseudópodo (¡digo sin pseudónimo 🙂 !) En cualquier caso, la discusión será en buena lid (y si prefieres que no sea pública, podemos seguir en pseudópodo [arroba] gmail [punto] com.

    Un saludo, y gracias otra vez.

    P.S.: Acabo de ver que has escrito un largo comentario a «La concepción védica fundamental». Lo leeré con atención y prometo responder (pero tardaré un poco, que no me pagan por esto y tengo que trabajar…)

  3. javier dijo:

    Estimado Pseudópodo,

    Mmm… Qué placer. Me alegra sobremanera leer cosas como “la ecuación de Schrödinger para la evolución de la función de onda es determinista; lo que no es determinista es la medición que hacemos de dicha función; en ese momento se produce el llamado colapso de la función de onda”. No podría ser de otro modo: una persona a quien el mismísimo Pseudópodo le pregunta “¿Por qué escribir algo tan ininteligible como esa crítica?” forzosamente ha de sentirse transida de ternura y exultante de fraternal complicidad cuando de nuevo atisba la belleza inigualable de lo indescifrable (es una pena, ciertamente, que a los que escriben sobre arte -¡y, cómo no, a los propios artistas!- no se les permita acceder a tales niveles de ininteligibilidad sublime, como lo demuestra tu conformidad con la simplificación de las declaraciones de Esparza; estas, evidentemente, en ningún caso son entendidas por quienes trabajamos en este terreno del modo que tú crees: simplemente, no es la historia del rey desnudo; pero tal vez haya ocasión de volver sobre esto). Y pienso que así debe ser; porque si, como tú mismo dices, “la concepción védica de Schrödinger, con ser atractiva, tampoco […] convence”, no cabe duda de que han resultado cosas infinitamente peores del adentrarse las reticuladas mentes científicas en la mística didáctico-recreativa. Para mi gusto, acaso el ejemplo más patético sea una película que estuvo de moda hace un tiempo llamada ¿What the BLEEP are we doing here? en la que un grupo de físicos y neurobiólogos nos iniciaba a los profanos –e incluso a la franja más tarada de la audiencia- en las delicias de la mecánica cuántica: We are God, proclama la oronda profesora al borde del llanto (y de la crisis incurable). Pero mucho antes de ese momento crucial, habíamos asistido atónitos a la revelación –de una modernidad y una originalidad sin parangón- de que son “nuestras malas acciones” y singularmente, “nuestra escasa fe” las que obstaculizan esos sueños de “omnipotencia” e “inmortalidad” –ahí es nada- que, como lo demuestran las recientes incursiones en el campo cuántico, están ya al alcance de nuestra mano (comprendo que es difícil creer que una estafa de tal calibre haya tomado forma de película, pero aún falta lo mejor: su muda protagonista va sintiéndose mejor a medida que desarrolla su potencial cuántico y al final hasta recupera el habla).
    Supondré, aun sin consultar a mis desquiciados amigos psicoanalistas (que además andan muy ocupados tratando sobredosis de objetivismo cuadrangular), que es esta clase magistral de Primero de Catecismo la causante del trauma. Porque efectivamente, no hizo falta mucho tiempo para que durante mis sesiones diarias de embotamiento, es decir, mientras contemplaba plácidamente a las chicas de los anuncios, empezara a oír voces que decían: “basta con desearlo/a”. O tal vez sea que la mística cuántica ha hallado una primera aplicación comercial; y hasta puede intuirse que el timo cuántico, enésima reedición del abracadabrante número habitual (al que pertenecen la totalidad de las versiones de la Fábula del Yo y el Todo), va a dar mucho juego.
    Pero a lo que íbamos: ¿Cómo voy a juzgar a un científico, a esa misma señora que dice con voz trémula que “somos Dios”, por sus elucubraciones del domingo, si de su verdadero trabajo, que acaso consista en llenar dos mil folios de ecuaciones, yo no podría entender ni la mitad del título? Por eso digo que así debe ser: bien oscuro (como le gustaba a d’Ors, quien por cierto es mi modelo en cuestiones de pedantería, más que nada por razones sentimentales: a mi padre le caía bien); porque, cuando no es así, la cosa no tiene valor alguno. De donde se deduce que, mientras nadie entienda nada de lo que hacen los artistas -y dicen los críticos-, todo irá bien: eso es, más o menos, lo que hallamos en el ensayo celebérrimo de Clement Greemberg Vanguardia y kitsch (1939; Greemberg es, por convención -o sea, que es canónico- el gran teórico del expresionismo abstracto), donde el crítico rescata ese vocablo alemán para referirse, no sólo a la cultura de masas sino, por extensión, al arte que es entendido por personas ignorantes (por ejemplo, los campesinos rusos en los años 30). Tantas veces citado… que me enternece: “Retirándose totalmente de lo público, el poeta o el artista de vanguardia buscaba mantener el alto nivel de su arte estrechándolo y elevándolo a la expresión de un absoluto en el que se resolverían o se marginarían todas las relatividades y contradicciones. Aparecen el “arte por el arte” y la “poesía pura”, y tema o contenido se convierten en algo de lo que huir como de la peste. Y ha sido precisamente en su búsqueda de lo absoluto como la vanguardia ha llegado al arte “abstracto” o “no objetivo” y también a la poesía”.
    No hace falta, por tanto, remontarse a la Fuente (1917) de Duchamp, aunque esta obra es tan esencial, inapelable y problemática –polémica, si se quiere- que, muy cabalmente, el Sr. Esparza opta por referirse a ella en una publicación no especializada: la mayor parte de los lectores ni siquiera la conoce; las teorías del arte que permiten atisbar algo de lo que ocurrió después -Collingwood, Benjamin, Langer, Gadamer, Greeemberg, Danto, Berger, Kristeva, Foster- pueden por tanto esperar. Cabe, por lo demás, opinar que el problema es aún más grave de lo que pensaba Greemberg: es imposible comprender el arte abstracto –la Primera Acuarela Abstracta de Kandinsky está fechada en 1910, ya ha llovido- y por extensión, la totalidad del arte moderno, sin conocer cierto razonamiento que se despliega en unos pocos párrafos de su De lo espiritual en el arte y la pintura en particular (1912, aunque lo terminó en 1910. Ya en la línea 4: “tratar de hacer revivir principios de arte antiguos no puede conducir más que a la producción de obras nacidas muertas”; y hacia la 10, refiriéndose a una hipotética pervivencia de los principios plásticos griegos –nada menos- en el mundo moderno: “una tal imitación se parece a la de los simios”). Sí, ya ha llovido pero el 90% de los alfabetizados habitantes de los países desarrollados confesaría abiertamente que es sensible al impresionismo (o sea, la pintura que se hacía hace aproximadamente 130 años; parece que lo de la “aceleración de la historia” y la “sociedad del conocimiento” funciona en unos ámbitos mejor que en otros), pero no “comprende” la abstracción. Pondré un ejemplo que le será caro a un científico: cuando para usar un ordenador era necesario aprenderse de memoria cuarenta palabras de ocho letras o menos, sólo una elite selecta con estudios superiores poseía una de estas máquinas; cuando se inventó un artilugio que no ya un chimpancé, sino un hámster, aprendía a manejar con soltura al cabo de pocos minutos, el planeta se llenó inmediatamente de ellos.
    Querido Pseudópodo, basta una mirada a tu blog para saber en qué juego no voy a entrar: no discutiría sobre ciencia contigo como no lo haría con los queridos Wagensberg o Punset; leeros es un placer, se os entienda o se os capte sólo. Si a una cuestión como la del paralelismo entre la tendencia a ordenarse de los corpúsculos y el orden que creamos los humanos al reunirnos –que es, concluida la disputa ácida preliminar acerca de la inteligibilidad, la que efectivamente nos resulta sugerente- me respondes con juegos de lógica, yo lo hago de nuevo con Deleuze y Guattari: “Lo múltiple hay que hacerlo, pero no añadiendo constantemente una dimensión superior sino, al contrario, de la forma más simple, a fuerza de sobriedad, al nivel de las dimensiones de que se dispone, siempre n-1 (sólo así, sustrayéndolo, lo Uno forma parte de lo múltiple). Sustraer lo único de la multiplicidad a constituir: escribir a n-1. Este tipo de sistema podría denominarse rizoma. (…) Cabría pues preguntarse si la botánica, en su especificidad, no es enteramente rizomorfa. Hasta los animales lo son cuando van en manada, las ratas son rizomas” (Rizoma, Pre-Textos, 1977; el libro indispensable). Y entonces dirás –de nuevo-: “no entiendo qué quieres/quieren decir”. Y así debe ser. Pero notas que algo se agita, escarba, repta, se expande, roe: hay algo vivo, eso es seguro; y entonces, te pones en marcha (un texto vivo hace que otro se ponga en marcha y escriba el suyo; no importa lo que aparentemente dijera aquel: creó una rata). La palabra “entendimiento” forma parte de tu juego pero cuando te recomendé –con excesiva impertinencia- que “mantuvieras la sensatez”, te hice notar que, aunque algo relegadas en estos tiempos en que no todo se acelera igual, existen otras dos formas de pensar el mundo y, sobre todo, de hacerlo (v. también, por ejemplo: Nelson Goodman. Maneras de hacer mundos. Visor, 1990). Y desde luego, no se trata de los cuentos caducos: la creación está donde tiene que estar y goza de una salud excelente, gracias.
    Un saludo.
    Javier

  4. pseudopodo dijo:

    Estimado Javier:

    Encuentro trabajoso abrirme paso por tu rizomática y exuberante escritura (1482 palabras!). Pero efectivamente, noto que algo se agita, escarba, repta, etc. Así que mi reticulada mente científica hace un esfuerzo de destilación y esta es la esencia que extrae:

    1.- Fraternal complicidad al atisbar en mi escritura la belleza inigualable de lo indescifrable.

    2.- [se abre inciso]: Hilarantes alusiones a una película que desconocía (pero me ha picado la curiosidad y he encontrado el blog de un físico teórico que la resume diciendo que “the whole thing is really moronic beyond belief”
    [se cierra inciso]

    3.- Lo incomprensible de su lenguaje protege a los científicos de las críticas; mientras ocurra lo mismo con el arte, también los artistas estarán a salvo.

    4.- Pero el lenguaje del arte contemporáneo no sólo es incompresible por esa razón defensiva, sino por un empeño estético que ya señaló Kandinsky, y que el público, cien años después, aún no ha asimilado.

    5.- No entrarás en mi juego en el que “lo inteligible” tiene tan importante papel. Me respondes desde el tuyo, en el que los textos se reflejan, se generan, se ponen en marcha, etc (“nada fuera del texto”).

    Evidentemente, estamos en juegos de lenguaje distintos. Yo soy un pre-postmoderno, todavía pienso que el lenguaje está ante todo para referirse al mundo y no a sí mismo. Pero estoy aprendiendo de esta correspondencia contigo; ya no pienso que una crítica de arte deba ser inteligible (eso lo dejo para mi juego). Antes, lo primero que buscaba en el ABCD era la columna de Andrés Ibáñez; ahora, empiezo por la crítica de arte.

    Y, casi se me olvidaba, tengo que felicitarte por tu texto del sábado, creo que el principio es difícilmente superable 😉 :

    Parece claro que toda interpretación de fenómenos complejos y confusos sólo debería ser posible a la luz de una metateoría del desmenuzamiento sádico incontrovertible y definitiva, acompañada en su caso de una neoespiritualidad radicalmente entrópica, las cuales, de existir, serían conocidas (o, al menos, rumoreadas) por lo que deberíamos poder abandonarnos en lo que dura el tránsito a los placeres de una subjetividad atomizada (corpuscular y rizomática); y aquí, la malsana obsesión (sirve cualquier neurosis hábilmente inducida), por más que algunos psicólogos sigan empeñándose en llamar locura a la transformación plena de lo real merced al poder de una mente cuya existencia es dudosa (existo, pero ¿pienso?), está llamada a ser la vía por excelencia, como tantas veces lo proclamaron los maestros malditos, hacia ese hacer de la vida y la obra un engendro oscuro o críptico que no encarna ni lo entrópico, ni lo distópico, sino lo nervioso y candente: lo vivo es bello y la sucesión de accidentes virilianos, en su monotonía, se tornaría armónica (es decir: que ya no serán tales, sino de nuevo la Ley, cuando lo sintético se haya erguido totalmente).

    Chapeau!

    Un saludo

  5. javier dijo:

    Querido Pseudópodo:
    Lo han cortado un poco (faltan un par de paréntesis ornamentales; por ejemplo, después de «lo vivo es bello» iba «(la vida es bella)») pero, efectivamente, su esencia permanece. Como imaginarás, la certeza de haber tenido un lector confirma que así es: la vida es bella. Por tanto, no me equivocaba.
    Mi más sincero agradecimiento y, hasta que la vida nos reúna si ha de hacerlo, un abrazo virtual.
    Javier

  6. javier dijo:

    P.D. Veo ahora el artículo que mencionas a propósito de «What the bleep are we doing here». Hay un resumen mejor, en mi opinión, que es cuando dice que «The film surpassed all expectations; it was certainly the stupidest thing I can remember seeing in a movie theater, and that’s saying quite a lot (I see a lot of movies…)». Sin embargo, los científicos que aparecen en ella no son precisamente unos patanes. Creo recordar que uno de ellos, un físico cuántico indio, trabaja en el Instituto Max Planck (o uno de similar prestigio). Por tanto, es genuina metafísica recreativa de científico.

  7. ARIODANTE dijo:

    Ha llovido mucho desde que mantuvísteis este intecambio de lindezas… tan elegante. La verdad es que me ha dado mucho placer leeros a ambos, aunque reconozco que no me he enterado ni de la mitad, pero algo he intuido.
    Una pregunta: ¿Realmente Samuel Johnson dijo que «sólo un zoquete escribe sin que le paguen»? Porque en ese caso, yo soy una verdadera zoquete… aunque me encantaría cobrar, no creáis.
    Otra: ¿cuál es el problema con J. Esparza? Intuyo que Javier no está precisamente de acuerdo con él, aunque Pseudópodo sí, ….yo sí lo estoy, si nos referimos al artículo que cita Pseudópodo o a la entrevista, o al libro de los «Ocho pecados…» Aunque me gusten Tàpies y Barceló. Del tema científico no comprendo absolutamente naaada. Pertenezco al ámbito artístico y filosófico, soy una negada para el tema científico. lo siento.
    No sé, a lo mejor es demasiado tarde para hablar con vosotros, pero es que por azares del destino he ido llegando a este blog.
    De todas formas, me lo he pasado bien leyéndoos. Un saludo

    • Javier Rubio Nomblot dijo:

      Estimada Ariodante,

      Ha llovido desde que dejaste este post… Se agradece mucho que te tomaras la molestia de leer la discusión. Con permiso del anfitrión, pongo el artículo del Cultural de ABC de este sábado. Va de feminismo, creo que resulta bastante didáctico y tal vez sirva para que alguien vaya a ver la exposición, que es una joya.

      Saludos a ambos.

      El VITRIOLO Y EL POEMA

      MUJER. LA VANGUARDIA FEMINISTA DE LOS AÑOS 70
      OBRAS DE LA SAMMLUNG VERBUND, VIENA

      CÍRCULO DE BELLAS ARTES. MADRID
      ALCALÁ, 42
      HASTA EL 1 DE SEPTIEMBRE

      COMISARIA: GABRIELE SCHOR
      PRODUCE: FUNDACIÓN BANCO SANTANDER

      JAVIER RUBIO NOMBLOT

      Al inicio de su clásico Mujer, Arte y Poder (1989), Linda Nochlin retorna a la pregunta que originó el primero de los ensayos recopilados en el libro, precisamente en 1970: “¿Por qué no ha habido grandes artistas mujeres?”. La pregunta, aún hoy, cuando los museos compilan casi cincuenta años de arte contemporáneo feminista, sigue siendo la mejor manera de empezar a tirar del ovillo; pero es, también, una pertinente forma de preguntarse acerca del “arte” mismo: los propios Mitos de artista (E. Neumann, 1986) están hechos a la medida del hombre, al igual que conceptos fundamentales como la “autoría” ¡y no digamos la “genialidad”!: Picasso es la demostración perfecta de que, en el mito de la genialidad, la “potencia creadora” se encuentra perfectamente identificada con la “potencia sexual”, hasta el punto que el genio cambia de mujer cada vez que cambia de “etapa”; la infortunada –o no- “musa” Jacqueline, treinta años más joven que él, espera sentada ¡en el suelo! y callada a que el genio acabe su labor para darle de cenar; jamás se atrevería a interrumpirle o distraerle –la “Creación” es “sagrada”-; finalmente, se pegará un tiro con la sola intención de ser enterrada junto a sus despojos. Esto se parece a una “historia de amor” particularmente feliz… para un hombre. De hecho, las últimas palabras del autor de Las señoritas de Avignon (la obra más importante del s. XX es un homenaje a la puta hecho por un putero), son: “mi mujer es maravillosa”. Y muere. Hace mucho que Picasso está bajo sospecha, lo mismo que otros “creadores” (incluido El Creador: “J´ai vu Dieu: il était noir et femme”, proclama el sesentayochismo). Si el arte feminista, que en los sesenta y los setenta halla en el estructuralismo y la deconstrucción las herramientas soñadas, es tan político y tan revolucionario –y por eso la comisaria de la muestra, Gabriele Schor, insiste en la idea de “vanguardia feminista”-, es porque, si se piensa bien, la única solución al problema es dinamitar la totalidad del edificio patriarcal vigente desde Grecia y Roma (el Pater Familias, que tiene derecho incluso a matar a sus hijos). Ardua tarea. No tanto a causa de la previsible oposición de “los hombres” –que no son tan listos como parecen, y menos en las distancias cortas- sino por la de “El Hombre”. O, yendo más lejos, de “la Civilización”, la “Cultura”, “Occidente”: es “un discurso que disuelve a “Occidente” y su mas alto producto, el que no es animal, bárbaro o mujer: el Hombre, es decir, el autor de un cosmos llamado Historia” (D. Haraway, 1984).
      Hoy, cuando el posfeminismo se define habitualmente como aquella ideología que es critica con el feminismo clásico –y que es tan heterogénea que va desde Mujeres desesperadas hasta el Post Porno pasando por figuras como la hacker punk y lesbiana de Millenium-, las doscientas obras de veintiún artistas de la Sammlung Verbund, colección creada por la Eléctrica austriaca en 2004 y dirigida por Gabriele Schor, son otras tantas joyas, testimonios de una época en la que las artistas vieron claramente que “la historia del arte lo demuestra: la imagen de la mujer es la imagen que el hombre tiene de ella” e iniciaron una labor de deconstrucción radical de esa colosal iconografía heredada y, consecuentemente, de su propia identidad, sospechosa de haber sido fabricada por el hombre –y El Hombre- a su medida.
      Por supuesto, el sexo –más tarde, el “género”-, o el cuerpo como objeto del deseo sexual masculino, es el primer y más evidente filón: el “canon estético” establecido por el hombre en cada época –de la Venus de Willendorf a Barbie pasando por Marilyn y Las tres gracias de Rubens- modela directamente un cuerpo “ideal” para la mujer. Son famosas, en este sentido, las obras de Cindy Sherman, una de las estrellas de la exposición; y en ese territorio se inscriben también los trabajos de Rita Myers, Annegret Soltau, Suzy Lake o Ana Mendieta, las piezas con condones de Renate Bertlmann, las secuencias cinematográficas de Alexis Hunter y aquellas obras que, como las de Sanja Ivekovic o Martha Wilson, deconstruyen la imagen de la mujer en los media. El segundo es el que podríamos llamar “los roles de la mujer”, su relación con el “espacio doméstico”, etc.. Son magistrales el vídeo de Martha Rosler y los Delantales de Birgit Jürgenssen. Y un tercero, el modo en que la mujer se relaciona con la sociedad, el trabajo, etc.. Este territorio lo exploran artistas como Nil Yalter, Valie Export, Leslie Labowitz y Suzanne Lacy, que organizaron manifestaciones contra la violencia machista, o Hannah Wilke cuyo Marxism and Art. Beware of Fascist Feminism parece una crítica avant la lettre de posfeminismos dudosos como Sexo en Nueva York o Ally McBeal. Finalmente, estarían las artistas inclasificables, centradas en los aspectos más sutiles de la identidad, como Eleanor Antin, Francesca Woodman, Helena Almeida o la ZAJ Esther Ferrer, o en análisis estructuralistas literales, como Ketty La Rocca. En definitiva, la colección de Verbund AG es una auténtica joya, inédita en España, y esta es una exposición irrepetible.

  8. pseudopodo dijo:

    Hola, Ariodante,

    Gracias por curiosear por aquí (he visto que has dado un buen repaso al blog). Lo pasé bien en el intercambio con este Javier (digo «este» no despectivamente, sino porque hay otros Javieres que comentan también aquí). La verdad es que no he encontrado la cita de Samuel Johnson, pero en el caso de que lo dijera, me parece una boutade más que una opinión seria (yo creo que casi todo lo más valioso que se ha escrito se ha hecho gratis, por amor al arte, como suele decirse).

    Con J. Esparza… a mí si me gustó el artículo, y creo que a Javier no, pero creo, porque a veces me pierdo entre tanto rizoma 🙂

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